La crisis de la monarquía

Juan Carlos I no rinde cuentas a nadie en su segunda visita a España

La visita del emérito inquieta a Felipe VI y a Pedro Sánchez, que preferían que llegara después de las elecciones de mayo

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Joan Carles I, al velero Bribon, a Sanxenxo

Madrid"Explicaciones, ¿de qué?", se preguntaba Juan Carlos I hace casi un año, ante la insistencia de los medios de comunicación que lo perseguían por Sanxenxo en su primer regreso al Estado después de la fuga a Abu Dabi. Solo hacía dos meses que la Fiscalía había determinado que, si no fuera por su inviolabilidad y una regularización a tiempo con Hacienda, el rey emérito habría delinquido por su fortuna en el extranjero. Pero él parecía no entender a qué venían tantas preguntas en aquel fin de semana en la localidad gallega con su núcleo de amistades del mundo de la vela, como si no hubiera pasado nada, retransmitido casi al minuto por las televisiones españolas. Esta semana vuelve en plena precampaña electoral y la Casa del Rey y la Moncloa observan impotentes cómo el ex jefe del Estado hace lo que quiere sin control.

Hace unas semanas que las dos instituciones conocieron las intenciones de Juan Carlos I de volver a Galicia. Se consideró conveniente que fuera en junio, una vez pasaran los comicios, y esta era la idea con la que contaban en la Casa del Rey. Aun así, el pasado lunes saltó a los medios que el emérito iría a Sanxenxo del 19 al 23 de abril y fue esta la manera en la que se enteró la Zarzuela, indican fuentes consultadas por el ARA. "Si es oportuno o no, lo tendrá que considerar cada uno", anota el entorno a Felipe VI, molesto con la incógnita sobre si el itinerario de Juan Carlos I incluirá este martes una comida privada con Carlos III en Londres o no. El círculo de amigos así lo habría trasladado a algunos medios, si bien la embajada en España informaba el jueves de que el encuentro no constaba en la agenda oficial del monarca del Reino Unido.

La Zarzuela pone énfasis en el hecho de que hay una contienda electoral convocada y que era "más razonable" que el emérito cumpliera con su plan inicial y viniera en junio. La Moncloa, en cambio, ha optado esta vez por el silencio absoluto. "El gobierno español no tiene nada que comentar. Se trata de decisiones personales que no nos corresponde valorar", decía el pasado martes la portavoz del ejecutivo, Isabel Rodríguez, después del consejo de ministros. La portavoz del PSOE, Pilar Alegría, se limitaba a mostrar "máximo respeto", a diferencia de otras veces en las que los socialistas habían elevado el tono y habían pedido al emérito que diera explicaciones y reprobado sus actitudes. En privado, fuentes de la Moncloa también dejan claro que no quieren hacer ningún comentario sobre Juan Carlos I. Cuanto menos se hable de él, menos condicionará la campaña de las autonómicas y municipales.

El elefante en la habitación

Y es que el emérito es como el elefante en la habitación: se puede intentar disimular que existe mientras permanezca en silencio en Abu Dabi, pero cuando hace un mínimo movimiento acapara la atención. De paso, provoca nervios a Felipe VI y Pedro Sánchez, que mantiene un frágil equilibrio respecto a una monarquía que prefiere no tensar en un momento como el actual. La Moncloa y la Zarzuela habían conseguido que este año no se hablara tanto de Juan Carlos I, más allá de su reaparición en el funeral de Isabel II en Londres en septiembre. El episodio no estuvo ausente de polémica cuando las cámaras captaron a el exmonarca riendo en plena ceremonia bajo la atenta mirada de Leticia. Además, Felipe VI optó por hacer público su patrimonio como gesto de transparencia para contrastar su actitud con la de su padre.

El clima de cierta calma se había logrado gracias a la conversación de cuatro horas que Juan Carlos I y su hijo mantuvieron en mayo pasado después de los días en Sanxenxo. "Aclararon lo que tenían que aclarar", se limitan a comentar desde la Casa del Rey. No trascendió el contenido de la reunión, pero sí tuvo consecuencias: en principio, al cabo de un mes tenía que volver al municipio de Pontevedra a otra regata –lo tenía que hacer en un 99% de posibilidades, según afirmó su amigo y presidente del Club Náutico de Sanxenxo, Pedro Campos, que lo alojó en su casa– pero al final no fue. Un año después irá en el marco de la libertad que tiene para "continuar disfrutando de la mayor privacidad posible", tal como manifestó en la carta que dirigió a Felipe VI hace un año en la que le comunicaba que mantendría su residencia en los Emiratos Árabes Unidos. "Pero tiene que tener en cuenta la repercusión que tenga para el proceso electoral, para su hijo...", insisten en la Zarzuela.

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