Un caserío, muchos vuelos y Signal: así se ha negociado la investidura de Sánchez
Osasuna 2 - Girona 4, uno de los temas de conversación antes de cerrar los acuerdos
Barcelona / Madrid / BruselasDesde la misma noche del 23-J que Pedro Sánchez advirtió a su círculo más cercano de que lucharía por la investidura, aunque eso significara tener que pactar con Junts. Lo que nadie sabía entonces era el precio que estaba dispuesto a pagar, por eso la consigna en el PSOE fue clara: callar. También cuando se les preguntaba sobre la amnistía: si antes del 23-J la posición del partido era responder que no cabía en la Constitución, después se contestaba con el silencio. Éste fue el primer indicio para Junts que era posible: comienza una partida para jugadores profesionales que se conjuran en el hermetismo con el reto de construir confianzas después de seis años de relaciones rotas. Las reuniones se producirán en Barcelona, Madrid, Bruselas y otras ciudades europeas y el método de comunicación volverá a ser Signal, la red social fetiche para el independentismo catalán: vascos y socialistas tendrán que descargarla.
El primer contacto que se produce entre Junts y el PSOE, sin embargo, es antes del ciclo electoral. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, presenta al secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, a Jordi Turull. El secretario general de Junts mantiene una relación de amistad (y política) con Ortuzar desde hace treinta años ya finales de marzo se encuentran con el interlocutor socialista en un caserío de Vizcaya. Ambos piensan en la posibilidad de tener que entenderse tarde o temprano, aunque todavía tienen por delante a las municipales –se abrirá un abismo entre Junts y el PSC por la operación de desbancar a Xavier Trias de Barcelona– y el escenario de unas elecciones españolas en julio no está sobre la mesa. Ahora bien, a partir de ahí comienza una interlocución directa entre el PSOE y Junts que servirá, una semana después del 23-J, para empezar a negociar: primero la mesa del Congreso y después el acuerdo de investidura.
Puigdemont decide tomar las riendas de la negociación en primera persona, aunque en campaña ha asegurado que Junts no hará presidente a Sánchez. No se cree que el PSOE optará por tejer alianzas con los independentistas, a diferencia del también exiliado Toni Comín, que está convencido: bautizan esta posibilidad como "el escenario Toni". Al día siguiente de las elecciones, la ejecutiva de Junts le da toda la confianza a Puigdemont ya partir de ahí, la ejecutiva quedará al margen de la negociación. Es el expresidente en el exilio quien pasa a controlar toda la información, con un método que recuerda al 1-O: divide el trabajo y sólo él tiene la película entera. Turull y Miriam Nogueras, portavoz en el Congreso, se encargan de la interlocución con el PSOE, mientras que Comín lidia con Jaume Asens, de Sumar. Esta alineación, sumada al abogado Gonzalo Boye –que ya montaron la operación del exilio en el 2017–, es clave para entender la apuesta de Puigdemont: será Boye el encargado de negociar la amnistía, la mejor opción para que el expresidente vuelva libre tras las sentencias desfavorables de Luxemburgo.
Chaperos Puigdemont-Cerdán
Cuando el 30 de octubre se hace pública la foto entre el expresidente Carles Puigdemont y Cerdán para evidenciar que el acuerdo es inminente, no es ni mucho menos la primera vez que se ven. Tras la constitución del Congreso el 17 de agosto, ya comienzan los encuentros entre Puigdemont, Turull, Cerdán y Nogueras. Eligen lugares donde nadie pensaría encontrárselos: ni la Catalunya del Nord ni Bruselas, sino varias ciudades europeas. "Hemos hecho turismo", ironiza uno de los interlocutores. "Rehicimos los puentes con Junts después de seis años de tenerlos cerrados", explica una voz socialista. Hay nombres que ayudan a fluir las cosas: el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero es uno de ellos. Por tanto, cuando Miriam Nogueras se reúne oficialmente el 13 de octubre con Pedro Sánchez, Cerdán y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, en el Congreso de Diputados, hace ya mucho tiempo que hay interlocución directa y cierta confianza. La prueba es el mensaje que Turull envía al número tres del PSOE tras su reunión: "¿Ha ido bien?"
