Emergencia social

400.000 personas viven hacinadas en habitaciones en el área metropolitana de Barcelona

Cáritas alerta de que un 15% de las personas quedan en la pobreza una vez pagan el gasto de la vivienda

Leidy Cubides y Brayan Chacón jugando con su hijo Emiliano en el centro comunitario de Cáritas del barrio de Singuerlín.
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Santa Coloma de GramanetUnas 400.000 personas del área metropolitana de Barcelona viven en hacinamiento, en habitaciones realquiladas y pisos compartidos. A partir del último informe FOESSA con datos de 2024, Cáritas Barcelona detalla que en las ciudades incluidas en esta diócesis, la precariedad social es más alta que en el conjunto de Cataluña y el Estado, aunque la mejora económica y las ayudas sociales han hecho disminuir la pobreza extrema a la mitad (6%) respecto a los datos del mismo estudio de 2018.

En esta región diocesana residen 2,8 millones de personas (Maresme y Barcelonès) y se calcula que casi una de cada cuatro viven en el límite, sin poder. La fotografía es aún mucho peor para los jóvenes y los extranjeros, que multiplican por 2,4 la tasa de pobreza y exclusión respecto a la población general. Los precios estratosféricos de la vivienda se llevan el grueso de sus ingresos: el 15% queda en pobreza severa después de pagar el alquiler. Según la jefa del área social y análisis de Cáritas, Amelia de Juan, el encarecimiento de los alquileres de pisos está provocando un aumento de la demanda de habitaciones, una tendencia que dispara los precios también del realquiler.

Leidy Katherine Cubides y Brayan León Chacón han sufrido en propias carnes la imposibilidad de encontrar una vivienda digna. Llegados hace menos de un año al aeropuerto de Madrid con un visado turístico procedentes de Colombia, desde el primer día fue una carrera de obstáculos y sólo la noticia del nacimiento del pequeño Emiliano en la capital española dio una tregua feliz a la pareja. Desde hace pocas semanas viven en un piso en Santa Coloma de Gramenet, que comparten con otras tres personas. Cáritas asume los 700 euros mensuales, así como otros gastos básicos de la pareja porque las horas en una empresa de limpieza que logra realizar Chacón no son suficientes. "Necesitamos mínimo 2.000 euros, con menos es imposible sobrevivir", afirma Chacón, quien se muestra confiado, pese a la situación.

Papeles conseguidos

Como el hijo nació en España hijo de colombianos, nace con la nacionalidad española y gracias a esta circunstancia, la pareja ha conseguido en un tiempo récord de cuatro meses, primero el permiso de residencia y "como regalo de Navidad", el día 1 de diciembre, también el de trabajo. "Ahora podemos empezar a ver la luz con un contrato porque sin papeles ni casa pierdes energía, te ahogas y solo puedes pensar en el ahora. Pierdes la capacidad para buscar trabajo o para convencer a que te contraten", reflexiona el hombre, de 29 años que cruza los dedos para que en los próximos días alguna de las entrevistas de trabajo le dé este primer trabajo.

El camino hasta el piso compartido en Santa Coloma de esta pareja ha sido duro, porque les "engañaron" cuando un hombre les prometió casa y trabajo en Fuerteventura. A Barcelona llegaron por la convicción de que un familiar les ayudaría, pero acabaron durmiendo con el niño en la terminal de El Prat y en un parque de Poblenou. Estuvieron así hasta que encontraron a personas que les alojaron unos días en su casa porque –dicen– que los servicios sociales les desatendieron. Además, se toparon con la sorpresa desagradable de que no querían alquilarles ningún espacio para la criatura. "Para una pareja es más fácil, pero cuando dices que tienes un hijo es complicado porque dicen que como somos vulnerables no nos podrán echar", se queja Cubides, que se había planteado volver a casa.

El caso de esta pareja ilustra la foto fija que hace FOESSA que en nueve de cada diez hogares en hacinamiento viven menores o la precariedad laboral. Realquilar es sinónimo no sólo de tener que compartir cocina o aseo, sino también de inseguridad, falta de intimidad o, como les ocurre a esta familia, que los propietarios aparezcan sin llamar al piso y abran las habitaciones.

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