La sonrisa y la política

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Un momento del frente a frente entre el presidente Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo ayer en el Senado .
Mi deseo se resume en una palabra: sonreír. La inspiración me la dio uno de los últimos países que visité: Tailandia. Lo llaman 'el país de la sonrisa'. Esta experiencia me impresionó mucho y me ha llevado a concebir la sonrisa como una expresión de amor, de afecto, típicamente humana.
Papa Francisco

Durante la semana que se acaba parece que todo el mundo en el ámbito de la política haya tenido un motivo para sonreír. Excepto, quizás, la gente de Podemos, que no saben disimular. El resto, en cambio, han sabido hacer de la necesidad virtud y han intentado comparecer ante la opinión pública como si estuvieran muy convencidos de que las cosas les van de forma excelente. Incluso Pedro Sánchez en Marruecos, donde lo están apretando a base de bien, ha tenido tiempo para poner buena cara. Y en su caso, bien mirado, no hay para menos. La legislatura progresa, después del doble pacto presupuestario en Madrid y Barcelona, y la estabilidad del gobierno parece asegurada para todo el año. El único lugar donde la sonrisa se le congeló un poco a Sánchez fue en el Senado, en el cara a cara con Feijóo, que, como veremos después, esta vez venía mejor preparado.

También sonríe Salvador Illa –al president Pere Aragonès le cuesta un poco más–, porque el PSC ha sabido cerrar un acuerdo con ERC que puede ser el inicio, si no de una estrecha relación, al menos de una nueva etapa en la que la política en Catalunya ya no esté dominada por la dinámica de bloques, independentistas por un lado y constitucionalistas por el otro, muy enfrentados e irreconciliables. Para Aragonès, era una necesidad. Para Illa, una oportunidad y un paso adelante. Si al PSOE le cuesta tejer una mayoría parlamentaria para cada votación con 120 diputados de 349 –falta Alberto Rodríguez, exrepresentante de Podemos expulsado después de ser condenado por el Supremo por una patada a un policía en una manifestación–, para ERC es todavía más complicado abrirse paso en el Parc de la Ciutadella con 33 escaños de 135 que conforman el Parlament.

Ejercicio de realismo

Sinceramente, no tuve nunca dudas ni vi en peligro el pacto presupuestario en Catalunya entre ERC y el PSC. Es un puro ejercicio de realismo. Ya veremos dentro de un tiempo qué pasa con el aeropuerto del Prat y si hay una verdadera ampliación, o todo se dilata. Pero de entrada se habrá puesto a prueba lo que ahora importa, intentar dar solidez y medios a la acción del Govern. De momento, la Moncloa da por buenos los esfuerzos hechos para satisfacer las exigencias de Esquerra en materia de reformas legales para que pueda llegar cuanto antes mejor –si el Supremo lo permite– la rebaja de la inhabilitación de sus condenados en el juicio del Procés. Al barco socialista le siguen chirriando las juntas con este asunto, pero ahora lo importante para Sánchez es mantenerse en la superficie y continuar navegando. Se trata de ganar tiempo.

De hecho, la impresión no es muy diferente en cuanto al ex president de la Generalitat Carles Puigdemont y los ex consellers Clara Ponsatí y Toni Comín. Es decir, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha dado una de cal y otra de arena en su resolución desautorizando la denegación que la justicia belga acordó como respuesta a las euroórdenes de entrega de los ex altos cargos de la Generalitat emitidas por el juez del Supremo Pablo Llarena. Al gobierno español ya le va bien que el Tribunal de Luxemburgo haya limitado los motivos por los que los jueces belgas podrían negar el cumplimiento de las órdenes de detención de Puigdemont y sus ex consellers, pero no tiene ninguna prisa por verlos a disposición del Supremo.

En septiembre puede llegar la decisión sobre la inmunidad del ex president, y para el gobierno español podría ser una complicación como prólogo de una campaña electoral que de hecho ya está más que empezada. En el fondo, solo en un momento de desesperación, si las encuestas fueran muy malas, podría tener Sánchez la tentación de jugar esta carta en términos de golpe de efecto. Para la justicia española es diferente. En ningún caso puede aceptar que la persecución penal de los líderes independentistas tenga algo que ver con la existencia de “deficiencias sistémicas o generalizadas en el funcionamiento del sistema judicial” o "que afecten a la tutela judicial de un grupo objetivamente identificable de personas", condiciones que ha puesto el TJUE como barreras para cumplir una orden europea de detención. Pero se tiene que tener en cuenta que quien representa a España en las actuaciones ante la justicia europea es la Abogacía del Estado, que no se pone nunca en contra de los intereses del gobierno. Edmundo Bal lo intentó y ahora está buscando espacio político en Ciudadanos.

En conversación con el ARA, el defensor de Puigdemont, el abogado Gonzalo Boye, ha explicado que difícilmente habrá una decisión definitiva sobre la inmunidad de su cliente que se pueda ejecutar este año. “Ni en el peor de los casos, y si todo nos fuera mal, situación que no imagino, podría existir una resolución firme sobre este asunto antes de final de año, porque lo que decida el Tribunal General de la Unión Europea todavía sería recurrible”. Lo más previsible, por lo tanto, es que el gobierno español y Esquerra tengan campo para correr y tiempo de poner a prueba su reencuentro sin sacudidas por este lado, y que en paralelo Puigdemont –que también apareció sonriente para comentar la última decisión de la justicia europea– pase todavía como mínimo una buena temporada en Waterloo.

Otra cara que también hemos visto sonreír esta semana ha sido –como decíamos antes– la de Alberto Núñez Feijóo. Los que reclamamos que se vaya encontrando la manera de organizar enfrentamientos parlamentarios entre Sánchez y Feijóo hemos tenido un punto de satisfacción al verlos pasar por la tribuna del Senado hace pocos días. Fue interesante porque hasta ahora el líder del PP lanzaba los puños sin haber conseguido tocarle la cara a Sánchez en ningún momento. El presidente del gobierno español fue al Senado con esta tranquilidad, pero se encontró esta vez con un Feijóo mejor plantado. Hubo una guerra de sonrisas, porque el líder del PSOE es muy dado a la ironía, y escucha a los rivales parlamentarios con un gesto de sorna y mofa muy característico. Pero esta vez pareció que encajaba los contundentes reproches de su contrincante con mucho menos cachondeo. El PP ha sabido utilizar a fondo los efectos negativos –traducidos en rebajas de condenas– de la ley del solo sí es sí ofreciendo a la vez ayuda para cambiarla.

Pero si tuviéramos que dar un premio a la sonrisa de la semana sería, sin duda, para Salvador Illa. El PSC vuelve a tener protagonismo de la mano de este hombre tranquilo, que no perdió la calma ante una pandemia y que ahora está trabajando con la vista puesta en el Palau de la Generalitat, entendiéndose con la Moncloa –que le da cuerda– a la perfección.

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