José Antonio, el abuelo de Alejandro Fernández: el socialista asturiano que tenía un gigantesco caballo negro

El candidato del PP recuerda las conversaciones de política con su abuelo materno, que era de izquierdas, y cuando iba a verle a la aldea asturiana donde vivía

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El presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, en un coloquio organizado por el Club Siglo XXI en Madrid

BarcelonaCuando Alejandro Fernández recuerda a su abuelo materno, José Antonio Álvarez, va suavizando la voz. Primero habla de él de forma didáctica, como buen orador que es, pero poco a poco los recuerdos se imponen y con ellos las emociones. "Le amé mucho aunque nos dejó cuando yo tenía 13 años. Él siempre vivió en Asturias, pero venía a vernos a Tarragona. Y fue en una de esas visitas que murió, en 1989, cuando era con nosotros. Estaba mal de los pulmones" recuerda. "Siempre se cuidó de mí, aunque cuando ya era un niño, nos discutíamos un poco de política" añade. "Es que yo ya empezaba a ser más de derechas y él... pues él era muy de izquierdas" dice con una carcajada. Muchas familias prefieren no hablar de política para evitar el estropicio. En casa de los Fernández no pasaba, mantenían la cordialidad pese a ver el mundo de formas distintas. "Mi padre era de derechas y siempre discutían sobre política. Y yo salí a papá, pero al abuelo me la quería mucho, teníamos una relación muy especial" añade el candidato del Partido Popular.

El abuelo, José Antonio, era un chiquillo de apenas 18 años cuando empezó la Guerra Civil. Entonces él ya era socialista, así que estuvo en el bando republicano, condenado a la derrota. "Estuvo en listas negras y no lo pasó bien, pero viendo cómo fue la guerra tuvo suerte de no ser fusilado" dice su nieto, que con orgullo añade que cuando llegó la democracia, el abuelo llegó a ser alcalde de la pequeña aldea asturiana donde vivió siempre, Dolia, en el municipio de Belmonte. "Debieron de vivir unas 40 personas" dice Alejandro. Ahora, la cifra es de apenas 20 habitantes en este paraje situado en el camino real de Puerto de la Mesa, sobre una vieja calzada romana. Un espacio precioso, rural, donde Fernández recuerda ir los veranos para ver al abuelo con las vacas, "ya que vivía de eso, de las ocho o nueve vacas que tenía". De esas visitas recuerda a los callos con patatas que hacía la abuela María, la esposa de José Antonio, que vivió hasta los 95 años. Y ese andar lento del abuelo cuando iba a segar el césped, ya que era cojo. "Con ocho años tuvo una polio muy agresiva. Estuvo dos años en la cama, sin poder moverse. En aquella época te enyesaban la pierna durante la enfermedad y te quedaba más corta. Tenía una pierna 20 centímetros más corta. Así que era conocido como el cojín de Dolia" añade, utilizando la palabra en asturiano.

"Pienso mucho en él. No pudo estudiar, pero era un hombre listo y trabajador. Un ejemplo de superación. Salió adelante a los cuatro hijos, trabajando fuerte siempre. Le recuerdo con cariño, para mí cuando era niño era impactante ver' Y en el campo, porque tenía un caballo negro muy grande. ¿Cómo no quedarte impresionado cuando eres un niño de ciudad y tienes a un abuelo con un gigantesco caballo negro?

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