Emergencia social

"Si nos dicen que nos marchemos de aquí, okuparemos otro local"

Una decena de familias sobreviven en tiendas, aprovechando la crisis comercial del barrio del Guinardó de Barcelona

3 min
El Florín y Susana a la puerta del que ahora es casa suya, en el barrio del Guinardó de Barcelona

Barcelona“Si nos dicen que nos marchemos de aquí, okuparemos otro local. Hay muchos por aquí”. Rafael vive en una de esas tiendas cerradas por la crisis en el Guinardó. Hace tres semanas que forzó la cerradura de un comercio de jardinería vacío que apenas había cerrado y se instaló con seis miembros de su familia, entre ellos dos sobrinos menores que van a la escuela del barrio y su mujer embarazada de pocos meses. Antes de este techo habían okupado otros por la misma zona. Cogen las cuatro pertenencias que tienen y se van cuando les comunican que serán desalojados para no tener problemas. “No tenemos demasiadas alternativas y un piso tampoco nos soluciona nada porque trabajo en la chatarra”, explica con la puerta medio abierta, mientras en el interior uno de los parientes se afana en tapar con papel de colores los vidrios del escaparate “para tener un poco de intimidad”. 

En tres manzanas de bloques de la zona por lo menos hay una decena de familias que han hecho de las tiendas cerradas su techo. La mayoría de los locales conservan incluso alguna señal que da alguna pista de qué era el negocio que había hasta hace poco: el letrero, una pegatina con el teléfono o incluso los muebles. Explican los vecinos que una familia entró en un salón de belleza “casi al día siguiente” de que bajara la persiana. “Todo era casi nuevo”, dice una tendera, que afirma que en general hay buena relación, a pesar de que sí que hay preocupación por “si puede pasar lo que pasó en Tetuan”, en referencia al incendio del martes en una sucursal bancaria okupada en el que murió una familia de cuatro miembros. “Tengo que decir que siempre saludan y dicen buenos días cuando pasan por delante”, relata. 

Un hombre en la puerta del local que ha okupado en el Guinardó de Barcelona

El pequeño comercio del barrio está en proceso de desaparición fuera de las grandes arterias de paso, como la Ronda Guinardó y el Passeig Maragall. En las calles secundarias abundan los locales con las persianas bajadas, los carteles de venta o alquiler y en algunos casos los propietarios han reforzado las puertas para evitar okupaciones. Tiendas vacías y reconvertidas en casas son caras de una misma moneda de crisis y precarización.

Recogiendo chatarra

Un carro de supermercado vacío atado a una farola delata que hay otro local, que tiene la persiana a medio abrir y los vidrios cubiertos en una mezcla de cortinas y papeles. Florín, de 37 años, explica que cada día le cuesta más llenar el carro de la chatarra que consigue recoger buscando por la ciudad para venderla después en la Plaça de les Glòries. “Cada vez es peor porque hay mucha gente removiendo por los contenedores, y últimamente incluso hay españoles”, explica con la intención de subrayar cómo de “mal” está la situación. Hasta ahora trabajaba en la obra “en negro” porque no tiene papeles, pero la pandemia le ha hecho perder incluso estos trabajos mal pagados.

De dentro sale su mujer, Susana, que explica que cuando hace cuatro meses llegaron los Mossos, alertados por los vecinos de la okupación, la familia dijo que podría pagar “algo” de alquiler pero no han tenido más noticia de ellos. Viven con sus dos hijos adolescentes, que cursan formación profesional. “Ganamos 70 o 80 euros a la semana para cuatro personas, ya me dirás si podemos vivir”, lamenta. No tienen luz ni agua y el habitáculo es un solo espacio donde se acumulan objetos recogidos en la calle con una cocina de butano, una mesa y una cama grande, donde duerme el matrimonio, y una que ahora está plegada para los hijos. Se calientan con una estufa de butano y por la noche se iluminan con pilas. “Hace frío porque por los vidrios y la puerta pasa mucho aire”, destaca Florín. Su ducha es un cubo, el mismo con el cual lavan la ropa. “Cuando tenemos dinero llevamos la ropa a una lavandería del barrio”, dicen y, de vez en cuando, van hasta uno de los servicios de duchas. “¿Ayudas? Te puedes morir esperando una”, se quejan.

Desde el Ayuntamiento admiten que no hay ayudas para personas que okupan locales, más allá de las puntuales de comida o ropa porque los requisitos fijados para acceder a un alquiler social exigen la situación administrativa en regla y ser desalojado de una vivienda. Además, tampoco les salva la moratoria de desahucio en vigencia desde la pandemia. “De momento nos quedamos aquí hasta no sabemos cuándo”, se despide el matrimonio.

stats