La UE reacciona con las vacunas

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La vacuna de Oxford/AstraZeneca.

Despacio, la Unión Europea empieza a emitir señales que está reaccionando ante las dudas que ha provocado su política de vacunación, sensiblemente más lenta que la de la Gran Bretaña o los Estados Unidos, por poner solo dos ejemplos, debido a la poca disponibilidad de dosis. Este jueves Italia ha denegado el permiso a AstraZeneca para exportar a Australia 250.000 dosis de su vacuna fabricadas cerca de Roma. Se trata de una decisión inédita, tomada con el apoyo de la Comisión Europea, que ya aprobó una cobertura jurídica para que los países pudieran tomar medidas para evitar que vacunas fabricadas en la UE fueran enviadas fuera por empresas que tienen compromisos firmados con Bruselas. Este es, recordémoslo, el caso de AstraZeneca, que ya ha incumplido veces los acuerdos de entrega de dosis a la UE.

Este jueves también ha habido otra noticia en el ámbito de la lucha contra la pandemia: la Agencia Europea del Medicamento empezará a estudiar si aprueba la distribución de la vacuna rusa, la Sputnik V, por el mecanismo abreviado. Se trata de autorizar el máximo de vacunas para acelerar el proceso de inmunización de la población europea, que hasta ahora está avanzando con una lentitud exasperante. La sensación es que la Comisión Europea no supo blindar, en los contratos que firmó con las farmacéuticas, el suministro de las cantidades comprometidas, y esto ha provocado que algunos países, como por ejemplo Austria y Dinamarca, se salgan del plan europeo y busquen vacunas por su cuenta. La decisión de estrenar el mecanismo para retener vacunas, que es el mismo que ha utilizado la Gran Bretaña, por cierto, va en esta línea y lanza un mensaje potente: los países europeos no se quedarán con los brazos cruzados ante los incumplimientos y se harán respetar.

De alguna manera la Unión Europea se juega la credibilidad en su plan de vacunación. Es evidente que si cada país hubiera ido por su cuenta se habría creado una dinámica perniciosa y una desigualdad estructural en el acceso a las vacunas, de forma que el concepto de ciudadanía europea habría quedado en papel mojado. Pero el funcionamiento conjunto no puede ser sinónimo de ineficacia, y hay que decir que la experiencia británica enseña que en situaciones de emergencia como la que vivimos actualmente hay que superar las estructuras burocráticas y crear equipos multidisciplinarios. La Unión Europea no puede ser una simple central de compras, sino que tiene que coordinar las políticas anticovid de los 27 para que no haya disfunciones, para que no se den pasos hacia atrás. Respetando, eso sí, la autonomía de cada nivel de gobierno.

La Unión Europea, que ha sido especialmente castigada por la pandemia, también tiene que ser un ejemplo en el mundo de cómo superar la crisis económica y social que ha provocado. En este sentido, hay que agilizar al máximo la llegada de los fondos europeos para transformar y actualizar la economía y también para no dejar nadie atrás. De esta crisis la UE saldrá reforzada o debilitada, cosa que quiere decir volver al nacionalismo de los estados. Por eso más nos vale que sea la primera opción.

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