Francesc Cots: "Llevo quince años sin dinero, agua ni luz"
Este palamosí de 62 años vive en una barraca de pescadores de cala Estrecha
BarcelonaEn octubre cumplirá quince años que Francesc Cots, de 62 años, vive en una barraca de pescadores de cala Estreta, en Palamós. "Me quedé sin nada y vine a vivir aquí", dice Quico, como lo conoce popularmente la gente. Antes se había pasado tres años durmiendo en el coche, pero tuvo que venderlo para pasar la manutención a su exmujer y así poder ver a su hija. Vive sin agua ni luz. También sin dinero. Vive de lo que le da la gente que pasa por la cala.
Hace unos días, un chico que trabaja de cocinero en un hotel de Calella de Palafrugell le trajo en kayak una docena de tetrabriks de leche y también agua. A pesar de ir escaso de agua, Quico siempre ofrece a quien le pide. "Cinco personas a las que di agua en su día han venido al cabo de unos años con una garrafa de ocho litros. La vida te devuelve lo que das", explica contento. Cuando no tiene, recorre los seis kilómetros que le separan de la fuente más cercana. "Mi padre, que formó parte de la Quita del Biberón, me da fuerza para no desfallecer", señala.
Aunque es consciente de que podría recibir un subsidio, no quiere entrar en la rueda del sistema y el poco dinero que recoge les dan turistas con el intercambio. "A veces, cuando invito a alguien a tomar un café, me dejan una propina, y con ese dinero aprovecho para comprar comida o agua", explica. Afortunadamente, desde hace nueve años, una tienda de Sant Joan de Palamós le fía la compra, como se hacía antes. Como en verano la cala siempre está llena, aprovecha para hacer cajón y comprar lo que necesita en esta tienda y pagarlo en invierno. "Me he pasado pocos días sin comida, sólo cuando llegué aquí, porque no tenía ánimo para nada", asegura. La gente siempre le ha apoyado. Una vez al mes la responsable de un hotel cercano le invita a desayunar a su establecimiento: "Como cuatro pastas y un café con leche. Ella siempre me dice que me lleve un bocadillo, pero no lo hago porque cuando abusas lo pierdes todo".
¿Y cómo lleva la soledad? "Yo no me siento solo, siempre pasa gente por aquí, también en invierno, y mis padres están aquí de espíritu. Por las noches pongo una foto suya en la mesa y siento que me protegen, que me envían señales, como en la película Frequency", detalla Cots. Como el tronco donde se sienta, que cuando hay temporal el mar se lo lleva y luego vuelve para no dejarlo solo. Tampoco se siente como el náufrago que interpreta a Tom Hanks en una de sus películas más célebres. "Él tiene un accidente con un avión, yo he venido aquí porque he querido'e, detalla. vive en esta aislada isla en el filme de Robert Zemeckis, Quico también tiene algunos muñecos en el exterior de la barraca. "Me hacen compañía, pero los puse para los niños que venden, aunque los niños ya no juega", se lamenta. años, el Ayuntamiento le ha echado dos veces, después de que la Generalitat la cediera al municipio, pero después ha vuelto a ello porque, como defiende, él "no hace daño a nadie". penurias, dice que es más feliz ahora que antes, cuando tenía de todo. "Ahora soy más generoso compartiendo las pocas cosas que tengo", remarca.
Tampoco le importa estar aislado. Ni siquiera tener cobertura y tener que ir a otra cala o subir a lo alto del acantilado para poder llamar con el móvil que le compró su hija y que carga con placas solares. "Me enteré del apagón por la gente que bajaba", dice riendo. En pleno debate sobre el turismo, Cots le defiende y recuerda que Catalunya en vivo, del turismo. "No debemos quejarnos tanto, todos somos turistas", expone, aunque admitió que este año ha venido más gente que nunca a la cala porque la revista Lonely Planet lo ha puesto entre las cien más guapas del mundo. "Este año han venido muchos americanos", dice. Quienes no soporta son los instagramers. "Ellos sí están solos, porque necesitan la aprobación de la gente", espeta.
Quico se queda con la gente que ha conocido a lo largo de todo este tiempo. Muchos de ellos cuelgan un sueño, "que no un deseo", en una idea que tuvo hace diez años. "Les quemamos en Nochevieja y no en San Juan, para hacerlo diferente", dice. Este año se reunieron cuarenta personas. En la agreste zona de Cap Roig, con una vista privilegiada de las islas Formigues, su sueño es poder seguir viviendo en paz y armonía con la naturaleza: "Todo rutlla y no pienso marcharme, pero si me echan me iré", dice resignado.