La guerra en Gaza ha dejado en un segundo plano la guerra que se libra en Ucrania, que cumple ya dos años y no tiene aspecto de solución negociada. Conviene no olvidarse de ese drama que parece enquistado a escala militar, por lo que los enfrentamientos pueden durar unos años más. El precio que se está pagando en vidas humanas es enorme (decenas de miles de soldados en ambos bandos), además de la destrucción de infraestructuras y el terror que producen los continuos bombardeos sobre la población civil.
Hemos hablado muchas veces sobre las oportunidades perdidas meses antes de iniciarse la guerra, y de las conversaciones fallidas que se celebraron poco después. Estos dos años se han producido multitud de propuestas por parte de un buen número de países, todas sin éxito, incluido el plan de China. La propuesta de diez puntos que el presidente Zelenski realizó en noviembre del 2022, en la que se pedía la retirada total de las tropas rusas, se ha convertido en la referencia más divulgada a las cancillerías de todo el mundo, en una carrera por buscar adhesiones que se acerca al centenar de países. Está previsto además que se celebre una cumbre mundial en Suiza para apuntalar el plan Zelenski, muy razonable desde el derecho internacional, pero inútil desde una perspectiva de realismo geopolítico. Rusia no dejará de controlar los territorios que ya están en sus manos, y cualquier negociación deberá partir de esa realidad, y más cuando se está viendo que no hay capacidad para recuperar territorios. Así pues, la perspectiva de un futuro inmediato es de más muertes, no de paz.
Ucrania está presionando a China para que participe en la cumbre mencionada. Desde Pekín ya se ha manifestado la enorme preocupación del gigante asiático frente a la desestabilización política, militar y económica que están acumulando los conflictos armados actuales, que perjudican sus planes para rehacer su delicada economía. Moscú, por su parte, insiste en el discurso de que son los demás quienes no quieren negociar. Incluso acusa a Estados Unidos de rechazar su propuesta de un alto el fuego tras celebrar conversaciones con la presencia de mediadores.
Abandonar las pretensiones de Ucrania de entrar en la OTAN y desnuclearizar el Viejo Continente siguen siendo dos ejes imprescindibles para encontrar alguna solución en el futuro, pero no hay ambiente para avanzar en esa dirección. Es más, Rusia ha rechazado la propuesta de Estados Unidos para reanudar las conversaciones sobre el desarme nuclear. Hay que añadir la enorme incertidumbre que se avecina desde Estados Unidos, con una posible victoria de Donald Trump en las presidenciales de este año. Las señales de Trump son erráticas y desconcertantes, ya que presume de ser amigo de Putin y de tener la clave para acabar con la guerra en 24 horas. Un horizonte temible.
Del mismo modo que ahora hay países con gobiernos, como el español, que están haciendo propuestas valientes para alcanzar un alto el fuego en Gaza y apostar por la creación de dos estados como solución política definitiva, echamos de menos voces diplomáticas que tengan el coraje de buscar acercamientos entre las partes que luchan en Ucrania sin que apuesten necesariamente por algunos de los planes propuestos, por sensatos que parezcan de entrada. Ucrania no tiene solución fácil, y ninguna propuesta será de la plena satisfacción de ambas partes, ya que todas tendrán que ceder. En cualquier caso, cualquiera que sea la fórmula a discutir, tendrá que pasar por una negociación directa, con China y Estados Unidos apoyando, y no por militarizar aún más la guerra, como se está haciendo ahora. Si no se cambia de paradigma, esta guerra acabará "matándonos" a todos de una forma u otra, ya que no hay más cobardía que el aposentarse en la destrucción perpetua disfrazada de nacionalismo y patriotismo.