Medio Ambiente

"El Llobregat y el Besòs pueden sufrir la misma situación que la Comunidad Valenciana"

Ingenieros y biólogos explican en el ARA los peligros más inminentes de haber construido en zonas inundables y cómo prevenir más catástrofes

Barcelona"Estoy muy frustrado. Hacemos planes, estudios, proyectos... Voces que en cualquier momento puede pasar [una inundación]. Voces que va a pasar y que no se hace nada para evitarlo". La frase, demoledora, es del decano del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos del País Valencià. Javier Machi se ha pasado una semana entera sacando barro de las calles de su pueblo, Algemesí, que quedó arrasado por las riadas provocadas por la DANA de la semana pasada. Asegura que está harto de avisar y que no se tomen medidas. "Nos hemos armado de una cantidad de legislación, de normativas, de regulaciones y de trabas que hacen que las cosas tarden mucho en hacerse; es frustrante", repite visiblemente cansado, en declaraciones al ARA. Él construyó su casa con previsión, en un terreno elevado. "Solo se me ha inundado la bodega –relata–. Yo no me hice ningún sótano, es evidente que en esa zona era mejor no hacer ninguna", explica.

Esta semana pasada, la naturaleza se ha encargado de hacer evidente que las zonas urbanizadas en terrenos inundables están en riesgo, y no son exclusivas de la Comunidad Valenciana. En Cataluña, la Generalitat –a través de la Agencia Catalana del Agua (ACA)– tiene detectado que un 15% del territorio es inundable y estima que actualmente existen más de 700.000 personas (el 9% de la población) que vive en una de estas zonas. En total, hay 521 municipios que están obligados a tener un plan municipal de protección civil, pero más de la mitad, casi 300, todavía no tienen. Las construcciones (casas, escuelas, residencias, infraestructuras...) están hechas y las lluvias torrenciales fruto del cambio climático son cada vez más frecuentes, incluso en episodios de sequía. ¿Cómo proteger, pues, todo lo que ya ha construido ¿en estas zonas inundables?

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La respuesta, según todos los expertos consultados, es compleja y tiene dos velocidades, el corto y el largo plazo. El objetivo final, coinciden ingenieros y biólogos, es "hacer el territorio más resiliente". En un primer paso, explican, es necesario afinar todos los modelos de predicción y buscar soluciones temporales para evitar catástrofes como la de Valencia. Y, a largo plazo, lo necesario es "repensarlo todo". "Hay que hacer un rediseño del territorio más sostenible, dando más espacio a los ríos ya la costa, generando espacios donde dirigir el agua de forma controlada y redefinir algunas infraestructuras o incluso moverlas de sitio", se adelanta el jefe de la Unidad tecnológica de soluciones climáticas y director del Centro en Resiliencia Climática de Eurecat, Carlos Ibáñez. Este ingeniero tiene claro que la tragedia de Valencia puede volver a repetirse. "Llobregat y Besòs pueden sufrir la misma situación: son dos ríos y tienen desembocaduras muy parecidas en muchos aspectos porque hay polígonos, autopistas que impiden el paso del agua y la lluvia en sus cabeceras es mucho más que probable" , asegura Ibáñez.

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Primer paso: priorizar

Prevenir el golpe de la naturaleza no es un trabajo rápido. Pero antes de abordar la ingente tarea de reubicarlo todo, hay otras cosas más sencillas que se pueden hacer para minimizar riesgos. "En la lluvia no podemos pararla, el agua pasará; pero sí podemos hacer que haga el mínimo daño posible", explica Machi. En este sentido, el profesor de la Escuela de Caminos de la UPC y subdirector del Instituto de investigación Flumen, Beniamino Russo, cree que el primer paso para proteger el territorio es detallar mucho más los mapas y cartografía disponibles. "Muchas simulaciones aún no contemplan los escenarios y los datos actualizados de las proyecciones del cambio climático, que cambian cada cuatro o cinco años –apunta Russo–. Si no actualizamos las cantidades y probabilidades de lluvias, quizás nos quedemos cortos", avisa.

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También subraya que las simulaciones deberían ser más "detalladas" para priorizar dónde hay que actuar antes. "Normalmente ponemos la vista en grandes infraestructuras o en la densidad de población; y eso está bien, pero hay que ir más allá y detallar los elementos y grupos vulnerables, como residencias o escuelas y definir dónde actuar primero. Esta información la tenemos, hacemos -¡la servir!", reclama Russo, que asegura que los mapas podrían hacerse "parcela en parcela". "Si a Protecció Civil le decimos, por ejemplo, que en este barrio hay cuatro residencias, ellos ya pueden enfocar una mejor gestión", defiende. "También tenemos herramientas de simulación de crecidas de ríos que permitirían priorizar, al por menor, las infraestructuras a rediseñar primero", añade Ibáñez, quien considera que en este primer estadio también se podrían mejorar los sistemas de alarma para que se activen automáticamente cuando llueve en las cabeceras de los ríos, o con las tormentas marinas.

