La Venecia catalana

Retrato de Ottaviano Grimani, del Tintoretto. Mitad del siglo XVI
29/11/2025
Director adjunto en el ARA
3 min

Barcelona y Venecia, ambas ciudades a la medida del hombre más turísticas de Europa (Londres y París son macrourbes, otra categoría). Dos ciudades que miran al mar, de sensualidad mediterránea. Que no renuncian ni a los placeres ni a la cultura: arquitectura, cocina, pintura, cine, literatura... Tienden al amaneramiento estético, quisieran ser canallas pero se han convertido en mainstream. ¿Dos ciudades con mayor historia que futuro? La nostalgia narcisista es su peor enemigo. Se miran en el espejo y se gustan: Barcelona ufana menestrala, Venecia presumida y decadente. Se miran al espejo y se odian: ¿dónde irán a parar nuestros hijos? Sentimos amor-odio por el turismo, por los expados, por el cosmopolitismo del lujo exquisito. ¿Pero qué haríamos sin tanta riqueza? Y qué haremos con la pobreza nascosta e indignante? ¿Pueden funcionar ciudades rellenas de palacios sin ascensor social?

Echo la coherencia por la borda del vaporetto: los barceloneses huimos de los turistas yendo a hacer el turista. ¿Quién renuncia a viajar? En Venecia, Canareggio es un barrio tranquilo. Con Mariona, hacemos parada y honda en casa Nicola y Silvia, pareja venecianobarcelonina. Ellos no son turistas en ninguna de las dos ciudades. Son ciudadanos que viven en una burbuja de contradicciones y maravillas. También nos abre las puertas de su casa, en el canal grande, frente a la Giudecca, Francesca Torzo. Coincidimos con su amiga irlandesa de habla gaélica Elisabeth. ¿Qué vedute!

Noche en el desconchado teatro Malibran. La peculiar Orquesta Ritmico Sinfonico Italiana del maestro Diego Basso nos regala un concierto de película con músicas de Ennio Morricone. Efectismo acaramelado y grandioso, directo en el corazón. Antes de seguir leyendo, si puede ponerse la banda sonora de The Mission o de Cine Paradiso. Morricone era romano: él sí viajaba poco, no quiso ni aprender inglés. En Venecia te hundirías mecido por sus melodías, tan melodramático. Es inevitable: los ojos se humedecen como los estucos porosos de la ciudad.

Todo chorrea, todo fluye. Todo ata. El Malibran tiene nombre de soprano española, María Malibran –apellido de su primer marido francés–, muerta prematuramente a los 28 años por una caída de caballo. De soltera, María Felicia García Siches. El Malibran lo construyeron en el siglo XVIII la familia Grimani, que en el escudo de armas tienen las cuatro barras rojas sobre fondo claro. En la catalana. Antes de la noche con Morricone, hemos visitado su fastuoso palacio renacentista, abierto al público hace sólo cuatro años. ¿Cuántos palacios hay así en Venecia, cuántos jardines secretos, cuántas iglesias?

Llueve, hace frío. Ver la plaza de Sant Marc vacía es un milagro. Estos días, el templo más concurrido es la basílica de la Madonna della Salute, en el Dorsoduro, cerca de la punta de la Dogana, erigida en 1630 después de que en la ciudad hubiesen muerto 80.000 personas por la peste. Cada 21 de noviembre, los venecianos (quedan 50.000 y bajando) llevan velas a través de un puente móvil que se instala solo estos días. Hay aglomeraciones, colas, devoción. Al salir, naturalmente van a tomar el aperitivo. Y después se comen la castradina, una calórica sopa de pata de cordero con col, cebolla y vino, similar a nuestra carne de olla. Con Nicola, le tragamos alostería En Bacareto, negocio familiar. De noche, encontramos al dueño, la mujer y la hija en el Malibran. Para redondear la celebración de la Salute, también han caído en los encantos de Morricone.

En el palacio Querini, donde hay un Caffè Mariona, nos deleitamos con las minoristas pinturas del barroco Gabriele Bella, en alguna de las cuales sale una torre humana que recuerda a nuestros castellers. El barroco Palau Labia, de una familia originaria de Cataluña y uno de los últimos grandes palazzi venecianos, está en reforma: se conservan algunas de las más famosas pinturas de Tiepolo. Todas estas trazas catalanas, y algunas más, son conocidas. Precisamente la próxima semana se celebran en la ciudad las jornadas de los 50 años de estudios catalanes en Venecia, con profesores de la Universidad de Ca'Foscari como Enric Bou y Patrizio Rigobon. Y este 2025 también ha cumplido 50 años de la apertura del Museu Fortuny. No quisiera terminar sin un recuerdo para el añorado Àlex Susanna y su iniciático Cuaderno veneciano... ¡Ritoneremo!

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