A la diseñadora de moda Vera Wang parece que ahora le toca ser más conocida por tener el elixir de la juventud eterna que por su trabajo. Sus 74 años no son los 74 años del resto de mortales, sino que, según revistas y diarios de todas partes, son “los 74 años mejor llevados del mundo”. Cuando se llama los mejor llevados, en realidad se quiere decir que, aparentemente, parece mucho más joven de lo que es. Ser una mujer de 74 años feliz con arrugas sin estar delgadísima se entiende que no es llevarlos tan bien. Aún estamos así, sí. Cuando la diseñadora explica cómo ha hecho este pacto con el diablo destaca una dieta a base de hamburguesas del McDonalds, berlinas y vodka, pero sobre todo una vida dedicada al trabajo, porque, según ella, mantenerse ocupada te mantiene joven. Se me ocurren centenares de ejemplos que contradicen este dato, pero es exactamente que cada uno hace los pactos a su manera. También imagino a las más espabiladas comiendo hamburguesas y bebiendo vodka con la excusa perfecta que están frenando el envejecimiento. Adelante. En cualquier caso, en lugar de alegrarnos de vivir las diferentes etapas de la vida mientras en muchos lugares del mundo no tienen esa oportunidad, aquí socialmente seguimos teniendo un problema enorme con la edad. Y, casualmente, afecta mucho más a las mujeres. La dictadura de las apariencias no termina nunca. Pero celebramos que la OCDE recomienda alargar la edad de jubilación porque así, trabajando hasta los 80, seguro que nos mantenemos todas mucho más jóvenes. Aunque sea de espíritu y por fuerza. Y con un chorrito de vodka (o de Aromas de Montserrat, que hace más de aquí).
En la sala de espera de la ginecóloga pude ver en un vídeo toda la oferta en estética que ofrecía el centro, cuando a mí lo único que me preocupaba era recuperar el hierro que estoy perdiendo con la premenopausa. No me entero de nada porque es evidente que debería hacerme arreglar esas gafas profundas que me salen bajo los ojos y quizás incluso me habría hecho una labioplastia, que ahora se lleva mucho. En algunos casos por razones médicas, pero la inmensa mayoría, para “rejuvenecer” el coño. Lo de hacer glúteos habrá quedado totalmente anticuado. Pero lo más chocante (si es que todo no es suficientemente chocante) es que esta intervención se la hacen muchas chicas jóvenes que no han tenido tiempo que su coño “envejeciera”. Da igual que científicamente se diga (se empieza a decir ahora, que se habla más de estas cosas), que no hay vaginas perfectas, porque todos los tipos de vaginas lo son, pero se ve que también buscamos la vagina estándar, no sea que las diferencias internas nos generen problemas externos. Estamos muy mal. ¡Y cómo se llenan los bolsillos con nuestros complejos!
Una amiga acaba de ser madre. Lo único que nos preocupaba del parto es que todo fuera bien, tanto para la madre como para la criatura. Es lo único que siempre nos preocupa de los partos. Normal. Pues parece que la doctora que atendió al parto se preocupó también de los pelos púbicos de mi amiga. Con el vientre todavía abierto por la cesárea le recomendó que se depilara con láser, que era muy efectivo y muy cómodo. Por suerte, el vientre no le dejó abierto y que yo sepa mi amiga ahora mismo tiene mucho otro trabajo que ocuparse de sus pelos. En el futuro, también.
Vivimos una época muy inquietante, llena de violencia y de incertidumbres. En algunos sitios es imposible envejecer y en otros no es fácil hacerlo dignamente. No tiene ningún sentido poner más presión en los diferentes ciclos de la vida cuando sólo vivir es ya una presión. Explicamos cómo celebrarlos, en lugar de cómo modificarlos. Porque ya sabemos que los defectos son los que nos hacen perfectos, ¿no?