"Puedes estar con mujeres como las de las películas y hacen todo lo que quieras"

Dos prostíbulos de La Jonquera reabren las puertas con el levantamiento de las restricciones

El Club Paradise, en la Jonquera, volvió a abrir las puertas el 8 de octubre con el levantamiento de las restricciones anticovid
17/10/2021
7 min

La JonqueraUna gasolinera, un taller mecánico, un bazar, una carpintería y uno de los prostíbulos más grandes de Europa. Es el retrato del polígono Mas Morató de La Jonquera donde está situado el Club Paradise, conocido porque puede acoger a más de un centenar de prostitutas. Son las cinco de la tarde, la hora de la apertura, y ya hay un grupo de seis hombres que esperan para entrar. “¿Pero cómo me haces esto? ¡Que tengo mujer!”, responde uno de los clientes a la pregunta de si quiere conceder una entrevista. La Generalitat considera los prostíbulos “establecimientos públicos con reservados anejos” y, durante toda la pandemia, se han aplicado las mismas medidas que al ocio nocturno. Esto significa que, este 2021, solo pudieron abrir dos semanas en julio, hasta que el 8 de octubre se levantaron la mayoría de restricciones. Excepto para acceder: todos los clientes tienen que presentar el certificado covid o un test o una PCR negativa, como en las discotecas. El primer fin de semana muchos clientes no llevaban ninguna prueba y tuvieron que ir a un centro comercial del lado para hacérsela. Para evitar perder clientela, este fin de semana el club contrató personal médico que hace test a la puerta del prostíbulo. Cinco miembros de seguridad comprueban los documentos, revisan las bolsas y hacen pasar a los hombres por un arco detector de metales. “Nos lo hemos pasado muy bien, ¡hay unas mujeres muy guapas!”, exclaman dos asiduos de Toulouse que salen de dentro haciendo eses y con las mejillas rojizas. Ellos han pagado 17 euros por la entrada –que incluye una consumición– y unos 60 euros por el servicio sexual. 

La puerta es un vaivén de clientes, a pesar de que no son tantos como antes del covid: algunos se han acostumbrado a ir a los pisos donde, a escondidas, se ha continuado ejerciendo la prostitución; y a otros les da miedo que, con el pasaporte covid, queden registrados sus datos y después reciban alguna llamada en casa. Solo pueden entrar hombres y son de todas las edades: desde muy jóvenes hasta más mayores de 60 años, como los dos franceses que bajan del coche con una sonrisa pícara: “Vamos a relajarnos y a pasar un buen rato en una suite”, explican.

“La mayoría son franceses. Catalanes y españoles vienen pocos, más entre las cinco y las siete de la tarde, cuando salen de trabajar y antes de volver a casa. En cambio, los franceses suelen venir más tarde”, indica uno de los trabajadores. Y los vehículos aparcados lo corroboran. Todos son de gama alta y la gran mayoría tienen matrícula del estado vecino –donde la práctica está prohibida– con el número de departamento que delata su origen: desde el Aude hasta el Alto Loira, pasando por el Gard, Hérault y Var.

El debate de la prostitución incomoda a los gobiernos de varios países europeos y la respuesta que dan también es diversa. En España esta práctica es legal, cuando menos hasta ahora. Precisamente este fin de semana, durante el 40 congreso del PSOE, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, se ha comprometido a redactar una ley integral para abolir la prostitución esta legislatura -los próximos dos años- y sancionar tanto los clientes como aquellos que se lucran de esta actividad (proxenetas), como ya se hace en Suecia.

Descenso de clientes y de trabajadoras

En una esquina, un grupo de chicos hacen botellón: “Primero vamos a comprar bebidas, tabaco y marihuana, bebemos aquí y después entramos”, detallan los chicos de 23 años, provenientes de Montpellier y Marsella. Confiesan que hace muchos años que contratan este tipo de servicios y que, antes de la pandemia, solían hacer este ritual una vez al mes. Durante el cierre estuvieron yendo a pisos y este viernes era el primer día que volvían al club. ¿Por qué les gusta ir con prostitutas? “Porque puedes estar con mujeres como las que salen en las películas y hacen todo lo que tú quieras”, admiten entre risas. Dicen que en el Paradise les cuesta 55 euros media hora y 100 euros la hora. Y calculan que, en toda la noche, se gastarán entre 200 y 300 euros. “Es como una discoteca: vas ahí, tomas una copa y te vienen las chicas. En la barra pactas el precio y el servicio y, si estás de acuerdo, subes a su habitación”. Teóricamente, cada chica marca qué prácticas sexuales quiere hacer y cuáles no. 

