MadridParis Match, uno de los semanarios franceses más leídos, dedicaba hace pocas semanas un artículo de varias páginas a la capital española titulado “Madrid, el miedo y la fiesta”. El texto narraba con grandes dosis de incredulidad que bares, restaurantes, museos, teatros e incluso discotecas están abiertos en Madrid. También hablaba de los contagios en España y del “desafío” de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, al gobierno español. Esta revista no es la única que ha escrito sobre la laxitud de Madrid. La prensa francesa se ha hecho un amplio eco. El resultado: la ciudad –a pesar de tener la tasa de contagios más elevada de España– se ha llenado de turistas franceses que buscan escaparse de las duras restricciones vigentes en su país y hacer cosas tan sencillas como tomarse una cerveza en la calle.
“Hemos venido a hacer todo lo que no se puede hacer ahí: ir de fiesta, ir a espectáculos, a museos y sentarnos en una terraza”, explica a la salida de Prado Chantal, una turista de Estrasburgo que ha venido a pasar unos días a Madrid. “Esto es vida –dice con una sonrisa–. Todo está abierto”. Explica que ella ha decidido viajar porque está vacunada y se ha quedado sorprendida de cómo aquí todo el mundo va con la mascarilla bien puesta: “La gente es mucho más disciplinada”.
Confinamiento 'de facto'
En Francia, uno de los países que han aplicado más restricciones para frenar el coronavirus, la restauración y los museos están completamente cerrados desde hace meses. Después de las vacaciones de Navidad, el gobierno de Emmanuel Macron también endureció el toque de queda: ahora a partir de las seis de la tarde no puede haber nadie en la calle sin causa justificada. Es, de facto, un confinamiento que permite solo salir de casa para ir a trabajar, a estudiar o a comprar.
Son las ocho del anochecer y en la calle Barcelona de Madrid, cerca de Sol, las terrazas están llenas de gente joven bebiendo y picando algo. Unas cuántas mesas están ocupadas por franceses. Algunos están de Erasmus y otros han venido de visita a ver amigos. “Lo aprovechamos para venir a los bares. Allá a esta hora ya estaríamos en casa”, explica Olivier. A su lado, Antoin –que estudia en Madrid– dice que sus amigos en París están “tristes” con tantas restricciones. “Yo les digo que vengan, que aquí alucinarán con los bares”. Las compañías aéreas lo ponen fácil con billetes asequibles: viajar de París en Madrid cualquier fin de semana del mes de abril cuesta alrededor de 100 euros.
La calle, llena de gente sin mascarilla, recuerda a cualquier tarde prepandemia. Incluso la discoteca, New Manama Disco, está abierta. Pero el portero confiesa que tienen pocos clientes: “Como no se puede bailar y los clientes tienen que estar sentados, viene poca gente”. A las 22 h ya nadie podrá entrar y a las 23 h tendrá que bajar la persiana. “Antes del coronavirus cerrábamos a las séis de la mañana”, dice resignado.
Menos clientela
A pesar de la llegada de franceses, hosteleros y restauradores aseguran que no tienen ni la mitad de clientes que antes. En la plaza Santa Ana, en pleno centro de Madrid, los bares que hace poco más de un año estaban a rebosar a primera hora del anochecer, ahora están completamente vacíos. En la Cervecería Alemana no hay ni un solo cliente en el interior. En la terraza, solo tres mesas están ocupadas. “Los turistas franceses nos animan un poco las tardes, pero no nos salvan el negocio”, asegura el encargado. Los hoteles de Madrid también están medio vacíos. “Solo tenemos algunos clientes nacionales y algunos franceses”, lamenta el propietario del Hotel Cervantes, situado muy cerca de Neptuno.
La agonía de los tablaos madrileños
Desde el inicio de la pandemia, Madrid, como muchas otras ciudades, se ha quedado prácticamente sin turistas. Las restricciones y el virus han puesto en una situación crítica a los tablaos de la ciudad, locales frecuentados sobre todo por turistas. Los negocios agonizan mientras esperan que el turismo se recupere pronto.
Algunos no han podido aguantar. Esta semana ha anunciado que cerraba las puertas definitivamente el tablao Villa Rosa, el más antiguo de la ciudad. Fundado en 1911, el Villa Rosa es -o era- un establecimiento emblemático situado en la plaza de Santa Ana. Por su escenario han pasado grandes figuras del cante y el baile flamenco, como Lola Flores, Juanito Valderrama o Miguel de Molina. Entre los clientes célebres, Ernest Hemingway y Ava Gardner.
Otros intentan sobrevivir. El tablao Las Tablas, en la plaza España, ha decidido reabrir tras meses cerrado, pero su propietaria, Antonia, asegura que no le sale a cuenta: "Abrimos para estar allí, pero tenemos cero beneficios".