Los Mossos atienden a un centenar de menores por 'bullying' cada año
La policía intensifica las charlas y los talleres en escuelas e institutos para sacar a la luz los casos ocultos
BarcelonaEmpieza con insultos y ridiculizaciones en el aula que se prolongan también en las redes sociales, pero, en muchos casos, el acoso culmina con amenazas, coacciones o lesiones para someter a la víctima, que acaba hundida en una espiral violenta. El bullying entre menores de edad no es ningún fenómeno nuevo. Los Mossos d'Esquadra lo estudian desde 2009 y en el argot policial se le conoce como ataques entre iguales. Son persecuciones físicas o psicológicas –en solitario o en grupo– de niños o adolescentes contra un compañero de clase de manera prolongada en el tiempo. De media, cada año se atienden a un centenar de víctimas menores de edad en Catalunya. En los últimos tres años ha habido 332 –106 en 2019; 116 en 2020 y 110 hasta septiembre de este año–, pero no se evidencia un aumento drástico de estos casos, según fuentes policiales. Ahora bien, el sargento Guillem Goset, jefe de la Unidad Central de Proximidad y Atención al Ciudadano de los Mossos, advierte que hay "una cifra negra muy grande".
"A comisaria nos llegan los casos cuando ya se han producido episodios violentos, como mínimo insultos o amenazas", explica Goset, que recuerda que la policía es la última institución que interviene en estos casos, cuando el resto de intentos de solución como los protocolos de los centros educativos o las reuniones de mediación fallan. "Y a pesar de que cuantitativamente 332 casos no es una cifra grande, sí que lo es el impacto que tiene en las víctimas, las familias y su entorno", añade el sargento. La mayoría de casos suelen llegar cronificados. El bullying no es un episodio puntual, y en muchos casos es gradual: va desde ignorar deliberadamente a la víctima hasta insultarla o hacer circular fotografías ofensivas suyas, pasando por llegar a algún tipo de agresión física.
Muchas de estas víctimas no encuentran la voz para denunciar su sufrimiento y, apunta Goset, no constan en ningún registro a pesar de existir. "No siempre acabamos investigando el caso como un delito, pero sí que acompañamos a las víctimas", defiende. El instituto es el entorno donde se producen más casos de acoso entre menores (33,6%), seguido de la escuela (25,7%) y la calle (25,3%), que en algunos casos pueden ser próximos al centro educativo. El acoso también llega al domicilio de la víctima a través de las redes sociales o los programas de mensajería instantánea como WhatsApp. "Antes distinguíamos entre el bullying presencial y el ciberbullying, pero ahora esta diferencia se ha diluido y lo metemos todo en el mismo saco. El acoso que empieza en el aula se suele prolongar a las redes", matiza Goset.
Los perfiles de víctima y agresor son complejos de definir, puesto que pueden haber muchas personas implicadas, pero en grados de intensidad diferente. Según los registros de la policía, el 53,1% de los afectados son chicas y el 63,6% de los autores de los ataques son chicos. Además, en los últimos tres años se han identificado a 601 personas como agresoras. Si bien 599 han sido denunciadas, solo dos quedaron detenidas por delitos de lesiones graves y por abusos sexuales.
Aliados en clase
Con motivo del Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, y para evitar que crezcan los casos de bullying, los Mossos activan a partir de este jueves una batería de talleres y charlas con vídeos, cómics y debates para alumnos de primaria y secundaria, así como para toda la comunidad educativa y otros espacios donde socializan los menores (extraescolares, ocio o deporte). Las acciones se adaptarán a la edad de los niños, la complejidad del centro y sus necesidades. Por ejemplo, si ya se sabe que han vivido casos de bullying. "Nos queremos acercar a donde haya menores para hacer prevención", dice Goset. El objetivo es concienciarlos de la gravedad de estas conductas y darles herramientas para prevenir y detectar las actitudes discriminatorias de manera temprana, así como la importancia de explicarlas y denunciarlas en caso de sufrirlas o presenciarlas.
"Y si una familia o un centro educativo pide asesoramiento, se le da", afirma el sargento, que pone como ejemplo el acompañamiento a la hora de declarar las agresiones vividas, de llegar a un centro médico o de pedir medidas cautelares. Goset apunta que es frecuente que jefes de estudios o directores de centros llamen a los Mossos para valorar y calibrar qué intervención es más adecuada. Los Mossos priorizarán estas actuaciones formativas en las franjas de edad adolescentes, pero también las harán en niños de entre 9 y 10 años, puesto que la educación primaria se considera la etapa de socialización. "La prevención y la detección rápida son esenciales para evitar que el acoso se cronifique y se agrave", afirma el sargento.
El lema de la campaña es "#PosicionaT contra l’assetjament" (Posiciónate contra el acoso) porque uno de los puntos más importantes en la prevención es apagar la chispa que puede encender el agresor en el resto de compañeros. Es decir, influir en el menor que ve el ataque para que no lo tolere y sea aliado de la víctima. Si le da la espalda, dice Goset, le puede perpetuar el calvario. "Es importante que si en un aula hay una víctima y un agresor, haya una veintena de personas que puedan ayudar a evitar o acabar con el acoso", subraya. Ahora bien, el final de un caso de bullying no es "ni nítido, ni claro", apunta el sargento. No todo se acaba con una denuncia o con la judicialización del caso, sino que quizás los menores, tanto la víctima como el agresor, pueden requerir atención psicológica. "Y esto ya recae en el ámbito sanitario", puntualiza el agente.