Partidos

El giro de Junts per Catalunya

Las resoluciones europeas sobre Puigdemont explican que el partido haya cambiado de rasante

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Borràs, Turull, Puigdemont y Nogueras en el Parlamento Europeo.

BarcelonaLa noche del debate electoral de TV3 en las elecciones españolas, Míriam Nogueras (JxCat) se llevó uno de los titulares de la noche. Dirigiéndose a Gabriel Rufián, retó a Esquerra a no investir a "ni un solo presidente español" si no existía la transferencia de las competencias a la Generalitat para hacer un referéndum pactado sobre la independencia. Una tónica que se repitió durante toda la campaña electoral, basada en la "confrontación" con el Estado si no existía un reconocimiento de la autodeterminación y una amnistía. Incluso el ex president Carles Puigdemont llegó a asegurar que los votos de JxCat no servirían para investir a Pedro Sánchez. Esta semana, en cambio, Junts ha investido a Pedro Sánchez: ha rubricado un acuerdo sobre la amnistía, pero no incluye el referéndum –solamente permite poder defenderlo ante los socialistas, favorables al actual Estatut, en un espacio de negociación–. ¿Qué ha pasado entre esa propuesta y el pacto con el PSOE? ¿Qué explica el giro de Junts?

Todo cambia en el Hotel Barceló Sants de Barcelona, el cuartel general de Junts el 23-J: la derecha y la extrema derecha no suman mayoría suficiente y Junts tiene la llave para reelegir a Pedro Sánchez. "Nosotros sí tenemos palabra, somos conscientes de la fuerza que tenemos", dijo ese día Nogueras, flanqueada por Jordi Turull y Laura Borràs. A partir de ese momento, el PSOE ya se activa para hacerle llegar a Puigdemont que está dispuesto a negociar con él y llegar, incluso, a una fórmula similar a la amnistía. Una medida que el propio Sánchez había repudiado en campaña y toda la legislatura anterior por "inconstitucional".

No pasan muchos días para que Puigdemont decida explorar el marco de negociación. Y es que a pesar de que él no contemplara esa posibilidad de entrada –pensaba más en una victoria del PP o una gran coalición de los dos grandes partidos estatales–, su entorno más cercano ya hacía tiempo que veía un resquicio para la amnistía: la aritmética que se produjera en las elecciones españolas. Su entorno político en Bruselas –Toni Comín– pero sobre todo el jurídico: el abogado Gonzalo Boye llevaba semanas (incluso meses) trabajando en esta posibilidad.

Y es que para entender lo que ha pasado hay que remontar aún un poco más atrás: la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre el margen de los estados para rechazar las euroórdenes el 31 de enero y, sobre todo, los titulares del 5 de julio, tan solo un día antes de poner en marcha la campaña electoral de las generales, cuando Puigdemont pierde su inmunidad como eurodiputado. Ese día se desmonta uno de los puntales de la estrategia del ex president en el exilio y, por consiguiente, de Junts per Catalunya. El Tribunal General de la Unión Europea retira la inmunidad a los eurodiputados de Junts –Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí– y hace desaparecer la posibilidad de regresar al Estado a través de la justicia europea. Un duro golpe para Puigdemont teniendo en cuenta que lo había fiado todo a esto: no solo su futuro personal, sino sobre todo su estrategia política. El mismo paso al lado de la presidencia de Junts en junio 2022 para centrarse en el Consell de la República lo hace pensando en un eventual regreso a Catalunya para tensar de nuevo la situación con el Estado. Y su partido, Junts, también supedita el rumbo a esa posibilidad y sale del Govern para desmarcarse de la estrategia pactista de Esquerra en Madrid.

Todo queda tocado de muerte el 5 de julio: se agota un relato que solo el 23-J les da la posibilidad de renovar. Eso sí, haciendo lo que habían criticado hasta entonces: pactar con el PSOE.

Toni Comín, Carles Puigdemont y Clara Ponsatí en Bruselas, en una imagen de archivo.

El perímetro

Cuando Puigdemont da su conferencia en Bruselas el 5 de septiembre ya es consciente de cuál es el "perímetro" de la negociación. Es decir, de lo que los socialistas están dispuestos a aceptar. El PSOE no conoce el discurso del exiliado, pero cuando lo oyen se confirma que hay partido: Puigdemont reclama la amnistía, pero no pone el referéndum como condición sine qua non para investir a Sánchez. Ahora bien, sí añade un requisito que le costará digerir al PSOE: un sistema de mediación internacional.

Nadie tiene que convencer a Puigdemont para que asuma este escenario tras las elecciones. Incluso quienes pretenden hacerlo –desde dirigentes implicados en Junts hasta perfiles con ascendencia en el partido– se sorprenden cuando constatan que ya en agosto el ex president tiene voluntad de llegar a un acuerdo con los socialistas. Ahora bien, a su manera: es él quien asume el máximo liderazgo –con un apagón informativo que deja fuera de juego a toda la dirección de Junts– y con un círculo de colaboración extremadamente reducido, sobre todo en las primeras semanas: Gonzalo Boye, Jordi Turull y Míriam Nogueras para interlocutar con el PSOE, y Toni Comín para hacerlo con Sumar.

Esto tiene consecuencias, sobre todo, para los parámetros del acuerdo final: Puigdemont quiere rehuir, en palabras de Turull esta semana, la "lista de la compra" frente al gobierno español. No quiere volver al paradigma del peix al cove, por lo que no hay acuerdos concretos con el PSOE más allá de la amnistía. Únicamente pactan el reconocimiento del punto de partida de cada parte: unos el 1-O y otros el Estatut. Lo más importante, en su opinión, es la presencia de un mediador –del que aún no se ha hecho público el nombre–, que dará recorrido a Puigdemont para plantear en este nuevo espacio de negociación el referéndum, según consideran fuentes del partido.

¿Y ahora qué?

¿La implicación de Junts en la gobernabilidad del Estado implica un retorno al pragmatismo? ¿El pacto en Madrid abre la veda a pactar con el PSC en Catalunya? ¿Y en la Generalitat? Hay que tener en cuenta que después de las elecciones municipales fue Puigdemont –a través de Turull– quien vetó la posibilidad de pactar con el PSC en las diputaciones de Lleida, Tarragona y Barcelona, y también en el ayuntamiento de la capital. Tras el pacto con el PSOE, varios dirigentes del territorio consultados se preguntan si a partir de ahora esto cambiará. La prueba definitiva será Barcelona: el grupo municipal quiere mayoritariamente entrar en el gobierno de Jaume Collboni, pero cualquier movimiento deberá tener el aval de Puigdemont.

También se abren interrogantes en torno al ex president. ¿Se volverá a implicar orgánicamente en el partido? Cualquier cambio en la cúpula de JxCat –ahora es militante de base– implicaría un congreso extraordinario. Y si la amnistía funciona y puede volver, ¿será el candidato de Junts a la Generalitat? Aún no hay respuesta. La primera parada son las europeas de la próxima primavera: el primer test sobre la popularidad de Puigdemont tras pactar con el PSOE.

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