La Copa América y Barcelona: las claves de un divorcio amistoso
El martes organizadores y autoridades ya sabían que la competición abandonaría una ciudad en la que no ha echado raíces
BarcelonaCuando este martes Grant Dalton, el líder del proyecto de la Copa América de Nueva Zelanda, se reunió con representantes del Ayuntamiento de Barcelona, todas las partes ya sabían que en el fondo se disponían a fingir un papel: la reunión por hablar de una segunda edición de la Copa en Barcelona no llegaría a buen puerto. Hacía días que las autoridades barcelonesas habían ido cambiando su discurso respecto a la posibilidad de organizar por segunda vez la competición de vela más antigua. Si hace unos meses se decía abiertamente que era una posibilidad darle continuidad, una vez empezó la competición se constató que la mayoría de barceloneses ignoraban o se oponían a una copa que implica un gran gasto económico y tiene un retorno limitado.
"En las últimas semanas empezó a darse por hecho que la Copa se marcharía de Barcelona", dicen fuentes cercanas al Team New Zealand. Las manifestaciones en su contra, con algunos momentos de intercambio de insultos con invitados de la Copa, así como ver las zonas destinadas a los aficionados medio vacías muchos días, rebajaron la euforia. Y las autoridades pasaron de defender la competición a enfriar la opción que se repitiera en Barcelona. Si a inicios de septiembre Jaume Collboni decía que era "optimista" para realizar una segunda edición, el teniente de alcaldía de Economía, Jordi Valls, subrayaba semanas más tarde que el compromiso de la ciudad era sólo para el 2024.
En el distanciamiento entre el gobierno municipal y la Copa América han jugado un papel destacado otras dos variables: una económica y otra política. Por un lado, la competición no ha repercutido de la forma esperada ni en la restauración, ni en el comercio, ni en los alojamientos turísticos, que llevan meses avisando de que no han notado un incremento de reservas. Por otro, después de un año y medio en el Ayuntamiento se empieza a esclarecer la política de alianzas del PSC, encaminado a buscar la gobernabilidad de la mano de ERC y Barcelona en Comú. Dos formaciones, sobre todo la última, que no veían con buenos ojos la repetición de la competición.
Con este escenario, ambas partes han decidido separar los caminos con palabras mutuas de agradecimiento. Un divorcio amistoso, aunque no acaben de coincidir con la versión oficial. Mientras el Ayuntamiento –que quería presentar una oferta a la baja sabiendo que sería inasumible para los organizadores– asegura que rechazó acoger de nuevo el evento porque consideraba que ya "no podía aportar nada" una vez cumplidos los objetivos , desde la Copa América se explica que se ha descartado continuar en la capital catalana porque el espacio se les ha quedado pequeño. Organizaciones como Barcelona Global o la Cámara de Comercio, que han tenido un papel activo en la organización de la Copa y se mostraban satisfechos por los resultados, de momento esperarán para realizar valoraciones.
Según Dalton, quieren una futura edición con aún más barcos y reunidos todos en una misma zona, lo que no es posible en Barcelona. De hecho, hace ya semanas que el líder del equipo de Nueva Zelanda trabaja en esta idea. A diferencias de otros equipos de la Copa, el barco de Nueva Zelanda no tiene grandes fortunas o magnates poniendo dinero, así que necesita recursos para construir un buen proyecto por otras vías. El actual gobierno de su país no quiere realizar esta inversión (la oposición lo critica justo en un año electoral en Nueva Zelanda), así que han venido a Barcelona, donde ha habido una inversión oficial de al menos 54 millones de euros. euros por parte de las instituciones.
El impacto económico, pendiente
Precisamente los números fueron otro foco de discusión. Los movimientos contrarios al evento cifran en 80 millones el dinero público aportado por las administraciones, y este mismo miércoles desde Junts, Barcelona en Comú y ERC se reclamaba al consistorio claridad con las cifras. En los próximos meses serán claves tanto la auditoría que debía realizar la propia Copa América como el estudio de la UB que está elaborando la Fundación Bosch Gimpera. Dos informes que deben poner luz al impacto económico real que habrá tenido la competición sobre la ciudad.
A la espera de estos datos, Valls ha defendido este miércoles la apuesta que se hizo en su día por acoger la Copa América. Argumentó que gracias a ello se ha reforzado la imagen internacional de Barcelona, se ha popularizado el deporte de vela y se han acelerado proyectos que la ciudad tenía pendientes tanto de reforma del litoral como de apuesta por la economía azul .
Valencia levanta el dedo
La prueba de que el divorcio entre Barcelona y la Copa América estaba cantado es que Dalton ya había hablado con otras posibles sedes antes de la reunión del martes. Por ejemplo con Cristóbal Grau, exconsejero de Deportes y jefe de gabinete de la alcaldesa valenciana María José Catalá, que el último fin de semana estuvo en Barcelona durante el fin de la Copa. "Ya lo esperaban", admiten en el Ayuntamiento. Este miércoles el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, se mostró sorprendido por la decisión de Barcelona de no volver a acoger la competición y aseguró que él tiene "la obligación de luchar" porque la próxima edición de la Copa América se dispute en Valencia.
En las conversaciones durante las regatas, Dalton había percibido cómo la Copa no acababa de echar raíces en Barcelona y cómo las autoridades que hace unos años le pusieron la alfombra roja iban siendo cada vez más prudentes al ver que las expectativas no se acababan de cumplir. Pero Dalton defiende que, en cuanto a visitantes y audiencia, la Copa ha sido un éxito.