Narcotráfico

‘Breaking bad’ a la catalana: un autodidacta monta el mayor laboratorio de drogas sintéticas

Un hombre de 35 años con un “talento innato” había montado la fábrica en el garaje de casa desde 2017

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BarcelonaEs inevitable pensar en la serie Breaking bad ante el desmantelamiento de un macrolaboratorio de drogas sintéticas en Catalunya. Detrás estaba un hombre de 35 años que había montado desde 2017 el punto de fabricación de drogas de diseño más grande que jamás se haya encontrado en el país. A diferencia del protagonista de la serie, el cerebro de este laboratorio no tiene formación en química, “cocinaba” las drogas desde el garaje de su casa –en Breaking Bad lo hacía en una característica autocaravana–, es más joven y trabajaba bastante en solitario, a pesar de que recibía el apoyo de su pareja, que vivía con él y también está detenida. El hombre tiene un “talento innato” para manipular los líquidos y hacer las mezclas para fabricar las drogas, según los Mossos d'Esquadra, que se pusieron más alerta cuando descubrieron que empezaba a preparar explosivos.

Fue la policía vasca, la Ertzaintza, que en noviembre avisó a los Mossos de que en Mont-roig del Camp se podía esconder un laboratorio “clandestino” de drogas sintéticas, explica el jefe del área de investigación criminal en el Camp de Tarragona, el inspector Francesc Moragas. El jefe del grupo de sustancias estupefacientes de Bilbao, el suboficial Hermelo Molero, dice que Mont-roig apareció en una investigación suya. Los Mossos "priorizaron y agilizaron” el caso después de que, a través del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), supieran que el hombre que investigaban había comprado nitrometano con una pureza del 100% –acostumbra a ser del 15% o el 25%–. Es una sustancia “muy potente” que se usa como precursor de explosivos y que ponía en “riesgo” no solo la casa sino los vecinos, asegura Moragas.

Los Mossos empezaron con “dispositivos discretos” en el exterior de la casa. El 4 de junio pararon a un hombre que había salido y lo detuvieron porque llevaba 1.200 pastillas de 2CB, también conocida como “cocaína rosa”. Diez días más tarde vieron un “movimiento extraño y no muy habitual”: un vehículo todoterreno intentó acceder al garaje, sin entrar porque estaba ocupado por el laboratorio. Según Moragas, “cargaron unas bolsas pesadas”. Los Mossos siguieron el vehículo y cuando se había alejado lo pararon. Llevaba más de 130 kilos de pasta de sulfato de amfetamines, más conocido como speed, en estado puro. “Es una cantidad exagerada”, advierte el inspector, que explica que detuvieron al conductor.

La policía no esperó más y al día siguiente, el 15 de junio, registró el laboratorio y el domicilio del conductor en Reus, con la autorización del juzgado de instrucción número 3 de Reus. Los Mossos activaron a los especialistas en explosivos, los Tedax, los técnicos de laboratorio de la policía científica y el Grupo Especial de Intervención (GEI), la unidad de élite. Una vez dentro, localizaron el “macrolaboratorio” en el garaje y una habitación destinada a los explosivos. “Encontramos bibliografía, recetas a mano y consultas en internet de cómo fabricar las drogas”, dice Moragas, que describe al “cocinero” como alguien “muy autodidacta y habilidoso” por el peligro de intoxicación y explosión de las sustancias. No se descarta que alguien se lo hubiera enseñado. También requisaron cinco armas largas y cinco cortas que había modificado.

Producción de toneladas anuales

“Es uno de los laboratorios más grandes que se ha desmantelado en el Estado”, asegura Molero, que precisa que tenía una capacidad de producción de varias toneladas anuales. Contaba con una máquina que elaboraba “entre 80 y 90 pastillas” por minuto de MDMA –éxtasis–. El hombre trabajaba en jornadas de 20 o 24 horas –los Mossos veían luz en el garaje día y noche– con una maquinaria que el suboficial de la Ertzaintza admite que “no había visto nunca”. Tenía un “catálogo” de 50 pastillas diferentes que había diseñado. Molero lo equipara con laboratorios de Países Bajos y Alemania que suministran a todo el mundo. Se calcula que el coste de construcción de la fábrica de Mont-roig fue de unos 200.000 euros y el hombre, que lo definen muy manitas, los había podido invertir gracias a la rentabilidad de las drogas.

Entre todos los registros sumaron más de 150 kilos de speed sin cortar que una vez cortado multiplica su peso por dos o tres. También tenían más de 100 kilos de speed para comercializar, 22 kilos de 2CB, 5.000 pastillas de 2CB, 10 kilos de ketamina, casi tres kilos de MDMA, cinco kilos de cogollos de marihuana y 42.000 euros en efectivo. El valor de las diversas sustancias en el mercado negro es de 4,3 millones de euros. Como el hombre se dedicaba a la producción desde hacía cinco años, como se ve en unos vídeos que había grabado, los beneficios podrían ser estratosféricos. Molero explica que un kilo de amfetamina en el País Vasco, donde tienen más tradición de laboratorios de drogas recreativas, se vende por 1.200 euros y es un valor que puede ser de 8.000 euros en Catalunya porque acostumbra a haber más demanda que oferta, con la excepción de Mont-roig.

El único antecedente que han encontrado al “cocinero” es del 2004, cuando fabricó un petardo muy potente que la Guardia Civil investigó. En cuanto a los explosivos, los Mossos sospechan que se podían utilizar contra cajeros automáticos a pesar de que no tienen una hipótesis cerrada, aunque en principio descartan la motivación terrorista. Las drogas se vendían a narcotraficantes, como el conductor detenido, que las distribuían en zonas próximas y al resto del Estado. Se piensa que habrían podido llegar a Europa. La casa de Mont-roig donde estaba el laboratorio y vivían el hombre y su pareja es propiedad de su entorno familiar y el juzgado les ha enviado a prisión, como también al conductor arrestado.

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