Alfombra roja en el Parlament pero precariedad en el centro de acogida
Feridoon y Nooria Aryan viven ahora con sus hijos de 7 y 2 años en una habitación en Barcelona
BarcelonaFueron las primeras personas invitadas a visitar el Parlament, ahora hace dos semanas, cuando se levantaron las medidas contra el coronavirus en la cámara catalana, y el hemiciclo les rindió un sentido homenajee poniéndose todos los diputados de pie con una larga ovación que les puso la piel de gallina, según reconocen ellos mismos. Feridoon Aryan y su mujer, Nooria, llegaron a Barcelona el 13 de octubre con sus dos hijos, Heraab y Anosh, de 7 y 2 años. Son de las pocas familias afganas que han tenido la suerte de aterrizar en España en octubre con uno de los dos vuelos de evacuación que ha hecho el ministerio de Defensa desde Islamabad, la capital del Pakistán. Se sienten eternamente agradecidos de que les hayan traído aquí y les hayan salvado la vida, pero admiten que también los gustaría sentirse “humanos”; cosa que no han conseguido hasta ahora. Lo dicen con la boca pequeña, con miedo de molestar. "Sabemos que no nos podemos quejar, que tenemos que aguantar lo que sea".
Lo que sea es vivir en un centro de acogida en Barcelona con más de una veintena de personas, cada una de un país diferente. Allí les han asignado una habitación con tres camas, un par de armarios, una mesa y unas sillas, según describen ellos mismos. El resto de servicios son compartidos: los lavabos, la cocina, el comedor… Nooria es la única mujer alojada en el centro, y sus hijos, los dos únicos niños. “No hay un lavabo específico para mujeres”, lamenta Feridoon. “Sí, es difícil. Es verdad que no me siento muy segura cuando mi marido no está conmigo”, confiesa ella, también midiendo las palabras por miedo que sean malinterpretadas y alguien piense que no están suficientemente agradecidos.
En el centro hay un servicio de cátering y se sirve la misma comida para todo el mundo. Esto, sin duda, les ahorra trabajo, pero es una pesadilla para los niños. “Es una comida nueva para ellos. No les gusta, no la quieren”, dice Feridoon. Se le nota desesperado. Le encantaría poder comprar la comida que le gusta a sus hijos, pero es que tampoco tiene dinero. Desde que llegaron a España, solo les han dado 150 euros. En la Afganistán tenían una fortuna, pero tuvieron que marchar del país con los bolsillos vacíos. Desde que los talibanes llegaron al poder, hay una especie de corralito y es casi misión imposible sacar dinero de los bancos.
“Mi mujer ahora se enfada a la mínima y mi hijo de 7 años llora por cualquier cosa. No es normal, necesitamos ayuda psicológica”, comenta Feridoon, que ya no sabe cómo lidiar con todo. Reconoce que aquí hay mucha gente que les quiere ayudar: se ofrecen a acompañarles donde sea o les llevan a visitar lugares de Barcelona. Pero ellos lo que quieren es vivir como una familia normal y corriente, en un lugar donde puedan cocinar la comida a sus hijos e ir al lavabo sin recelo; aunque sea un lugar pequeño y humilde.
El mismo trato para todo el mundo
Anna Figueras, la representante en Catalunya de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) –que gestiona el centro de acogida–, reconoce que en las instalaciones viven personas de origen muy diverso –del África subsahariana, América Latina, Magreb...–, que los servicios son compartidos y que es imposible cocinar al gusto de todo el mundo. Pero asegura que ellos tratan a todo el mundo igual, vengan de donde vengan, que el centro forma parte del programa estatal de acogida y que el dinero que dan a las familias es el que estipula el gobierno español. Ni más y ni menos. Feridoon y su familia tendrán que estar –salvo que la CEAR los traslade a otro lugar– hasta que el ejecutivo resuelva su petición de protección internacional. Y eso puede llevar meses.
Feridoon era portavoz de Unicef en Afganistán y su mujer trabajaba como profesora en una universidad privada. Eran una familia de clase medio-alta y progresista. Se nota por cómo viste ella: de manera occidental y sin pañuelo en la cabeza. Consiguieron ser evacuados en un vuelo del gobierno español gracias a las gestiones del diputado de ERC Rubén Wagensberg. Feridoon admite que no esperaban que les recibieran con alfombra roja en el Parlament, pero tampoco esperaban que sus condiciones de vida aquí fueran así.