Cerdán ha sido el hombre del PSOE más relevante en su relación con Junts. Se le considera un hombre directo, discreto y reservado, el tipo de persona que se envía a misiones difíciles, como la de pactar con Puigdemont. Ahora bien, Bolaños entra en escena a partir de agosto y se reúne a menudo con Turull, por videoconferencia y en tres ocasiones de forma presencial –una en Madrid y dos en Barcelona–. En el lado socialista, sólo cuatro personas tienen la información completa del día a día de las negociaciones: Bolaños, Cerdán, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y Pedro Sánchez, que no llega a intercambiarse ningún mensaje ni con Puigdemont ni con Turull. Salvador Illa, a quien los independentistas no quieren como interlocutor en las conversaciones, está informado permanentemente por el presidente español.
La foto Díaz-Puigdemont
En paralelo, Comín y Asens también ponen en marcha su propia operación: el encuentro de Puigdemont y el líder de Sumar, Yolanda Díaz, que se producirá en Bruselas el 4 de septiembre, el día anterior de la conferencia de Puigdemont sobre las condiciones de investidura. "Es muy importante", explican desde Junts, ya que rompe el tabú sobre la figura de Puigdemont. No es la primera vez que hablan: Díaz y el expresidente ya han compartido largas conversaciones telemáticas –el contacto público no puede producirse en frío–, y las mantendrán a posteriori. Por el contrario, el PSOE no informará a Díaz. No es la única foto importante que se produce en estas fechas: el 15 de septiembre Puigdemont escenifica el reencuentro entre Junts y el PNV, con una primera reunión en Waterloo desde el 2017 con Ortuzar y el portavoz en el Congreso, Aitor Esteban.
La negociación en paralelo a Esquerra
Si bien los contactos de Junts con Sumar y el PSOE fluyen desde después del 23-J, no hay interlocución con Esquerra. El único hilo de alto nivel está entre Turull y la secretaria general de los republicanos, Marta Rovira. Los republicanos tienen su propia negociación con los socialistas, pero las conversaciones no avanzan al ritmo que quiere Esquerra. El calendario empieza a correr y, días antes de la castañada, el partido decide hacer público que la cosa no va bien. Y apuntan directamente a Montero. Los republicanos han subido el precio de su investidura y no solo quieren pactar la ley de amnistía, sino que exigen también el traspaso de Cercanías y mejoras en la financiación. El aviso de ERC no le gusta a la ministra –la molesta–, pero es a partir de entonces que las conversaciones vuelven a encauzarse.
El 30 de octubre hay un encuentro en Madrid que empieza a desatascar las negociaciones. Se desplazan la consejera de la Presidencia, Laura Vilagrà; la titular de Economía, Natàlia Mas; la secretaria general de la Presidencia, Núria Cuenca, y también el presidente del grupo de ERC en el Parlament, Josep Maria Jové. Por parte del gobierno español están Bolaños, Montero y sus jefes de gabinete. Se aborda sobre todo la cuestión de la financiación, la carpeta más verde. Al día siguiente se intensifican los intercambios de documentos para cerrar el traspaso de Cercanías y la ley de amnistía. Los republicanos, desde el partido y desde el Govern, estarán más de trece horas conectados para trabajar todas las cuestiones técnicas y políticas del acuerdo con figuras como Rovira o Jové al frente, pero también con el líder de ERC, Oriol Junqueras, y el presidente, Pere Aragonès, supervisando los avances.
La semana escogida
La semana de la castañada es cuando los socialistas prevén cerrarlo todo. La prueba es la defensa desacomplejada que Pedro Sánchez hace de la amnistía ante el comité federal del PSOE, tras cerrar el pacto con Sumar y poner en marcha la consulta a la militancia. El plan es cerrar el pacto con Junts y después Esquerra –el último el PNV– y ser investido la semana del 6 de noviembre para presidir la cumbre socialdemócrata europea del mismo fin de semana en Málaga ya reelegido presidente. Ahora bien, una vez más entra en juego la competencia entre los partidos independentistas, que por primera vez se disputan en un terreno hasta ahora jamás explorado: quien saca más réditos del PSOE. "Es mucho más fácil sentarse en una mesa y que lo que digas lo reciban los dos. Ellos se miran por el retrovisor. Provocaba que tuviéramos que tener equilibrios para que llegáramos a un acuerdo satisfactorio con los dos", apuntan fuentes socialistas.
