De la cordialidad a la amenaza: todo lo que se han dicho Sánchez y Puigdemont
La llegada a la Moncloa del líder del PSOE ha dinamitado su relación con el expresidente
Barcelona"La palabra de Puigdemont vale lo que vale su declaración de independencia. Afortunadamente Puigdemont, que era un problema para España, es hoy una anécdota". Así se despachaba al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, contra el exjefe del ejecutivo catalán durante la campaña electoral por haber dicho que dirigentes del PSOE le habían ofrecido el indulto si se entregaba. Diez días más tarde en una entrevista en el ARA, el ahora eurodiputado le replicaba que si quería, hacía públicos los nombres de los emisarios que le hicieron la oferta y sentenciaba que Sánchez no sería presidente "con los votos de Junts". "Pagar por adelantado a un tío al que no comprarías ni un coche de segunda mano es un deporte de riesgo", añadía Puigdemont. Este fuego cruzado de declaraciones pone de relieve la tumultuosa relación existente entre ambos dirigentes, que se rompió tras el 1-O con la llegada a la presidencia de la Moncloa del socialista, en un contexto en el que el mandatario español necesita el apoyo de la formación independentista si quiere volver a gobernar.
Lejos queda el clima de cordialidad con el que transcurrieron las dos reuniones que mantuvieron en 2016 con Sánchez aún como jefe de la oposición. La primera se produjo el 15 de marzo en el Palau de la Generalitat y ya se abordó el referéndum de autodeterminación que Puigdemont convocaría un año y tres meses después y que ahora reclama Junts para dar el sí a la investidura de Sánchez. Según explica en el libro autobiográfico M'explico: de la investidura a l'exili, el presidente le pidió apoyo para su consulta, pero el líder del PSOE le planteó una reforma de la Constitución o un nuevo Estatut como contrapartidas.
Según el relato de Puigdemont que no ha sido desautorizado por el PSOE, Sánchez se negó al considerar que rompía "la soberanía nacional", pero en un momento de la conversación, que se prolongó una hora y media, sugirió que si se hacía deberían votar a todos los españoles, lo que Puigdemont aceptó si se aceptaba como vinculante el resultado de Cataluña. Después de que Sánchez dijera que "la independencia no se puede votar", Puigdemont le sugirió que hiciera una oferta para Cataluña y que se llevara a votación junto al referéndum para que los catalanes decidieran. Sánchez le preguntaría entonces hasta cuántos años después se comprometería a no realizar otro referéndum si la opción de la independencia perdía y Puigdemont se abrió a negociarlo.
Como Puigdemont, Sánchez también tiene su propia autobiografía (Manual de resistencia), donde admite que tenía una buena relación con Puigdemont y considera que el error del entonces presidente español Mariano Rajoy fue romper los puentes con el presidente y no reunirse más “antes de su huida, claro” . Todo ello para favorecer el diálogo, que insistía en que no podía confundirse con la negociación ni con la cesión tras rechazar de nuevo un referéndum. En la línea de lo que podría ofrecer ahora a Junts, Sánchez apunta en este libro del 2019 que debía haberse atendido el documento con 23 puntos que el predecesor de Puigdemont, Artur Mas, planteó a Rajoy en 2014, salvo la independencia, que es "inadmisible". "Si se recupera esta lista de peticiones de Mas, no es difícil ver que podría haberse convertido en una palanca para solucionar problemas comunes", señalaba Sánchez en su manual.
La distancia por el 1-O
Puigdemont y Sánchez volverían a verse las caras un mes antes del referéndum, aunque esta reunión no se publicitó. Fue el 25 de agosto de 2017, justo antes de la manifestación en Cambrils por los atentados yihadistas del 17-A. Aunque no acercaron posiciones en relación a la consulta, el encuentro fue cordial y sirvió para evidenciar que los canales de comunicación se mantenían abiertos en un momento en que el diálogo entre ambos gobiernos era inexistente. De hecho, la última reunión entre Puigdemont y Rajoy se produjo el 11 de enero de ese mismo año y también se celebró lejos de los focos. Durante la reunión en la Moncloa, el mandatario español se cerró en banda a hablar del referéndum y se negó a encontrarse de nuevo en Cataluña, como le propuso el jefe del ejecutivo. "Yo haciendo una rueda de prensa en Catalunya para decir que no nos hemos puesto de acuerdo en nada. Me parece extraño", le dijo Rajoy.
La celebración del 1-O marcó un antes y un después en las relaciones entre Puigdemont y Sánchez. Pese a las críticas a Rajoy por las cargas policiales, Sánchez señaló al Govern como el principal responsable: “En el orden de irresponsabilidades, la primera y más importante es la de los actuales dirigentes de la Generalitat, que han llevado a un salto al vacío las instituciones catalanas para caer en el desacato”. En este sentido, Sánchez acusó directamente a Puigdemont de “sacar la política de las instituciones y llevarla a la calle dividiendo a la sociedad catalana y poniendo en riesgo la convivencia y su seguridad”.
Su marcha a Waterloo, sin embargo, acabó de dinamitar todos los puentes. Cuatro meses después de exiliarse en Bélgica, Sánchez le tachó de "hipócrita" por movilizar a las masas y después marcharse para "no asumir en primera persona las consecuencias de sus políticas". Puigdemont le tildaría de "indecente" a finales del 2018 cuando Sánchez en una conversación informal con periodistas en la tradicional copa de Navidad de la Moncloa afirmara que los presos no se ponían de acuerdo ni para hacer la huelga de hambre, en alusión a que ningún preso de ERC siguiera la medida.
Durante la campaña electoral del 10-N del 2019, Sánchez subía el tono y se descolgaba con una promesa controvertida en el debate a cinco que retransmitían diferentes televisiones estatales. Tras reprocharle a Pablo Casado que fue con el PP en el gobierno cuando se "fugó" Puigdemont, dijo que si ganaba las elecciones le llevaría a España para ser juzgado, lo que chocaba con la teórica división de poderes.
El expresidente respondería sin tapujos diciéndole que sólo tenía dos formas de cumplir su promesa y que ambas eran ilegales: intercediendo en la justicia o secuestrándole "como hacían dirigentes de su partido en el pasado", en referencia en los GAL.
La desjudicialización del Procés emprendida por Sánchez a instancias de ERC no ha implicado ninguna tregua entre ambos dirigentes. De hecho, Sánchez defendió que la reforma del Código Penal, en la que cayó el delito de sedición y se modificó el de malversación, tenía como objetivo "facilitar las extradiciones" de los políticos exiliados. "A efectos de Cataluña, la diferencia es que el PSOE opera con anestesia y el PP sin ella, pero ambos amputan", denunciaba Puigdemont en la misma entrevista en el ARA.
A poco más de dos meses de cumplir siete años de su exilio, Puigdemont quiere aprovechar su posición de fuerza para hacer que Sánchez contribuya a su rehabilitación pública. Y esto implica liderar al equipo negociador de Junts para evidenciar, así, la existencia del conflicto político. Premonitoriamente, en su libro, Sánchez criticaba el estricto liderazgo de Puigdemont en Junts. "Esta personalidad se convierte en tu principal activo electoral, pero también en tu principal desestabilizador interno", concluyó. Ahora tendrá que negociar con él si quiere ser investido.