La legislatura en el Estado

Un aire de final de legislatura

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, se desplazó hasta Ourense acompañado por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda.
30/08/2025
4 min

MadridCuando estamos a punto de empezar un nuevo curso político, se está apoderando del ambiente un cierto aire de fin de legislatura. Suele decirse que agosto es un mes especial, con menos actividad y una menor trascendencia de los acontecimientos. Pero desde hace unos años hemos tenido muchas importantes novedades en plena canícula. Los relojes ya no se paran, sobre todo para los cargos públicos, y no porque las vacaciones estén sobrevaloradas, como dijo Feijóo, sino porque determinadas responsabilidades, señaladamente las del presidente del gobierno, son personalísimas e indelegables. Pedro Sánchez lo sabe perfectamente. Lo ha demostrado en muchas ocasiones. Quedó claro, sin ir más lejos, cuando convocó las elecciones del 2023, con las votaciones en julio y el acto de constitución de Les Corts unas semanas más tarde. La apuesta le salió bien esa vez, pero será muy difícil repetir, tanto si la próxima convocatoria se hace pronto como si espera hasta el 2027, cuando acaba el actual mandato.

En todo caso, los hechos de este verano han mostrado un clima diferente al de hace dos años. La maquinaria de los partidos responde a un ambiente preelectoral permanente, lo que implica la concentración de energía en la búsqueda de cualquier error del adversario, aunque sea forzando la interpretación de los eventos. Esto ha sido muy evidente en las últimas semanas, y no sólo por la tragedia de los incendios. Tanto en el ámbito interno como en la política internacional el verano ya no es un paréntesis. Por el contrario, puede servir para consolidar imágenes y sensaciones, en este caso sobre la marcha del gobierno. Como conclusión provisional diría que este agosto ha sido un mes muy espeso, con abundancia de espacios informativos llenos de datos e imágenes escalofriantes. Las más cercanas, sobre los incendios, con víctimas mortales y la frustración de mucha gente que ha sufrido las consecuencias del fuego. Otros eventos destacados de este período son más lejanos, pero también nos afectan por muchas razones. Se trata, sobre todo, de la masacre de la población civil y el hambre en Gaza, o de la guerra de Ucrania y los intentos de negociación de unos acuerdos de paz que no tienen perspectivas de conseguirse.

Obviamente, se trata de problemas muy diferentes, pero con un gran potencial para influir en lo que llamamos conciencia colectiva. En términos generales, este conjunto de factores favorece la creación de un clima social caracterizado por la fatiga. Los síntomas de este malestar social son más evidentes si para completar el cuadro tenemos en cuenta otras cuestiones pendientes sin que se vean perspectivas de solución a corto plazo. Me refiero, por ejemplo, a efectos del aumento de precios de los últimos años que no va acompañado de una subida de los salarios. Una combinación de problemas que ha incrementado la dificultad de mucha gente, sobre todo los jóvenes, para hacer efectivo el derecho a acceder a una vivienda digna.

Con este tipo de escenarios de fondo, las imágenes de los fuegos han sido seguidas durante muchos días por la reproducción de las declaraciones de todo tipo de líderes políticos tirándose los platos por la cabeza sobre la responsabilidad por los incendios. No hace falta haber perdido la casa u otros bienes en las montañas de León o de Ourense para imaginar qué pueden pensar los afectados por este drama. Es evidente que la política implica controversia y control de la acción de los gobiernos –sean el del Estado o los de las comunidades autónomas–, pero todos deberían realizar un esfuerzo autocrítico sobre el ejercicio de sus responsabilidades.

No tiene sentido acusar a Sánchez de haberse quedado "en la poltrona" durante días mientras el noroeste de España se quemaba, como ha manifestado el secretario general del PP, Miguel Tellado. Pero también los socialistas deberían realizar un acto de contrición y reconocer que los comentarios de algunos de sus dirigentes, al inicio de los fuegos, efectuando la misma acusación contra el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, tampoco aportaron nada. Ni Sánchez se quedó trabado en la finca de La Mareta (Fuerteventura) en los primeros días de los incendios, ni Fernández Mañueco hizo lo mismo en Málaga. El problema no ha sido de carencia de atención una vez iniciados los fuegos, sino la ausencia –en especial en Castilla y León– de políticas de prevención y buena gestión de recursos.

El clima político

Socialistas y populares deberían ser conscientes del deficiente papel jugado tanto en la falta de previsión como en la ineficaz respuesta al drama de este verano. El estado autonómico se está poniendo a prueba con hechos como éstos. Que nadie se extrañe si después baja la participación electoral. La diferencia entre unos y otros consiste en que será el PSOE el que pague un mayor precio por las insuficiencias y los errores. Esto tiene que ver con la idea inicial relativa a una sensación de fin de legislatura. Para remontar el golpe que ha supuesto el caso Cerdán-Ábalos-Koldo de comisiones a cambio de contratos de obra pública, el gobierno debe aplicar métodos de acción política que demuestren mayor capacidad de reacción y mayor efectividad. Este asunto de corrupción ha significado un desgaste importante y el PSOE sufrirá por recuperar terreno.

Ver ahora que Sánchez no ha estado junto a los reyes en sus visitas a las zonas afectadas por los incendios nos remite a las imágenes de Paiporta el día que también acudieron el monarca y la reina, cuando Sánchez tuvo que marcharse tras un intento de agresión. Pero existen otros datos. Por ejemplo, el protagonismo del Senado –donde el PP tiene mayoría absoluta– haciendo posibles las comparecencias del gobierno estatal en agosto, mientras en el Congreso se rechazaban otras peticiones de control por varios asuntos, como la política de inmigración. Las votaciones a la diputación permanente del Congreso han sido negativas para el gobierno porque han puesto de nuevo de manifiesto su debilidad parlamentaria, aunque haya logrado frenar la ofensiva de la oposición. Ahora bien, Junts tendrá que tener cuidado porque la repetición de su coincidencia en votaciones con el PP y Vox le puede resultar contraproducente. El momento de la verdad llegará cuando haya que hacer frente al debate de totalidad sobre la propuesta de presupuestos. Todos –el líder socialista y las minorías que le han apoyado– se la juegan si el clima de fin de legislatura se confirma y terminan convocando elecciones anticipadas.

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