

Doscientos altos funcionarios de la Generalitat se han rebotado porque el Govern les había anunciado que se había terminado el derecho a hacer dos días de teletrabajo. Sí, la pandemia nos descubrió muchas ventajas del trabajo a distancia, como que no hacían falta tantos viajes por trabajo o que las reuniones se podían hacer por Zoom. Y de la misma manera que estar físicamente en el despacho no asegura necesariamente más productividad, trabajar desde casa no es sinónimo de escapar de las obligaciones porque quien es cumplidor lo es tanto en casa como en el despacho. Y después está la huella de carbono, la conciliación, y algunos argumentos más a favor de trabajar desde casa. Todo esto ya nos lo sabemos.
Pero creo que el Govern de Illa la acertó al recordar las responsabilidades inherentes al cargo. Estar en los sitios es un valor, sobre todo cuando se lidera. El teletrabajo puede estar bien para resolver una situación concreta, pero no tanto para el mantenimiento del principio de autoridad, exigencia y cohesión interna de estructura. Hay órdenes, instrucciones, comentarios, preguntas y respuestas que solo son posibles sobre la marcha, de una calidad y de un valor personal y creativo imposibles de obtener con una cámara y varios kilómetros de por medio. Hay cosas que solo se ven si estamos en el día a día. Hay problemas que, para resolverlos, requieren un entorno de confianza que la cámara no da. Y por supuesto, las mejores ideas, las más creativas, surgen al margen de las reuniones previamente programadas, en el marco de una conversación que ha empezado hablando de otra cosa, y a menudo en torno a la máquina del café.