DÉJAME DECIRTE

Llega la hora de decidir

El presidente del gobierno español en funciones, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en la presentación del acuerdo para reeditar la coalición PSOE-Sumar
28/10/2023
4 min

MadridEsto ya no debería durar mucho más tiempo. Me refiero, lógicamente, a las negociaciones para desbloquear la investidura de Pedro Sánchez. Pueden seguir hablando y perfilando textos, pero el PSOE y los independentistas deberían lanzar pronto un mensaje claro en el sentido de que existe una base suficientemente sólida para asegurar que estamos a las puertas de una nueva legislatura y que comienza una etapa diferente, con voluntad que no sea por cuatro días. Analizar la letra pequeña ya nos ocuparemos después. Si hay coincidencia en que unas nuevas elecciones no son una alternativa razonable, la sabiduría, o el acierto, para saber explicar el pacto ya se manifestará después. Hay que tener preparado el discurso –el relato, como se dice ahora–, pero lo importante es que todo el mundo sepa que el resultado electoral del 23 de julio no tiene marcha atrás, y que el país quedará en manos de un conjunto de fuerzas políticas determinadas a coger fuerte el timón ya aguantar los embates de una oposición que también está deseando tener la oportunidad de despejarse, y hacer el papel que le toca, en espera de que la próxima sea la tirada buena de Feijóo.

Mientras esperan el “gran advenimiento”, el PSOE y Pedro Sánchez se han dedicado estos días a hervir la olla, ya sea con un sentido acto de presentación del pacto con Sumar, o convocando un comité federal que fue pensado para recibir el aval del partido en el acuerdo alcanzado con los socios potenciales. La frase clave del líder socialista fue ayer que la amnistía responde al reto de “hacer de la necesidad virtud”. Por otra parte, la firma del compromiso político entre el presidente del gobierno y su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, sirvió para un legítimo ejercicio propagandístico del que vimos en claro que esta alianza se propone mantener e incrementar las políticas sociales si tienen oportunidad de seguir mandando a partir del 27 de noviembre, que es la fecha en la que la ruleta debe dejar de girar.

Es posible que el PSOE quiera agotar el plazo para la investidura, con el fin de no dejar espacios vacíos que el PP pueda aprovechar para intentar asomarse. Pero sería más conveniente que el acuerdo se anuncie pronto, y llenar en las próximas semanas con el debate de investidura, la explicación de los pactos y la formación del nuevo gobierno. Ya es bastante agenda.

Ir deprisa no significa ir agobiado. Si se sabe actuar con rapidez y serenidad, el país debería haber podido digerir y asimilar la supuesta ley de amnistía y sus derivadas por los alrededores de Navidad. Salvo, claro, que se ponga de inmediato en marcha la maquinaria política y judicial para alargar la controversia sobre esta iniciativa, su legalidad, su oportunidad y su dignidad. Que se moverán hilos es indudable, pero si los socialistas y sus aliados quieren hacer las cosas con seriedad tendrán que ser capaces de no dejar grietas –ni técnicas ni políticas– en sus acuerdos. Y esto nos reconduce a las causas por las que se alarga tanto la búsqueda de estos pactos.

Las partes tendrán que ceder

En este asunto conviene menos retórica trascendental y mayor mentalidad práctica. No es porque lo digan los empresarios o el Círculo de Economía, pero me parece que ahora de lo que se trata es de pasar página. Para poder hacerlo correctamente, las partes tendrán que ceder. Nadie obtendrá todo lo que quisiera. Es poco sensato pretender que el Estado diga ahora que en septiembre y octubre del 2017 no pasó nada importante, y que desde luego nadie cometió delito alguno. No sé si habría un gobierno capaz de colgarse ese tipo de declaraciones, después de que el fiscal general del Estado y sus representantes a la causa del 1 de Octubre pidieran treinta años de cárcel para los líderes independentistas, a los que no acusó de un delito de sedición –figura ahora borrada del Código Penal–, sino de rebelión. Tengamos en cuenta que el artículo 155 de la Constitución –lo que permitió la suspensión de la autonomía de Catalunya– no se aplicó por la organización de varias concentraciones y manifestaciones para reivindicar el derecho a decidir, sino por una actuación unilateral con proclamación de independencia y previa aprobación de unas leyes de desconexión con el estado español.

Por mucho que el PSOE haya organizado un comité federal con el propósito de recibir un aval a las negociaciones con sus socios potenciales, sin precisar detalles, me cuesta creer que pudiera aceptar una ley de amnistía con una exposición de motivos que proclamara que la acción represiva del Estado se arrojó contra un simple movimiento democrático, vulnerando derechos fundamentales. El pacto histórico del que se habla no podrá conseguirse mirando atrás más que adelante. Distraerse ahora en un ejercicio de reparto de culpas no llevaría muy lejos. Por eso mismo he dicho ya en alguna ocasión que tampoco tiene ningún sentido que el gobierno intente poner precio a la amnistía exigiendo –como piden no pocos– que los beneficiarios tengan que expresar públicamente el arrepentimiento, con el compromiso de no intentar repetir planes secesionistas unilaterales. En este pacto, si se logra, todo el mundo debe conservar los pantalones en la cintura.

Es significativo, en este sentido, que el acuerdo entre PSOE y Sumar no llevara ni una línea sobre la amnistía. Se ha criticado el oscurantismo de ambas formaciones, pero su silencio tiene que ver con la incertidumbre sobre lo que se acabe pactando. Y con esto vuelvo al principio. No dé más vueltas. Los partidos interesados ​​en el pacto deben llegar a una redacción de la ley y su exposición de motivos que sirva para pasar plana, y no para reexaminar el pasado reciente. Dejemos que juzguen a los electores, pero cuando toque, no forzando ahora unas elecciones que alargarían la semiparálisis actual. Sigue la guerra en Ucrania, en pocos días ha habido miles de muertos en Oriente Medio, primero en Israel y después en Gaza en cantidad muy superior. Los factores de inestabilidad a nivel global vuelven a aparecer. No somos el ombligo del mundo. Que la prudencia no nos haga traidores, decía Jordi Carbonell en la Diada de 1976 en Sant Boi. Yo estaba allí. Y por lo que hemos vivido y visto desde entonces le diría que la imprudencia no nos haga estatuas de sal.

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