Desde el 8 de octubre prostíbulos como el Club Ladydallas tienen permiso para volver a abrir

Este es el funcionamiento de la mayoría de prostíbulos, como los dos que han reabierto en la zona de La Jonquera. En el caso del Paradise, ofrece a las trabajadoras habitaciones por 75 euros al día, con las tres comidas incluidas y un gimnasio y un centro de belleza a su disposición, que tienen que pagar aparte. “Todo lo que ganan es solo para ellas, nosotros solo cobramos por el alquiler de la habitación”, asegura el propietario, José Moreno, que también garantiza que las “señoritas” pueden salir y entrar cuando quieren, y elegir los horarios. A cinco minutos escasos en coche está el otro prostíbulo: el Club Ladydallas, situado a pie de la nacional II en dirección Agullana. Es un edificio aislado partido en dos: a la izquierda está el club y a la derecha un restaurante. El encargado, que prefiere no decir su nombre, concreta las condiciones que ellos ofrecen a las trabajadoras: 60 euros al día por habitación con pensión completa. “Es como un hotel y no controlamos cuándo bajan o suben ni qué hacen”.

Los dos responsables lamentan el tiempo que han estado cerrados, sin recibir ninguna ayuda: “Ha sido muy duro, tenemos unos ochenta trabajadores entre personal de seguridad, camareros, mantenimiento… y todos hace un año y medio que están en ERTE”, dice Moreno. Y desde Ladydallas añaden: “No tenía lógica, nosotros no podíamos abrir, pero en la carretera veías a chicas trabajando”. Además, los dos establecimientos no han recibido ni un 40% de los clientes que tenían antes del covid y se han encontrado con muchos problemas para encontrar trabajadoras, porque la mayoría se fueron o ahora ejercen en pisos. “Antes teníamos entre 80 y 112 chicas, ahora poco más de 40”, calcula el propietario del Paradise. 

Además de estos dos clubes, muy cerca hay otro en Campany que todavía no ha podido abrir. A pesar de que en el término municipal de La Jonquera solo hay un prostíbulo –como remarcan los vecinos–, el municipio hace mucho tiempo que se convirtió en un polo de atracción de los servicios sexuales. Aunque se haya intentado evitar. Hace diez años el Ayuntamiento inició una pugna para impedir la apertura del Paradise, pero una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya lo impidió.

De los 18 a los 29 años abocada a prostituirse

Una de las mujeres que trabaja en uno de los dos clubes certifica el descenso de actividad pospandemico. “Creía que pasaría como en las discotecas y vendría todo el mundo de golpe. Pero no, el fin de semana pasado casi no tuvimos trabajo; se nota que con el covid ahora la gente tiene menos ingresos”, comenta la chica, que no quiere dar ningún dato personal. Ella llegó hace una semana, pero no tiene claro si le saldrán los números: "No hay muchos clientes y con lo que pagas por la habitación, no acabas ganando mucho". Lo explica deprisa y corriendo y en voz baja, desde una tienda de la calle Mayor. Pocas prostitutas viven en el casco urbano y solo se las ve cuando salen a tomar un café o a comprar. “Todas lo hacen por necesidad. ¿Qué harías tú si no pudieras ni comprar comida para tus hijos? La mayoría no tienen papeles y tienen que ganar dinero de alguna manera”, dice una camarera que las suele atender y que recalca que es un trabajo "muy y muy duro" para ellas. 

Algunas prostitutas trabajan alrededor del Club Paradise, en La Jonquera.

Es el caso de Ylenia, una chica de origen rumano de 29 años. Hace once años, desde los 18, que se prostituye en La Jonquera, primero en un club, después con un chulo que se quedaba todo lo que ganaba y ahora en la carretera. “Mi madre también era prostituta y fue ella quien me introdujo al mundo”. La primera vez lo hizo obligada; el resto, porque no tenía alternativa. “No quiero vender droga ni robar. No tengo papeles y no encuentro trabajo. Si no es de esto, ¿de qué quieres que trabaje?” Lo más cruel es que hace dos meses consiguió salir de la prostitución, gracias a un trabajo que encontró en Sevilla, recogiendo fruta. Pero todo fue un camelo: después de semanas de trabajo, cuando reclamó el sueldo le dijeron que no había dinero. Y tuvo que volver a La Jonquera con las manos vacías. “No tengo dónde ir ni dónde dormir. Ahora de momento estoy en un hotel”. Descarta volver a un prostíbulo: “Aquí es mucho más rápido, en 5-10 minutos tengo el trabajo hecho. En el club tienes que estar más rato y siempre hay problemas”. Además, en los establecimientos ahora las obligan a estar vacunadas o a pasar un test, lo que ha hecho que muchas chicas ni se lo planteen. “No me pienso vacunar, el covid no existe, todo es mentira”, afirma Ylenia.

Trabaja junto a una rotonda cerca del Paradise, desde las siete y media del anochecer hasta las cinco o las seis de la madrugada –a pesar de que en verano alarga el horario de seis de la tarde a diez de la mañana– y solo hace fiesta el lunes. “Durante el día no me gusta porque pasa mucha gente y muchos niños, y me da vergüenza que me vean”. Asegura que no tiene miedo y que, ahora, su principal preocupación es volver a conseguir la tarjeta sanitaria porque tiene que ir al médico y no sabe cómo hacerlo. Ante el debate de si la prostitución se tiene que abolir o regular, ella tiene clara la respuesta: "Se tiene que regular, si no nosotras no podemos pedir la baja cuando estamos enfermas ni el paro ni hay ningún control. Somos trabajadoras igual que el resto, ¿por qué nosotras no tenemos los derechos que tienes tú?"

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