El deseo de Ànnia: traer la Navidad a su hospital

Una niña que sufre cáncer anima a su escuela a decorar el Vall d'Hebron

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El Ànnia con una amiga y compañera de clase colgante la decoración esta mañana al Valle de Hebrón.

BarcelonaÀnnia subía cimas y su vida fuera de Barcelona estaba en la montaña. Pero cuando llegó el confinamiento más duro, como todos los niños, tuvo que estar encerrada más de un mes dentro de casa, en un piso sin terraza ni balcón. El primer día que pudo volver a salir a la calle empezó a temblar cuando bajaba las escaleras. “Me sorprendió”, recuerda su madre, Joana Cervera, que se preocupó todavía más cuando Ànnia, de 6 años, le enseñó cómo le temblaba la mano mientras dibujaba. Fueron al Hospital Vall d'Hebron, donde, al cabo de una semana, les dieron un pronóstico: Ànnia tenía un tumor cerebral y la tenían que operar urgentemente.

La tuvieron que intervenir quirúrgicamente tres veces entre junio y julio del año pasado –para sacarle el tumor, ponerle una válvula cerebral y prepararla para la quimioterapia–. Ahora Ànnia tiene 7 años y continúa el tratamiento de quimioterapia: cada tres semanas tiene que pasarse unas horas en el Hospital Infantil del Vall d'Hebron. Además, haber sufrido un cáncer infantil en pandemia lo ha hecho todavía todo más duro porque las medidas del covid obligaron a dejar el centro sin los payasos y los voluntarios que animan a los enfermos más pequeños y a sus familias. También se redujeron a cero las visitas.

Cervera asegura que el personal sanitario ha procurado poner igualmente esta “magia” para afrontar un proceso doloroso que, como ha vivido Ànnia, supone perder los cabellos, quedarse muy delgada y tener dificultades para volver a hablar y andar. Pero durante el tratamiento para recuperarse, la niña ha visto las paredes del centro hospitalario demasiado vacías. Por eso el año pasado contribuyó en la decoración de Navidad, después en la de Sant Jordi, más tarde en la de otoño y hace poco tuvo una propuesta: decorar todo el Hospital Infantil para esta Navidad. “No lo podemos hacer. Es demasiado grande”, fue la primera respuesta de Cervera a su hija.

La madre y el padre del Ànnia con su hija y una amiga en el exterior del Vall d'Hebron.

Pero la madre pensó que el deseo del Ànnia no podía quedar en nada, y todavía menos cuando desde hace un año mantienen la filosofía de luchar contra las adversidades. Cervera contactó con la escuela de la niña, Frederic Mistral - Tècnic Eulàlia de la Fundació Collserola, para hacer realidad la idea. El proyecto coincidió con el hecho de que otra alumna del centro, Martina –que tiene 10 años–, también había empezado un tratamiento oncológico en el Vall d'Hebron. Las dos niñas grabaron un vídeo que pasaron a los varios cursos del centro para compartir con sus compañeros cómo viven la enfermedad y animarlos a decorar el espacio donde pasan tantas horas.

8.000 estrellas repartidas

“Cuando hacen las sesiones de quimioterapia miran al cielo”, explica Cervera, que dice que Ànnia quería que la decoración se viera en el techo blanco que tiene que observar durante el tratamiento. Por eso en la escuela han hecho unas 8.000 estrellas que se han repartido por todo el Hospital Infantil del Vall d'Hebron, tanto en el techo como en las paredes. Están inspirados en el cuadro La noche estrellada de Vincent van Gogh: hay estrellas plateadas y otras que combinan el amarillo con el azul. Las estrellas acompañarán las próximas semanas a Ànnia, Martina y los otros niños cuando estén allí. Según Cervera, “más allá de la decoración”, el proyecto ha servido para hablar del cáncer entre los alumnos de la escuela: para hacer visible que son “valientes y luchadores”, además de reivindicar la investigación.

Martina y Ànnia colgando la decoración en el Vall d'Hebron.

Ànnia y Martina han colgado esta mañana las estrellas con algunos amigos y compañeros de clase. Dos de las profesionales que trabajan en el servicio de oncología pediátrica del Vall d'Hebron, la doctora neurooncóloga Anna Llort y la enfermera supervisora Esther Díaz, dicen que es importante que los espacios estén “más humanizados” por los niños y se asemejen a la escuela, que es “la vida que tendrían que tener”. Ànnia hace segundo de primaria desde casa –por videoconferencia— porque solo puede ir físicamente a clase un par de horas cada tres semanas. En principio de aquí dos meses acabará la quimioterapia y si los resultados de febrero son favorables espera poder recuperar, poco a poco, la rutina que tenía hace dos años.

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