Cs: el guardarropa del PP

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El candidato de Cs, Carlos Carrizosa.

BarcelonaAlbert Rivera irrumpió desnudo en política bien construido de padrinos y Carlos Carrizosa se irá vestido pero sin que le haya quedado ni una prenda en el fondo de armario del PP en la que se ha convertido Ciudadanos. El partido que llegó para cargarse la inmersión lingüista, fingió ser socialdemócrata para intentar crecer, se convirtió en el Podemos de derechas para dar el salto a España y que tras ganar las elecciones catalanas ha caminado inexorablemente hacia la irrelevancia, espera su final siendo, sencillamente, la sala de espera de quien quiere tener un cargo en el PP.

Carlos Carrizosa es de los pocos que, de momento, se ha resistido a hacerlo. Ha batallado por tener su última campaña y se ha negado a una coalición con Alejandro Fernández incluso enfrentándose al líder de su partido, Adrián Vázquez, que -¡oh, sorpresa!- ha fichado por los populares. Lo ha hecho, por cierto, meses después de decir que en el ADN del PP estaba "la corrupción y el transfuguismo". Uno más en la lista, desde el hombre que tiene más chaquetas que Xavier Sala y Martín, Toni Cantó, hasta Nacho Martín Blanco, que tardó cinco minutos en mudarse a la calle Génova de Madrid. "Yo no veo ni rojos ni azules, veo españoles", decía Albert Rivera cuando él y las encuestas deEl País se creían que gobernarían España. El hombre de los giros de volante se despeñó por el barranco de la realidad electoral, y desde entonces sólo se ven diputados de Ciudadanos de color azul.

Carrizosa se ha mantenido fuera de esta incongruencia, y su gran contradicción es que el único elemento que tiene para salvar al partido que nació para negar el hecho diferencial catalán es convertirse en algo diferencial catalán. Volver a ser ese fenómeno propio que crece como antítesis en los partidos procesistas. Allí se hizo fuerte una formación que, al empezar a mirarse más las encuestas que los principios, empezó a desaparecer. Está haciendo un esfuerzo, pero los sondeos indican que a Carrizosa solo le quedará la opción de coger la última chaqueta del armario o marcharse políticamente desnudo pero con dignidad.

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