Vivienda: inmersos en una burbuja de precios

Una persona mirando ofertas de pisos en el escaparate de una oficina inmobiliaria. MARCO ROVIRA
27/08/2025
2 min

La palabra burbuja aplicada a la vivienda genera miedo. Nos recuerda la que vivimos hace diecisiete años. Entonces la cuestión era financiera y se pinchó el globo del sobreendeudamiento de una demanda que, en muchos casos, no era suficientemente solvente. Hoy podemos utilizar la expresión porque no estamos en esa situación. Como aseguran algunos expertos, la burbuja actual es de precios, es decir, que lo que se pide por metro cuadrado está totalmente desvinculado de las rentas, los sueldos y el crecimiento económico. Sus motores son la presión demográfica, la inversión especulativa y el abaratamiento del crédito.

Una muestra de todo son los datos sobre las hipotecas. Los bancos están concediéndolas a pleno rendimiento, con el protagonismo actual de intermediarios que buscan las mejores ofertas para los particulares en un contexto de préstamos más baratos por la bajada del precio del dinero. Y los datos sobre morosidad, situado en los niveles de hace diecisiete años, demuestran que la demanda es, por ahora, solvente. Muchos compradores se mueven empujados por el síndrome FOMO (fear of missing out, en inglés), es decir, el miedo a perder la oportunidad de adquirir una vivienda propia. Mientras conseguir una hipoteca siga siendo más asequible, será difícil que los precios bajen. Es un principio económico esencial: hay presión por parte de la demanda y una oferta que es insuficiente y, por tanto, los precios van al alza. Los precios suben tanto, de hecho, que pueden llegar a hacer perder la ventaja de la reducción del coste de los préstamos.

El dinamismo del mercado de compraventa tiene una cara B. Y es el alquiler. Cada vez más escaso y prácticamente imposible de pagar teniendo en cuenta los salarios medios del país, arrendar es cada vez más complicado. Lo que se pide al mes por una vivienda se come buena parte de los ingresos familiares. Y sobre todo, imposibilita la emancipación de casa de los padres de la población más joven. Los topes establecidos por la ley de la vivienda en las zonas que se llaman tensionadas, que Catalunya fue la primera en empezar a aplicar, han moderado los precios, pero a la vez contribuyen a reducir la oferta, que ya de por sí es bastante pobre. Y parte de esta oferta, además, escapa hacia los alquileres turísticos o de temporada, lo que presiona de nuevo los precios al alza.

Un elemento esencial para frenar la escalada es aumentar la oferta para acercarla más a una demanda que es creciente. Y con un papel protagonista del sector público, sea de forma directa o bien de forma concertada con el sector privado, como han empezado a defender tanto el gobierno español como el catalán. Y esto tanto en lo que se refiere a la oferta de venta como, especialmente, a la de alquiler. Muchas administraciones han dejado durante mucho tiempo la vivienda en manos del mercado, cuyo principal objetivo es obtener el máximo rendimiento. Esto demuestra que es necesario facilitar su oferta, y especialmente enfocada hacia los precios asequibles y más ajustados a la realidad económica y social, lo que requiere un cierto protagonismo público. Sólo de esta forma podremos, con el tiempo, dejar de hablar de burbujas.

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