La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el pasado miércoles una emergencia sanitaria mundial por la viruela del mono, justo después de que el día anterior las autoridades sanitarias africanas hubieran hecho lo mismo en todo el continente: en África se han disparado los contagios de esta enfermedad infecciosa, especialmente en la República Democrática del Congo, donde se ha detectado una cepa más agresiva. La declaración de la emergencia mundial por parte de la OMS se produce —como explicó el director general de la entidad, Tedros Adhanom— porque no sólo los contagios son más numerosos y se han registrado en países donde nunca se había detectado este virus, sino que existen más variedades que se contagian por diferentes vías (no sólo por transmisión sexual, como se había creído hasta ahora). Por supuesto, la emergencia sanitaria mundial tiene como objetivo impedir la expansión de la viruela del mono en todo el planeta, y requiere una respuesta en forma de protocolos de medidas por parte de los gobiernos del mundo. Este mismo lunes 19 de agosto se reunirá el Comité de Seguridad Sanitaria de la Unión Europea, con asistencia de todos los Estados miembros.
Como sabemos, los protocolos ante situaciones de epidemia, o de pandemia, comportan dificultades de distinto orden. Las medidas sanitarias pueden suponer un estorbo para el funcionamiento de la economía, ya que pueden incluir restricciones de movimientos de personas o de bienes, etc. De ahí pueden derivarse también discusiones sobre derechos y libertades que se vean temporalmente restringidos para dar prioridad a la necesidad de detener los contagios. Desgraciadamente, lo sabemos todos porque lo sufrimos hace poco, con la pandemia de cóvido.
Como corolario inevitable de estos conflictos aparecen las desinformaciones, demagogias y noticias falsas, casi siempre en su versión alarmista, catastrofista y/o conspirativa. No sabemos nada sobre la viruela del mono, salvo que por ahora no hay motivo de alarma en Europa, pero los charlatanes ya se han puesto a bramar; de hecho, antes de que la OMS decretara la emergencia sanitaria. En España, las declaraciones furiosas que ya hacen correr algunos elementos de la extrema derecha (“no nos volverá a utilizar para hacer experimentos”, “no nos volveremos a poner bozal”, “esta vez estamos organizados y lo reventaremos todo ”) tienen como mínimo la virtud de recordarnos que la resistencia contra la medicina, y contra la ciencia en general, suele venir siempre de la irracionalidad de las ideologías iliberales o violentas. Luego hay otra parte que pronto volveremos a oír, que son los pedantes que se resisten a seguir los protocolos médicos porque también ven una “dictadura” que quieren combatir desde sus imposturas intelectuales o ideológicas. Antivacunas en la versión de cuñado de barra de bar o en la versión de supuestos aristócratas del espíritu y de la inteligencia: todos anteponen su vanidad a la atención hacia las personas con las que conviven. Y todos juntos, illetrados y sabidos, acaban resultando tanto patéticos como peligrosos.