BarcelonaAmbiente gélido en la sede de Ciudadanos. Y no solo porque el termostato está a 19 inconstitucionales grados sino porque a las 8 no hay ni un simpatizante que haya venido a dar calidez. Por no haber, no vemos ni a dirigentes del partido. Claro que pronto sabremos que tampoco queda partido.
"Estamos fuertes y confiados", dice un Carlos Carrizosa sonriente a la llegada, asumiendo estoicamente el papel del violinista del Titanic, como si esto no fuera la crónica de una muerte anunciada. A su lado solo tiene a la jefa de gabinete, Yaiza Planells, con la que se encerrarán en un búnker, donde dicen que ya están Jordi Cañas, Carlos Pérez-Nievas y Marina Bravo. No saldrán hasta que se confirme su desahucio del Parlament. No va de una hora para certificar la muerte del partido.
Podría sonar un réquiem pero algún vecino ha tenido la santa ironía de poner en bucle a Arrimadas gritando "Huele a remontada". Como la sede ha quedado llena solo con los periodistas, han enviado a unos cincuenta simpatizantes y apoderados al bar vecino, el Frankfurt Casa Elena. Lejos quedan aquellas noches electorales eufóricas, en hoteles estrellados, con autocares alquilados desde todos los puntos de España, en la que los simpatizantes se sorprendían de que los votaran incluso en la Garrotxa y en el pueblo de Junqueras. Lejos deben de estar también los intelectuales que incentivaron el nacimiento del partido.
Los simpatizantes parecen tan incrédulos como su líder y niegan la evidencia hasta el final: "La esperanza es lo último que se pierde", dice una de ellas. Pero no, no huele a remontada, y Ciudadanos quedará lejos de la representación: baja incluso por debajo del Pacma, que es el clásico baremo para medir la extraparlamentariedad.
Carrizosa, que ha pasado quince días de campaña escenificando Mi vida sin mí, ya debía de tener asumido el resultado porque continúa con la moral alta: "Llevamos 18 años haciendo política en Catalunya y llevan 18 años preparando nuestra esquela", dice, antes de anunciar que "Ciudadanos se presentará a las próximas elecciones catalanas". "Nunca nadie en España ha salido de un Parlamento y ha vuelto a entrar: nosotros lo haremos", asegura, en plan Terminator. Gritos de “Mejor unidos”, abrazos, ninguna lágrima.
Carrizosa baja del atril y cinco minutos después sale de la sede. El último, que apague la luz.
