De la ola de solidaridad al efecto boomerang

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Pedro Sánchez, durante su entrevista en TVE

BarcelonaEl PSOE entró en choque la semana pasada con la carta de Pedro Sánchez, respiró aliviado el lunes con su comparecencia y ahora empieza a preguntarse qué ha pasado, porque todavía nadie ha entendido nada. El partido se abrió en canal el pasado sábado y se presentó ante la opinión pública como una organización dependiente de una sola persona en un espectáculo con toques de histerismo. Una persona que, además, actúa al margen de los órganos del partido, incluso de su equipo de confianza, y aspira a una comunión directa con la ciudadanía de aires mesiánicos que pone los pelos de punta a los dirigentes más serios y refractarios a cualquier salida de tono. De repente vieron que sin Sánchez no hay plan B, y que el partido no puede ser sometido de nuevo a una situación similar.

Además, en Madrid se ha producido una pérdida de confianza entre los periodistas y la Moncloa que costará reconducir. Muchos llegaron a creerse que realmente Sánchez estaba destruido y quería plegar, porque eso era lo que transmitían las fuentes más cercanas, y ahora se sienten engañados, porque a medida que pasan las horas cada vez menos gente se cree que Sánchez tuviera ninguna voluntad y cada vez más gente cree que lo que buscaba era cambiar la conversación pública y generar una ola de solidaridad hacia él.

El problema es que este tipo de maniobras deben resultar muy creíbles para ser efectivas, y la línea que separa el drama sincero de la farsa y el mem es muy fina. Si acaba imponiéndose la sensación de que todo ha sido una jugada más de Sánchez, la ola de adhesiones se le puede girar en contra y volver como un boomerang.

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