Trabajar menos para producir más

Gente trabajando en una oficina.
02/02/2025
Doctora en Psicologia Social
3 min
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El gobierno de España está negociando la reducción de horas de trabajo, aduciendo que la tecnología ha avanzado mucho y debería permitir la disminución horaria. Ante la propuesta, no pocos sectores se ponen las manos en la cabeza augurando un bajón importante de la productividad. El miedo a que la productividad sea aún más baja parece lógico si aceptamos el argumento que subyace, que consiste en pensar que, a más horas de trabajo, más productividad.

Pero los datos señalan otros factores que definen la productividad de un país y resulta decisivo valorarlos. Los informes de Eurostat señalan que en España se trabajan 300 horas anuales más que en Alemania o Austria y casi 200 más que en Dinamarca o Países Bajos. Esto debería situarla al frente de la productividad europea y, sin embargo, los datos indican lo contrario, porque ocupa los últimos puestos del ranking, junto a Grecia y Portugal. La máxima "más horas de trabajo = más productividad", por tanto, no se cumple.

Lo que está detrás de la baja productividad tiene más que ver con ineficiencias organizativas que con las horas totales trabajadas. Los datos disponibles indican que con los horarios actuales sólo se aprovecha el 61% del tiempo de trabajo. Casi un 40% de ineficiencia por mala gestión parece suficientemente importante como para analizarlo. El principal factor suele ser la escasa planificación en los puestos de trabajo, porque por delante pasan todas las urgencias, tanto las que realmente lo son como las que terminan en un cajón durante meses, pero que han interrumpido el trabajo del día. Una organización horaria ineficiente, sumada al exceso de reuniones poco operativas -el fenómeno de la reunionitis-, es otro. La insuficiente calificación de las personas trabajadoras, sumada a los problemas con las TIC, forma otro paquete. Y la falta de motivación de las personas trabajadoras por liderazgos ineficaces y por comunicaciones inadecuadas forman el cuadro altamente precario de la productividad.

En el fondo existe una falta de metodologías basadas en la evidencia científica y habilidades directivas para conseguir el máximo desarrollo. Las personas que asesoramos a organizaciones sabemos cuánto desconocimiento y cuánta confusión hay en torno a los liderazgos necesarios para planificar, organizar, formar, motivar y comunicar adecuadamente. En estas condiciones, reducir la jornada media hora al día no es el problema: la cuestión es cómo recuperar para el trabajo el 40% del tiempo que ahora mismo se pierde.

Una investigación del Journal of Work and Organizational Psychology mostró que el rendimiento laboral no sólo se relaciona con actitudes personales, sino también con la percepción que el personal trabajador tiene sobre el liderazgo, con la confianza que le genera el equipo de trabajo y la organización, con sentirse valorado. Está claro que el trabajo ocupa buena parte de nuestra vida e influye substancialmente en nuestro bienestar o malestar. Comprender los factores que intervienen en la satisfacción y el rendimiento laboral es siempre útil para la organización e incrementará la productividad.

El socialismo utópico de Robert Owen fue el inspirador de las reivindicaciones de principios del siglo XX del movimiento obrero para reclamar "las tres 8" para organizar la vida: 8 horas para trabajar, 8 para descansar y 8 para el ocio. Un siglo después parece un buen momento para replantear los horarios, pero hay que abordarlo de forma compleja y asegurarse de que no baje la productividad sino que aumente, y que todas las personas puedan beneficiarse.

En la definición de los horarios de hace un siglo no se tuvo en cuenta la necesidad de cuidado de las personas, las tareas domésticas y las múltiples obligaciones de la vida familiar, fundamentalmente porque recaían en las mujeres y carecían de valor para el mundo. No es que las mujeres no formaran parte del movimiento obrero, estaban codo con codo con sus compañeros, pero sus reivindicaciones quedaron relegadas a un lugar secundario ya menudo olvidado. Una reducción de jornada como la que se propone puede permitir un mayor equilibrio con las necesidades vitales.

No hay civilización que pueda asentarse en un estado del bienestar sin derechos. A medida que las sociedades evolucionan, los derechos se amplían y aparecen nuevos que responden a las necesidades sociales. En esa nueva generación de derechos encontramos el derecho del tiempo. Los antiguos dioses del tiempo inmutable, Cronos y Kairós, han encontrado así su sitio en la sociedad del siglo XXI.

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