Este punto no es menor, porque, tal y como recuerda Pau Fortuño, biólogo y técnico de investigación del CREAF, en España existe una larga tradición de construir en zonas con un "alto riesgo" de inundación. Y Cataluña no es una excepción. "Los baremos técnicos hablan de zonas donde puede pasar algo en un período de retorno de 500 años, pero es que hemos construido en zonas con un riesgo en un período de retorno de 50 años", alerta Fortuño. "Son construcciones vertidas al fracaso porque, mire, allí pasará algo seguro –argumenta el experto–. Tenemos todo el Vallès Occidental y Oriental, toda la confluencia del Besòs, la zona del desfiladero, la riera de Tenes, de Caldes, el río Ripoll: no quiero ser catastrófico, pero ahí hay muchísima zona e industria construida en zona inundable", alerta.

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Fortuño apunta que se ha robado demasiados espacios en los ríos, que ahora bajan "asfixiados". "Lo mismo ocurre en el Camp de Tarragona, con una cordillera similar. De hecho, todo el litoral y prelitoral mediterráneo es muy similar geológicamente, con un mar muy caliente, y por eso [lo ocurrido en el País Valenciano] podría reproducirse desde Murcia y hacia arriba", añade. Explica que es una zona muy similar con una gran llanura donde hemos construido de forma bestial en algunos puntos, como por ejemplo, en el Baix Llobregat.

Segundo paso: soluciones intermedias

Ante este escenario, el segundo movimiento para fortalecer el territorio de sus propias rieras repentinas sería el de realizar obras concretas sobre todo lo que ya está construido en zonas inundables, para prevenir destrozos. Se trata de realizar múltiples actuaciones relativamente rápidas y "específicas" en los puntos "más críticos", aclara Ibáñez. "Empezando, por ejemplo, por adaptar o eliminar edificaciones en las zonas más urbanas donde habría más daños personales en caso de riadas", apunta. Russo continúa: "Se puede mejorar el drenaje urbano, que es algo que también se hace muy poco, porque al final estas repentinas rieras entran en las ciudades", reflexiona el profesor de la UPC.

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En este estadio entrarían también todas las obras para salvar, al menos temporalmente, grandes infraestructuras imposibles de mover a corto plazo. "Elevar las bocas de metro inundables, por ejemplo", propone Russo. "Elevar todo el nivel del aeropuerto de El Prat, y hacer un mejor drenaje, también –añade Ibáñez–. Esto permitiría mantener la infraestructura durante más tiempo. Ahora bien, si después del aumento de las temperaturas y las lluvias llega la crecida del mar, entonces ya incluso ciudades enteras sufrirán problemas", vaticina el investigador de Eurecat, que matiza que por eso falta mucho más tiempo.

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Tercer paso: repensar el urbanismo y desplazar grandes infraestructuras

Todas las medidas anteriores permitirían ganar tiempo, pero sólo eso. Tanto ingenieros como biólogos apuntan a que la solución final pasa, a largo plazo, por rediseñarlo todo. Una tarea ingente, porque en Cataluña ya hay cientos de construcciones hechas y en riesgo: como Mercabarna, el Hospital de Bellvitge, el aeropuerto de El Prat, cientos de escuelas, residencias de gente mayor, carreteras o polígonos en los cauces del Besòs o el Llobregat, la desembocadura del Tordera o todo el entorno de Figueres, zonas clasificadas como inundables. Es necesario repensarlo todo. "La línea de Cercanías R1 del Maresme, por ejemplo, que pasa siguiendo la playa y atraviesa diferentes desembocaduras, es evidente que debe desplazarse hacia el interior", sentencia Ibáñez. Hace años que se baraja la posibilidad, pero la decisión nunca acaba de llegar: "Saldría más económico seguramente, moverla que mantenerla", pronostica.

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Por lo que respecta al delta del Ebro, su supervivencia implica ampliar las playas (para combatir los efectos de los temporales, como el Gloria o esta última DANA) y, a la larga, "ir hacia el modelo holandés, con la construcción de diques interiores y exteriores para preservarlo", señala Ibáñez. El experto en resiliencia de los terrenos apunta a que esto permitiría sellar el delta de los ríos y el mar y, aunque implicaría bombear agua constantemente, así "aguantaría": "En Holanda llevan décadas funcionando así", compara.

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"¿Cuántos años haría falta para hacer todo esto? Muchos, efectivamente. Sólo para hacer un diagnóstico y decidir medidas en un proyecto de este tipo se necesitan tres años", admite Russo. Por eso hay que ponerse ya, dice. "Este ha sido un golpe muy fuerte, intentamos convertirlo en algo positivo –concluye–. Que suponga, al menos, un antes y un después".