Migración

Bajan las peticiones de asilo en Barcelona y crece la pobreza entre los refugiados

Los afganos que llegan a Catalunya son atendidos en residencias del sistema de protección estatal

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Un hombre sale del nuevo edificio del SAIER, en  Barcelona.

BarcelonaLas restricciones a la movilidad derivadas de la pandemia han frenado la llegada de inmigrantes y demandantes de asilo en Barcelona en la primera mitad del año. Llegan menos, pero los que ya están instalados en la ciudad necesitan más ayuda porque son dos de los colectivos que más han sufrido la crisis socioeconómica. Hasta el SAIER, el servicio municipal especializado que los atiende, han llegado más de 10.300 personas durante el trimestre, que, a pesar de ser un 7% menos respecto al mismo periodo de 2020, implican un ligero aumento de la actividad asistencial por la especial "vulnerabilidad y complejidad" en la que han quedado, ha explicado el concejal de Derechos de Ciudadanía, Marc Serra.

La pandemia les ha hecho perder el trabajo y no han podido hacer frente a los gastos básicas de comida o vivienda, pero también hay un aumento del 41% al 46% de personas a las que les caducaba el permiso de residencia y no han podido renovarlo por el colapso burocrático o una normativa estricta que exige disponer de un contrato laboral. Esto explica que hayan aumentado las demandas de asesoría jurídica y, en este grupo, destacan los casos de solicitantes a los que se deniega el asilo. Las entidades reprochan la dureza de la ley para dar protección internacional y aseguran que de cada 100 demandantes solo cinco consiguen el estatus de refugiado. El resto, sin documentación legal, quedan al margen de las ayudas sociales y se ven abocados a la precariedad y a la asistencia básica a través de ONGs, hasta que al cabo de tres años se pueden acoger al procedimiento de arraigo. Para evitar que caigan en la marginalidad, las entidades reclaman la creación de un visado humanitario, como se concede a los venezolanos.

Acogida de 120 afganos

El balance del SAIER coincide con la llegada inminente a Catalunya de los primeros refugiados afganos que el gobierno español ha sacado del país centroasiático por la amenaza del poder talibán. De momento, de las más de 1.500 personas que han aterrizado en el aeropuerto de Barajas, 120 serán trasladadas a Catalunya, según datos actualizados del ministerio de Inclusión. La mayoría forman parte de familias numerosas que habían tenido relación con el ejército español y pasan las primeras horas en un campamento que se ha improvisado en la base militar de Torrejón de Ardoz, donde las entidades que colaboran con el sistema estatal de protección internacional (Cruz Roja, Red Acoge, CEAR, por ejemplo) se encargan de entrevistarlos y redistribuirlos por las comunidades autónomas, en función de la disponibilidad de plazas o de los vínculos que tengan en cada territorio.

Mañana llegarán al menos once de la mano de la entidad Bayt al-Thaqafa, dependiente de Sant Joan de Déu. "El sistema tiene muchas plazas libres porque durante los últimos años se han denegado muchas demandas de solicitud", ha explicado Daniel Ibarz, responsable de esta asociación. Así, se prevé que el gobierno español no recurrirá a las ofertas de plazas residenciales que han hecho formalmente administraciones como la Generalitat o el propio Ayuntamiento de Barcelona.

"Llenar las habitaciones"

Sin embargo, el consistorio de la capital catalana, junto con ONGs de ayuda a los inmigrantes, ha hecho un llamamiento para que "la oleada de solidaridad" de familias barcelonesas para acoger a refugiados afganos se extienda a los asilados e inmigrantes que ya residen en la ciudad. Como Lali Escolà, una vecina de Sants que colabora con la entidad Punt de Referència, y actualmente acoge a tres hombres jóvenes en su casa. Dice que venció el "miedo" a abrir las puertas a desconocidos en 2018, consciente de que la suya era una vida "privilegiada" que podría ser útil para los que lo tienen más complicado. La experiencia es "satisfactoria por ambas partes", ha subrayado Escolà. "He vuelto a llenar las habitaciones que mis hijos habían dejado vacías", ha ilustrado la voluntaria en la misma rueda de prensa.

Pero incluso para los que tienen reconocido el estatuto de refugiado, no es fácil acceder al reagrupamiento familiar. Tampoco para los afganos con años de residencia. M. llegó de Kabul en 2017 huyendo del conflicto afgano y no fue hasta diciembre de 2020 cuando se resolvió su solicitud de refugiado y todavía ahora está pendiente de que autoricen la llegada de su mujer y cuatro hijos. El suyo es un caso "no aislado" que ha denunciado Refugees Welcome, que asegura que su expediente "ni tan solo se ha empezado a tramitar" y se teme que el triunfo de los talibanes todavía complicará más todos los trámites. "Si ya era difícil que el gobierno de Afganistán enviara los antecedentes penales y la documentación para hacer los papeles, a partir de ahora será casi imposible", ha constatado Daniel Ibarz.

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