Junts versus ERC

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Gabriel Rufián, Laura Borràs y Míriam Nogueras en el Congreso, en el 2020.

Mis palabras el pasado miércoles en TV3, a propósito de la ventaja táctica de Junts en las negociaciones para facilitar la investidura de Pedro Sánchez, no solo respecto a ERC, sino también respecto al PNV y Bildu y respecto a todos los partidos que fueron a las elecciones en la coalición Sumar, generaron cierto revuelo en las redes sociales y un mucho malestar en la dirección y en la militancia de ERC. 

Partidarios de Junts las aprovecharon para, con la violencia verbal habitual que se despliega en la red social X, ridiculizar y atacar a ERC. 

Intenté explicar a mis amigos de ERC, con los que lógicamente tengo mucha más afinidad política que con Junts, que mi intención no era, en ningún caso, perjudicarles, pero que me hacía cargo de lo que implicaba para ellos que alguien como yo diga en la televisión pública catalana que la posición negociadora de Junts es, coyunturalmente, más fuerte que la del resto de partidos de los que depende Sánchez para seguir siendo presidente. 

Me hago cargo también de que el independentismo catalán no se define en esta época por una acción concertada y una planificación estratégica común, sino por una durísima competición en la que las acusaciones de traición entre unos y otros y los rencores acumulados en años muy difíciles en el que muchos dirigentes y militantes han vivido en sus carnes la cárcel, el exilio o la represión, han construido un ambiente de enorme toxicidad que las redes amplifican y alientan. Salvando las distancias, esa toxicidad forma parte también del presente de una izquierda española cuyos principales dirigentes no sólo desconfían los unos de los otros, sino que a veces se detestan abiertamente, algo que afecta también a las militancias. Como es obvio, no soy, ni mucho menos, neutral o equidistante en esas dinámicas pero no por ello dejo de ser consciente de las dificultades que plantea un escenario en el que actores llamados a cooperar sienten que el principal afan de su supuesto aliado es destruirle. Es obvio que Podemos siente eso respecto al Movimiento Sumar y su alianza con medios abiertamente hostiles a Podemos como la Sexta o eldiario.es y es obvio que ERC siente que el principal afán de Junts no es tanto la independencia, como destruir o debilitar primero a ERC para afrontar la larga tarea hacia la independencia como actor hegemónico. Creo además que, en este caso, tanto Podemos como ERC tienen bastante razón.

Pero constatar esa realidad, sabiendo además que no tienen mucho sentido las apelaciones ingenuas a reconciliaciones que ignoren los problemas políticos de fondo, no debe hacernos nunca renunciar a analizar la realidad con el mayor rigor posible. 

Me equivoqué al decir lo que dije en TV3 (hay momentos en los que el silencio es más útil políticamente y más generoso con el aliado que la palabra) pero lo que dije era básicamente verdad y me pagan por hacer de analista. A mi juicio, el coste de no investir a Pedro Sánchez es inasumible para Podemos por muy desagradable que sea el plato de lentejas que presente el PSOE y el coste para PNV, Bildu y ERC es mayor que para Junts, precisamente porque el partido de Carles Puigdemont contempla como una opción estratégica asumible el “cuanto peor mejor”. No comparto ese análisis del ex president, pero es indudable que le da ventaja táctica.

Pero, atención, esa ventaja táctica terminará el día la investidura, sea elegido presidente Sánchez o no sea elegido presidente. La amnistía será un artefacto político valioso (tanto para los independentistas como para la derecha española) hasta que se concrete, del mismo modo que ya los grandes medios no hablan de los indultos y de los presos políticos, porque ya están en libertad.

A partir de ahí, pienso que la tarea que corresponde a fuerzas políticas como ERC, Bildu y Podemos no es tanto obsesionarse con las contingencias del presente, como prepararse para los siguientes movimientos, asumiendo que, a día de hoy, la izquierda parlamentaria ha perdido capacidad para forzar al PSOE a ir allí donde nunca quieren ir. Pero esa dificultad táctica tiene los días contados, pase lo que pase.

Pablo Iglesias es doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid, ex secretario general de Podemos y ex vicepresidente segundo del gobierno español
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