JxCat y ERC se enredan con la mesa de diálogo a un mes de reactivarse
Vilalta acusa a Junts de "debilitar la parte catalana" cuando critica este instrumento de negociación
BarcelonaEl mismo 2 de enero de 2020, en el que el consejo nacional de ERC validó el acuerdo con el PSOE en el que se recogía la creación de la mesa de diálogo entre gobiernos, el entonces president de la Generalitat, Quim Torra (JxCat), ya mostró su crítica hacia este instrumento de negociación. Aquel solo fue el primero de los muchos episodios que vendrían después en los que los dos partidos independentistas han discutido sobre la utilidad de este espacio de negociación. Cuando queda justo un mes para que se reactive con una reunión en Barcelona, vuelven a tomar fuerza las discrepancias entre socios. Este jueves ha sido la secretaria general adjunta de Esquerra, Marta Vilalta, quien ha acusado a Junts de "debilitar la parte catalana" cada vez que formula críticas hacia este instrumento.
El nuevo ciclo de hostilidades cruzadas se inició en julio, unos días después de que los presidentes Pedro Sánchez y Pere Aragonès pactaran reactivarla. Fue JxCat quien empezó a encadenar destacadas voces que, de nuevo, cuestionaban el instrumento. Carles Puigdemont, Elsa Artadi, Jordi Turull y Jordi Puigneró, entre otros, mostraron otra vez su escepticismo y, lo más relevante en este caso, pusieron en entredicho que tenga dos años de margen para trabajar. "Si no hay adelantos no durará dos años", dijo el vicepresident del Govern. La alcaldesa de Girona y diputada en el Parlament, Marta Madrenas, directamente dio la mesa de diálogo por amortizada y pidió que el independentismo "consensue una nueva fórmula".
Las críticas encendieron las alarmas en ERC que, a pesar de que tradicionalmente es partidaria de no avivar los incendios con JxCat, esta vez sí que ha salido en defensa de su estrategia política. La línea empezó a marcarla la secretaria general de ERC, Marta Rovira, cuando en una entrevista con ARA criticó a Junts por su actitud: "Pedir que se acorte el plazo de la mesa de negociación nos debilita". También se sintieron en la misma dirección voces autorizadas como las del president Pere Aragonès y la consellera Laura Vilagrà. Este jueves, en una entrevista con Europa Press, Vilalta ha vuelto a abonar el debate: "Cargarse un instrumento que nos puede ser útil para el camino a la independencia, por no sabemos qué motivos, creemos que es hacernos un triste favor al proyecto independentista". Los republicanos están convencidos de que hay que dar una oportunidad al diálogo porque si funciona será la solución óptima y, si no lo hace, legitimará la vía que se escoja a partir de entonces.
La raíz del problema
La génesis del conflicto es que, desde la declaración unilateral de 2017, el independentismo no ha conseguido tejer una estrategia conjunta sobre hacia dónde hay que encarar el Procés. ERC se ha apuntado a un diálogo con el Estado que no acaba de arrancar, y JxCat y la CUP son más partidarios de una confrontación que no concretan –ni practican–. Después de la investidura de Aragonès se han retomado los contactos entre partidos y entidades, pero todavía sin éxito. Además, todo ello se complica porque después del 14-F no negociaron un pacto de investidura único, sino que ERC firmó uno con la CUP y otro con JxCat que no acaban de concordar. En el acuerdo con los cupaires se refleja que la mesa tendrá margen para trabajar hasta "la primera mitad de 2023" para ver si da algún fruto –el plazo de dos años es inequívoco–. En el acuerdo con Junts no se recogen plazos, a pesar de que el partido de Puigdemont asume "dar una oportunidad" a la mesa y, a pesar de su "escepticismo", también "trabajar y participar lealmente en el proceso de diálogo". La eterna discrepancia sobre la mesa, sin embargo, se mantiene más viva que nunca.