ANÁLISIS

¿Qué piensan los catalanes de la guerra?

Militares del ejército letón durante el ejercicio militar en Letonia el 9 de junio.
29/11/2025
Subjefe de Política
3 min

BarcelonaEsta semana Emmanuel Macron ha anunciado un programa voluntario en Francia para reclutar a jóvenes en el ejército y el conjunto de estados de la Unión Europea se encaminan a recuperar el servicio militar. Por ahora, España es una excepción -el gobierno español siempre ha asegurado que no lo tiene sobre la mesa-, pero la percepción de que una guerra en Europa es posible se ha ido extendiendo entre la población. O ese es el mensaje que gobiernos de distintos colores políticos están transmitiendo a las respectivas opiniones públicas, en un momento en que —todo sea dicho— también necesitan un pretexto con apoyo social para aumentar el gasto militar como les reclama la OTAN y Donald Trump.

En este sentido, el panorama internacional está sacudiendo a la opinión pública catalana. Por primera vez, el barómetro del CEO ha preguntado sobre la guerra y los resultados son sorprendentes teniendo en cuenta la cultura tradicionalmente antimilitarista en Cataluña. A la pregunta "¿En caso de que un país de la Unión Europea fuera atacado en el futuro, cuál debería ser, a su juicio, la actitud del resto de países?", hay una mayoría de catalanes (51%) que responden que habría que "defender al país atacado, aunque ello comportara que España entrase en guerra con el país agresor". Un 38% contesta que se debe "evitar en todos los casos entrar en el conflicto bélico, aunque eso significara sacrificar los intereses del país europeo agredido". Un 11% no sabe qué contestar. Es decir, parte importante de la opinión pública catalana asume, aunque sea hipotéticamente, la posibilidad de un conflicto bélico.

Si se observa por partidos, sólo el electorado de las formaciones más a la izquierda optan por evitar en todos los casos la guerra (Comunes y la CUP). Más del 60% de los simpatizantes de Aliança Catalana y Vox creen que hay que salir a defender al país agredido, mientras que piensan lo mismo entre el 50% y el 60% de los potenciales electores de Junts, PP, PSC y ERC. Dicho de otra forma: en caso de que Rusia materializara un ataque contra un país europeo, la mayoría de la sociedad catalana vería necesario responder también con las armas.

Reforzar las capacidades de defensa europeas

Los números también son favorables, aunque con mayor rechazo, a aumentar la capacidad de defensa europea. Un 50% dice que sí, un 45% que no. Una fragmentación que es aún más interesante si se mira desde el punto de vista de la simpatía de partido y también de las franjas de edad. El apoyo a aumentar el gasto militar es absoluto entre los electorados de PP y Vox y supera el 50% en el caso de Aliança Catalana y el PSC. Es mínimo entre los electores de la CUP y de Comuns, situándose en el 38% entre los electores de ERC. En el caso de Junts, aunque en otros temas se alinea con la derecha, en este caso predomina una cultura política menos belicista, ya que un 53% considera que es nada o poco necesario aumentar la capacidad defensiva europea.

En todo caso, las franjas de edad apuntan cómo evolucionará la opinión pública en los próximos años: los jóvenes entre 18 y 25 años son los más favorables a aumentar la capacidad militar de los países europeos en comparación con los mayores. Unos números que, en su conjunto, llevan a una conclusión: sea más real o menos la amenaza de una guerra, la UE ha convencido a una parte importante de la población catalana que hay que rearmarse.

Los detalles de la semana

Topada en el Parlament

El diputado de Comunes Lluís Mijoler tuvo un encontronazo con Anna Navarro, de Junts, en la comisión del Parlament que discutía sobre la reforma de la administración. Él reclamó intervenir primero, como grupo proponiendo la comparecencia del conseller Albert Dalmau. Ella, fuera de micrófonos, comentó que eso también era burocracia. "No es burocracia, es orden", le replicó Mijoler. Cuando le pidieron que se ciñe al tema, él dijo: "Pues que no me interpele".

Sin las togas

Una anomalía del caso Pujol es que la mayoría de abogados son de Barcelona y tendrán que ir y venir para cada sesión. Por este motivo, muchos decidieron dejar la toga en casa y fiarse de las que normalmente existen en la Audiencia Nacional. Sin embargo, en la primera jornada se les comunicó que la persona que tenía la llave donde se guardan estaba indispuesta. "Suerte que vayamos oscuros", dijo un letrado, que actuó en la sala con la ropa de calle.

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