¿Puede la caza acabar con la plaga de los jabalíes?
Expertos señalan que es necesario evitar que los animales salvajes encuentren alimentación fácil en las ciudades
BarcelonaSe calcula que en Cataluña hay unos 200.000 jabalíes, distribuidos por el territorio de forma desigual. Desde hace dos décadas existe un programa de seguimiento en el que se constata las diferencias de densidad: hay más de quince ejemplares por kilómetro cuadrado en el Alt Empordà y Les Gavarres, menos de tres ejemplares en Els Ports de Tortosa-Beseit y entre tres y seis ejemplares en el litoral o el parque de Collserola, donde se focaliza el brote de peste porcina africana que ha levantado todas las alertas. Una generosa pluviometría, la abundancia de encinas, robles o hayedos y las extensiones de cultivos de regadío favorecen la proliferación de estos animales, que siguen en líneas generales una tendencia demográfica ascendente. De hecho, el programa de la Generalitat señala que "las poblaciones de jabalí no parecen estar cerca de tocar techo, y tienen potencial para seguir creciendo".
El éxito demográfico del jabalí se debe sobre todo a su extraordinaria adaptabilidad, y hoy en día se han convertido en una "plaga en la mayoría de áreas metropolitanas de todo el mundo", señala Jordi Serra-Cobo, investigador distinguido de la Universidad de Barcelona. La combinación de la presión urbanística y el abandono de los cultivos y del medio natural hace que estos animales tengan "comida más al alcance, sin necesidad de hacer gasto energético buscándolo en el campo" y, por tanto, les es más fácil llevar adelante las crías, indica.
Las imágenes ya habituales de familias enteras de jabalíes removiendo los contenedores y comiendo de la basura ilustran hasta qué punto llega la proximidad con los humanos. Y esto ocasiona problemas en forma de accidentes de tráfico, pero también destrozos en las zonas boscosas y sobre todo en los campos cultivados del campesinado, donde hacen auténticos banquetes a expensas de los cereales o la fruta. Así, bien alimentados fácilmente, se garantizan una buena condición física y una alta tasa reproductora, explica el investigador, quien también destaca la "función de equilibrio" del jabalí porque, por ejemplo, regula los encinares.
Aviso del riesgo
El campesinado hace años, por no decir décadas, que alerta de que la proliferación de jabalíes pone en peligro la actividad primaria, sobre todo la que se realiza en torno a las grandes ciudades. Los agujeros que hacen en la tierra dejan el terreno como campos de minas, destrozan los márgenes, erosionan el suelo, hurgan entre semillas y cereales hasta "hacer imposible cultivar nada", detalla Miquel Canals, presidente de la Asociación de Propietarios Agrícolas y Forestales de Castellví de Rosanes (APECRO). A su juicio, "solo se salvan las grandes extensiones con monocultivo como los viñedos del Penedès", mientras que en las pequeñas como la suya, cuando varios jabalíes entran en los campos en una noche, arrasan con todo. "No dejan ni un grano de uva en las cepas, es imposible hacer cultivos de hortalizas, tampoco de ningún tipo de frutal", enumera y, además, dice que en los bosques acaban con la "biodiversidad de la flora y de la fauna".
En la misma sintonía, la delegada de Unió de Pagesos en el Pla de l'Estany, Carme Rosset, recuerda que en 1984 "ya se decía que eran una plaga", pero que gobierno tras gobierno "han pitado" y no han encarado la problemática en serio, más allá –afirma– de redadas puntuales, hasta que, de nuevo, estalló el brote de peste porcina africana. "Estaba cantado que un día pasaría, lo veía venir todo el mundo, pero lo hemos advertido tanto, que es como lo que viene el lobo", se queja la responsable sindical, que reclama acabar con "planes y más planes" y "controlar de una vez la fauna salvaje" al igual que se obliga a los ganaderos a tener un control exhaustivo de su cabello.
Rosset celebra que el departamento de Agricultura "se ponga las pilas" y haya pedido la intervención del ejército para cazar jabalíes, aunque tenga que ser a raíz de la gravedad de la peste, una enfermedad que puede poner en peligro la continuidad de explotaciones ganaderas. "Si los jabalíes comieran políticos o funcionarios ya estaría todo solucionado", ironiza.
El conseller Òscar Ordeig se ha reunido este jueves con el grupo técnico de fauna cinegética para contener la peste porcina africana y coordinar las actuaciones de control del jabalí como una prioridad. Por eso, habrá un incremento urgente de las redadas y otros métodos de captura "hasta nuevo aviso". "Hay que incrementar la presión de forma urgente y continuada hasta reducir las densidades actuales de jabalí", admitió el titular .
Refugios y lugares seguros
Las redadas de caza autorizadas son bien recibidas por campesinos y ganaderos si se quiere evitar "arruinar" al sector. Para Rosset, los jabalíes son "ladrones de los campos", que deben tenerse bajo control, pero manteniendo una población mínima para garantizar la "biodiversidad". Canals reconoce que si bien los cazadores hacen "una función de control, no es suficiente", y menos si se trata de zonas muy habitadas como la del área metropolitana que, afirma, se han convertido en "refugios y lugares tranquilos", porque la caza contra los jabalíes "no está permitida" por la proximidad humana.
La complejidad de la problemática se demuestra en que periódicamente sale al debate público la población de los jabalíes. En esta realidad poliédrica, desde Ecologistas en Acción, Jaume Grau reclama abordar la cuestión sin centrarse en la caza, porque se niega que haya sobrepoblación y más aún que los jabalíes supongan una plaga. Grau centra el debate en la parte humana y en cómo esa facilidad para conseguir residuos los alimenta bien y "los hace más mansos".
El control no puede quedarse sólo en la reducción de la cabaña de estos animales salvajes sino al introducir "elementos que vuelvan a un equilibrio medioambiental". En este punto, señala una mejor gestión forestal de bosques y de la planificación urbanística para evitar construir más carreteras y urbanizaciones y, por tanto, conseguir reducir la interacción con los humanos.
Grau coincide con Serra-Cobo al señalar otras vías más caras, pero no tan drásticas, como la esterilización con inyecciones de hormonas o piensos que se han probado en planes piloto. Asimismo, también destacan la necesidad de "tomar conciencia" de que no se puede facilitar el alimento a los animales porque "tiene graves repercusiones", apunta el investigador. Y después también está la polémica introducción del lobo. Eso sí, el ecologista aclara que sólo es aceptable en territorios concretos y, evidentemente, no en uno con tanta densidad y actividad urbana como el parque de Collserola.