Proceso soberanista

La desmovilización del independentismo: causas y (posibles) remedios

Los analistas destacan la necesidad de asumir el escenario post 1-O y marcar una nueva hoja de ruta realista

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Fiesta del 2018 en Barcelona

BarcelonaA la hora de analizar movimientos sociales, los expertos a menudo usan la metáfora de la ballena. "Cuando emerge genera una gran fascinación, un enorme imprevisto. Pero cuando baja no sabes dónde está", expone Jordi Mir, director del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la UPF. El independentismo, avezado a las metáforas marineras, sería una ballena que salió del agua en 2012 y dio un salto que se mantuvo en el aire más de un lustro. Sin embargo, ahora vuelve a estar debajo del agua. El apoyo a la independencia ha tocado fondo en el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión (CEO) –un 41%, el mínimo desde que se pregunta junto con el de junio de 2017– y hace tiempo que la calle no responde de forma masiva a hechos que ya solo lo indignan –mayoritariamente– por Twitter, como el Catalangate, las visitas del rey, las últimas causas judiciales o las últimas filtraciones sobre la operación Catalunya. La gente lo veía como "una carrera rápida [...], pero, cuando un movimiento se acaba estrellando, la resaca es inevitable", apunta el filósofo Josep Ramoneda.

Y la resaca de aquel salto frustrado todavía dura. El periodo anterior a 2017 era, para Silvia Claverias, profesora de ciencias políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, una "ventana de oportunidad". De hecho, la sorprendió que se mantuviera tanto tiempo abierta. "A partir de 2017, se fue cerrando –narra– y la gente ya solo ve costes y ningún beneficio. Se preguntan: «¿Que más tenemos que hacer?». Y responden: «Si todo aquello que nos dijeron que teníamos que hacer ya se hizo»", añade Mir. Un exdirigente independentista lo compara con el Coyote y el Correcaminos: el independentismo está en aquel punto en el que el primero, después de haber fracasado en el enésimo intento de atrapar a su presa, queda aturdido en el suelo. 

Pandemia e indultos

Las expectativas frustradas han venido acompañadas de un contexto que ha dificultado todavía más superarlas. Si antes de entrar en la Moncloa Pedro Sánchez admitía que el gobierno del PP fue una "fábrica de independentistas", él mismo se ha propuesto cambiar la producción y la semana pasada ya atribuía al diálogo con Catalunya la caída del apoyo al Estado propio. "Si está tan seguro de que el diálogo y la negociación neutralizan o minimizan el independentismo, que ponga las urnas para que votemos en un referéndum", le respondió unos días después el president de la Generalitat, Pere Aragonès. Sin embargo, lo cierto es que los indultos han rebajado la tensión y, a pesar de que el Gobierno español continúa vetando el referéndum y la amnistía, el diálogo ha ayudado a romper la excepcionalidad. "No tener a alguien delante que constantemente te da motivos para enfrentarte desmoviliza", apunta Mir. Y, por el medio, una pandemia que desmovilizó forzosamente a todo el mundo en todos los sentidos, tal como señalan los analistas consultados. Si la motivación para superar el covid fue volver a la nueva normalidad, para el independentismo la receta sería parecida: "Es necesario dibujar horizontes de esperanza", afirma Gemma Ubasart, profesora de ciencia política en la Universitat de Girona.

¿Y esto en qué se traduce? Los partidos no lo saben –o al menos no se ponen de acuerdo– y esto es otro causante de la desmovilización. "Han pasado de movilizarse en contra de un supuesto enemigo externo a hacerlo en contra de algunos otros sectores independentistas", expone Mir. Se ha escuchado cómo se abroncaba a Oriol Junqueras en una manifestación de la Diada o como manifestantes independentistas silbaban a los diputados de ERC y la CUP a las puertas del Parlament. Mir afirma que cuando esto pasa quiere decir que el tejido social se empieza a "descomponer". "Cuando las cosas no van de cara siempre es más fácil acusar al que tienes más cerca", añade Ramoneda. Todo ello conduce hacia la Diada de este año, que ya no será contra el Estado, sino contra los partidos independentistas, y ya no prevé ser una fiesta porque la ANC ya no quiere hacer "cosas bonitas".

Para evitar estas rupturas, Jordi Cuixart dio un paso al lado en Òmnium pidiendo que el suyo no fuera el primero. En un Procés donde muchas veces las relaciones personales –la desconfianza entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras es conocida– han explicado en buena parte las decisiones que se han tomado, los liderazgos son "un componente importante para guiar la atención", según apunta Mir. Regenerarlos siempre es positivo, considera, pero añade que, si el tejido social es "saludable", los liderazgos "no son imprescindibles".

Emoción y racionalidad

El diagnóstico principal, pues, es que el independentismo tiene que asumir el momento en el que se encuentra y esto implica "pasar de una fase emocional a una fase más racional", según Ramoneda. En estos momentos, añade el filósofo, sería más importante una gran "movilización electoral" para poder negociar con la fuerza de los votos detrás que una "supermanifestación en la calle". Mir, en este sentido, pone el ejemplo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca o de los movimientos surgidos del 15-M, que en determinados momentos han priorizado acciones para poder negociar –como ocupar un banco– a concentraciones de mucha gente en la calle.

Via Laietana llena de gente por la Diada de 2021.

També subrayan otro elemento que a menudo repiten los partidos independentistas –y, por razones totalmente opuestas, también algunos no independentistas–: volver a los grandes consensos. "Los actores tienen que entender cómo aprovechar al máximo una estructura de oportunidad política. Y en esto tiene que ver la capacidad de dibujar marcos discursivos hegemónicos", analiza Ubasart. Aun así, y aunque el objetivo de conseguir la independencia en 18 meses es casi insuperable en términos de épica, los expertos creen que más que un hito glorioso el movimiento necesita una hoja de ruta realista, a medio o largo plazo, para volverse a movilizar y superar "el estrés postraumático del Procés", en palabras de Mir. Y pensar que la ballena puede hacer muchos saltos antes de dar el definitivo.

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