Elecciones andaluzas

El fracaso de los candidatos paracaidistas: de Olona en Valls pasando por Álvarez de Toledo

El desembarco de grandes espadas en territorios donde no tienen arraigo a menudo no trae los réditos que buscan los partidos

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Macarena Olona y Santiago Abascal en un acto de Vox en Córdoba.

BarcelonaUn candidato paracaidista es aquel político a quien la dirección del partido sitúa en una circunscripción que no es la suya. El caso más reciente y polémico ha sido el de Macarena Olona, que ha sido la candidata de Vox en la Junta de Andalucía, a pesar de nacer en Alicante, vivir en Madrid y no tener ningún vínculo con Andalucía. La portavoz de Vox en el Congreso se empadronó deprisa y corriendo en el municipio granadino de Salobreña para poder concurrir a las elecciones andaluzas y lo hizo en el domicilio de un regidor de su partido para cumplir con el requisito de la ley electoral andaluza, que obliga a los candidatos a tener vecindad administrativa en la comunidad. Su caso no es ni mucho menos una excepción. Y, en la mayoría de los casos, el desembarco de grandes espadas en territorios donde no tienen arraigo no ha llevado a los réditos que buscaban sus formaciones.

Antes de la campaña, Vox presumía que podía doblar los 12 escaños logrados y Olona decía que su objetivo no era ser vicepresidenta, sino disputar la victoria al presidente Juanma Moreno. El resultado es que solo ha crecido dos escaños y la mayoría absoluta del PP lo deja fuera del gobierno autonómico. Con una campaña 100% ideológica con ataques a diestro y siniestro en una tierra poco amante del conflicto, Olona ha mostrado un desconocimiento total sobre la realidad andaluza. Prueba de esto es que la candidata de Por Andalucía, Inmaculada Nieto, pidió sarcásticamente en el primer debate que dejaran hablar a Olona para que explicara qué era Andalucía y Juan Marín, de Ciudadanos, la desafió a cocinar torrijas.

No ha sido la única candidata paracaidista que se ha estrellado. Más dura fue la caída del ex primer ministro de Francia Manuel Valls en su asalto a Barcelona en las últimas elecciones municipales y eso que recibió importantes sumas de dinero de empresarios catalanes y madrileños para pagar la campaña, como destapó el ARA. Sus 100.000 votos en los comicios y la posterior ruptura con Cs dejaron a Barcelona pel Canvi en la irrelevancia –con un único momento destacado cuando hizo alcaldesa a Ada Colau para evitar que ERC gobernara–. Con solo dos regidores —el propio Valls y la ex de Unión Eva Parera—, quedó al margen de los grandes debates de ciudad y acabó saliendo del consistorio para volver a la política francesa con un nuevo fracaso reciente en sus hombros al quedar eliminado de la primera vuelta de las legislativas. La visión jacobina de Valls, que nunca había vivido en Barcelona a pesar de que nació y tiene familia allí, no encajó con la realidad de la ciudad. La centralidad que buscaba la perdió cuando negó que Catalunya fuera una nación, cuando tildó el catalanismo de "étnico y antieuropeo " o cuando se posicionó en contra de la enseñanza del catalán en la escuela.

Los peores resultados del PP en Catalunya

Si hay una operación que resultó ser un auténtico despropósito fue la de situar a Cayetana Álvarez de Toledo como candidata a las elecciones españolas de abril y de noviembre de 2019. En abril, la operación Cayetana quebró con el peor resultado de la historia del partido en Catalunya en unas generales –solo igualado por los de Alianza Popular en 1977 y 1979–, consiguiendo un único escaño, el de la jefa de lista, en todo el territorio catalán. Los conservadores se quedaron sin ningún diputado en Girona, pero también en Tarragona y en Lleida, dos provincias donde históricamente habían conseguido representación. Álvarez de Toledo, que nació en Madrid y nunca ha vivido en Catalunya, llegó al PP colocada por Pablo Casado y con la reticencia de algunos sectores populares en Catalunya. En los comicios de noviembre, los populares arañaron un segundo escaño por Barcelona, pero fueron los segundos peores registros de su historia en Catalunya y la jefa de lista no fue capaz de culminar la misión de Casado: repescar al votante extraviado en Cs y Vox. Dos meses más tarde, el regidor del PP en Barcelona Josep Bou criticó su elección, que calificó de "error": "Para Ciudad Real o para Toledo sí, pero para aquí no; aquí la gente quiere catalanes", afirmó.

Tampoco fue exitosa la operación para situar al diputado de Cs en el Congreso Juan Carlos Girauta como candidato por Toledo en las elecciones generales de abril y de noviembre 2019. Si en las primeras la formación naranja consiguió un diputado, en las segundas se dejó más de 45.000 votos y perdió la representación. Natural de Barcelona, Girauta se marchó de Catalunya "harto" del independentismo y se empadronó en Toledo dos meses antes de los primeros comicios. A pesar de ganar las primarias para ser el jefe de lista, sus rivales denunciaron una pucherazo  y los miembros de la agrupación local de Talavera de la Reina dimitieron en bloque y abandonaron la formación porque rechazaban la incorporación de candidatos que “no tienen ninguna vinculación con la provincia”.

El politólogo Lluís Orriols admite que situar a candidatos paracaidistas en circunscripciones foráneas es "una práctica habitual", pero que hay que diferenciar los casos. No es lo mismo, explica, ser candidato en un ayuntamiento o en una autonomía, donde hace falta conocimiento del territorio, que optar a un lugar en el Congreso o en el Senado. "Olona será diputada en el Parlamento andaluz –si no acaba renunciando al escaño–, donde no tiene ningún arraigo, pero Álvarez de Toledo en el Congreso defendía un proyecto nacional", recuerda. En el primer caso, el profesor y vicedecano de la Universidad Carlos III de Madrid sí que opina que puede generar un descrédito de la política y alejar a los electores: "Si solo acreditan empadronamiento, no conocen las problemáticas de este territorio y esto provoca un conflicto de representación", concluye.

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