"El Parlamento no investigará al diputado de Junts Francesc de Dalmases por acoso sexual", leemos en el AHORA. Así lo ha acordado la mesa de la cámara catalana, después de que la periodista Marta Roqueta le acusara, en las redes, de "violencias machistas" y "maltrato psicológico". Decía: "Lo tenemos en el Parlament, es público que ha abucheado a periodistas y ha maltratado a compañeras de trabajo. Nadie mueve ningún dedo". En fin, todos recordamos su trato, inadmisible, hacia la directora de un programa de TV3.
Insisto un día más en decir que no soporto, no tolero cualquier mala conducta hacia los trabajadores. La gente que odio más del mundo es la que maltrata a los camareros. Formo parte del equipo que dimitió en bloque de un programa por una cuestión de éstas. La dignidad de los trabajadores en el mundo del entretenimiento y la cultura (un mundo de monas) a menudo se pisa. Muchos son autónomos o tienen contrato de obra. Se les puede decir: "Mañana no vuelvas".
Pero insisto un día más en vigilar mucho a la hora de definir "violencia machista" o "acoso sexual". E insisto un día más que en este mundo –en otros quizás no– la vejación, los gritos, las bromas subidas de tono o soeces hacia jóvenes aspirantes no las hacen sólo los hombres a las mujeres. Las hacen los poderosos y las poderosas hacia los subordinados y subordinadas. El cliché del becario "llevando el café" se basa en la servidumbre que parece debida por parte de los jóvenes hacia los veteranos, en este mundo. Todas las compañeras que estos días denuncian en la red, ¿no conoces, no les suena ninguna mujer periodista que haya abucheado a otra mujer o un hombre en medio de la redacción? ¿Hacia que haya entrado en la redacción diciendo groserías sexuales sobre conserjes o becarios? ¿Hacia que haya hecho llorar a una subordinada (olvidando, ese día, la sororidad)? ¿Hacia el punto de ser denunciada, de verdad? Yo sí. Y también he trabajado y trabajo con mujeres que nunca lo han hecho (y con hombres que tampoco).