El pueblo de Agramunt hace posible una despedida familiar a Omar, el trabajador fallecido en el incendio
Vecinos reúnen dinero para llevar a los parientes desde Colombia y Generalitat y Ayuntamiento ayudarán a la pareja a obtener el permiso de residencia
AgramuntSon las 19:20 horas. Llega un audio. Es del padre. "Me ahogo, no puedo más, te quiero". La hija escucha estas duras palabras y las comparte con la madre y el resto de la familia. Son las 19:25 horas. La hija responde. Pero el mensaje ya no llega al móvil de su padre.
Agramunt, en la comarca del Urgell, estaba ennegrecido por un humo que transportaba las cenizas de un incendio virulento que ardía a pocos kilómetros. "Todo el mundo gritaba", recuerda una persona del entorno de la familia. Llamaban a la plaza del pueblo, por las calles, buscando a alguien que fuera a encontrarlos. A su padre, Omar, ya su jefe, Jordi, el propietario de la finca agrícola y ganadera donde ambos trabajaban. Iniciaron una búsqueda desesperada que terminó cuando estaba a punto de empezar la noche. Dos jóvenes del pueblo hallaron dos cuerpos. La mujer de Omar estaba cerca y también se acercó a ella. Recuerda que en ese momento vio los últimos rayos de sol del día y cómo, de repente, llegaba la oscuridad.
Omar, de 52 años, estaba trabajando en el campo y era asmático. Empezó a notar que se ahogaba con los primeros rastros de humo y llamó a Jordi. El propietario fue a rescatarlo con un todoterreno y lo consiguió encontrar. De vuelta, sin embargo, quedaron atascados entre los pequeños muros de un campo, salieron del coche, se ocultaron en unas rocas intentando evitar el humo y el fuego, y Omar envió el audio despidiéndose. Eran las 19:20 horas.
Dos historias
Sus historias demuestran la diversidad de un mismo pueblo. Jordi era el hijo de una familia rica de toda la vida de Agramunt, Esteve, que hicieron una importante fortuna con explotaciones agrícolas y otros negocios. Todo el mundo los conoce, y su casa en Agramunt, con un porche de bóvedas, es una de las más visibles de la localidad. Jordi era el mayor de cinco hermanos y era soltero. Era el "palo de pajar", según fuentes del entorno familiar. El padre acaba de jubilarse y él era el encargado de seguir gestionando el entramado empresarial familiar. Una de las primeras frases que dijo el padre, que también se llama Jordi, en su entorno cuando supo la muerte de su hijo fue: "Somos millonarios, pero lo hemos perdido todo".
Todo lo que buscaba la familia de Omar viniendo a Cataluña era una mejor vida y dinero. Dejaron Colombia en diciembre del 2022 y eligieron a Agramunt, un pueblo donde ya tenían familia. Se marcharon él, su mujer y sus hijas, de diecinueve y seis años. Todo iba bien. Él encontró trabajo en la explotación agrícola de Jordi y tenía un permiso de residencia y trabajo. Alquilaron un piso en el centro histórico, justo frente a unas bonitas vueltas. La hija pequeña podía ir a clases de música y la mayor pudo emanciparse con su pareja. Pagaban el piso religiosamente y habían logrado ahorrar algo para ir de vacaciones a Valencia. Tenían previsto salir el 2 de julio, al día siguiente del trágico incendio. "Eran un ejemplo de integración", lamentan fuentes municipales.
La recolecta
Las muertes son trágicas por sí solas, pero el drama, y más en la familia de Omar, también ha llegado después. Son cristianos y querían llevar el cuerpo a Colombia para enterrarlo en su pueblo. Pero la montaña de papeleo les ha acabado llevando a decidir enterrarlo aquí, en el cementerio de Agramunt, después de una ceremonia en la iglesia. Tampoco tenían dinero para que viniera la madre y el hermano de Omar. Sin embargo, su entorno y Agramunt han dado respuesta e iniciaron una recolecta. En un solo día ya ha conseguido el dinero para pagar los vuelos. La comunidad colombiana de Agramunt, pero también otros vecinos del pueblo, ha ido haciendo aportaciones para hacerlo realidad.
Pero todavía hay más historia. El permiso de residencia de la mujer estaba vinculado al de Omar. Antes del fuego había encontrado trabajo limpiando un local y ya le habían ofrecido un precontrato de trabajo. El incendio lo ha interrumpido. Sin embargo, la Generalitat y también el Ayuntamiento ya están trabajando para que tenga los permisos correspondientes. Debido a la muerte del padre, la hija mayor también tiene problemas para matricularse en un grado medio. La administración también está trabajando en ello. Pueden pagar el mes de alquiler en curso, pero también se está estudiando que accedan a ayudas para seguir pagando. Y están recibiendo soporte psicológico de voluntarios del pueblo. Mientras, la hija pequeña, de apenas seis años, ha empezado a ir al casal de verano del pueblo. "Necesita distraerse", comentan fuentes del entorno familiar.
La despedida
Los familiares y amigos de Jordi se despidieron de ella en una ceremonia de despedida en la casa solariega que tienen en Renant, a quince minutos en coche de Agramunt. Una casa, rodeada de campos y animales, que al día siguiente del incendio se llenó de vecinos del pueblo para cuidar el ganado y limpiar todo lo que el fuego se llevó. Dos días después, la masía, con los campos ennegrecidos, es silenciosa y solitaria. Sólo se siente el ganado rumiando.
Agramunt es un pueblo de 5.600 habitantes que se quedó a las puertas del infierno. Se ha llevado la peor parte del fuego: las dos únicas víctimas mortales. La alcaldesa del municipio, Sílvia Fernández Tarragona, recuerda que, desde un punto alzado, vio cómo su pueblo había "desaparecido". El humo negro lo comió todo. "Pensaba que Agramunt se había quemado", rememora. Como alcaldesa pidió el confinamiento de su municipio a las 19.16 horas, y lamenta que acabó llegando un aviso territorial a las 20.04 horas. Después de las peores horas, sin luz, en la oscuridad de la ceniza, empezó la búsqueda de Jordi y Omar, que acabó con el peor de los finales.