Los republicanos , socios preferentes de Sánchez en los últimos cuatro años, se adelantan y cierran antes el acuerdo con el PSOE el 31 de octubre. Es noche de panellets y castañas y Aragonès debe dejar un momento la veintena de invitados que tiene en casa para sellar el entendimiento por teléfono con Sánchez. Es en esta llamada, según ERC, cuando arranca el compromiso de que el Tsunami Democrático y los CDR entren en la ley de amnistía, que han trabajado tanto Rovira desde Ginebra como Marta Vilaret desde Barcelona, la encargada de la lucha antirrepresiva en el partido. La foto del pacto se hace el jueves 2 de noviembre: Bolaños viaja a Barcelona y escenifica el acuerdo con Junqueras en el Hotel The Hoxton, en Poblenou.
Con Junts debía pasar lo mismo en Bruselas. El lunes de la misma semana Puigdemont y Cerdán escenifican públicamente que el acuerdo es inminente con una reunión pública en los despachos del Parlamento Europeo. Al día siguiente Boye viaja a Madrid y comparte con Asens el texto legal de la ley de amnistía, que está casi terminada. Los negociadores se dejan el miércoles, que es festivo, para terminar flecos, pero se atascan: Juntos no ve claro que queden blindados los casos que no están directamente vinculados al 1-O –los casos lawfare– y también les incomoda que Esquerra ya haya dado por cerrada la amnistía con el PSOE y haya anunciado un nuevo espacio de negociación con un verificador, una de las condiciones que Puigdemont había puesto sobre la mesa.
Juntos y el PSOE negocian hasta la madrugada, pero no superan el escollo: a primera hora del jueves, se reúne la cúpula de Junts en Bruselas en el Hotel Thon y se constata que no hay acuerdo. Desmontan el atril que tenían preparado y el secretariado permanente de Junts gira cola hacia Barcelona. Al día siguiente lo hace Cerdán, que también estaba en Bruselas para sellar el pacto. Se dan unas horas de descanso, pero pocas: el mismo fin de semana liman diferencias y vuelven a prepararlo todo para anunciar el pacto el lunes 6 de noviembre.
El efecto García-Castellón
La cúpula de Junts vuelve a Bruselas y vuelve a haber un atril a punto: el del Press Club, el mismo lugar en el que Puigdemont compareció cuando llegó del exilio hace seis años. Sin embargo, una noticia de última hora vuelve a interrumpir los planes: el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón imputa por terrorismo Puigdemont y Rovira. Además, incluye un fallecimiento por parada cardiovascular en el auto que podría atribuir a los organizadores. Saltan las alarmas en Bruselas: la ley de amnistía excluye precisamente a los encausados por terrorismo si hay víctimas mortales. "Debemos cambiar el texto", asegura uno de los negociadores.
A partir de ahí se inicia una semana eterna: Cerdán se pasa horas en el Hotel Sofitel con el director de comunicación del PSOE, Ion Antolín, y dos juristas de su equipo. A pocos metros del Parlamento Europeo, negocian telemáticamente con Turull y Puigdemont. No se ven en ningún momento y obligan a la prensa a dividir esfuerzos: unos hacen guardia en el vestíbulo del hotel, mientras el resto recorren el centro de Bruselas en busca del expresidente, mucho más reacio a compartir su ubicación . Así pasan las horas lunes, martes y miércoles, hasta que los equipos se ven con corazón de anunciar un pacto.
El último día de negociaciones cenan en un hotel de Waterloo Comín, Nogueras, Puigdemont, Turull y Laura Borràs –la presidenta de Junts–, que se suma a la negociación en la recta final. Serán el expresidente y Turull, sin embargo, los que telemáticamente cerrarán los últimos flecos del pacto con Cerdán a las tres y media de la madrugada de este jueves. El clima acaba siendo bueno entre ellos, pese a la tensión: Puigdemont y el socialista hablan incluso de fútbol. Por pena de Cerdán y por gloria del expresidente, Osasuna pierde 2 a 4 ante el Girona.