Un rescate fallido y un refugio bajo las rocas: los dos fallecidos en el incendio de Ponent eran campesinos
El propietario de la finca habría ido a buscar a un trabajador que se había quedado atrapado.
Cabanabona / BarcelonaDos hombres murieron el martes intentando huir de las llamas en Coscó, en la comarca de la Noguera. Según fuentes consultadas por el ARA, son dos campesinos de una finca cercana, el propietario y un trabajador, que intentaron esquivar el fuego que en ese momento estaba ardiendo descontroladamente en la Segarra. El trabajador habría llamado al propietario para que le rescatara, ya que en ese momento se encontraba mal por el humo del incendio en una zona de campos. El propietario se fue con un coche y el trabajador llegó a subir, según las primeras hipótesis.
Sin embargo, mientras conducían por un camino forestal se encontraron atrapados. Todo apunta a que intentaron huir a pie y, finalmente, decidieron esconderse bajo unas rocas.
Los Mossos d'Esquadra han abierto una investigación para esclarecer las circunstancias de las muertes. vecinos de Agramunt. El pueblo ha decretado dos días de luto oficial y ha recordado a las dos víctimas con un minuto de silencio.
víctimas. "Al final es un pueblo y nos conocemos todos. No nos esperábamos esa desgracia, podría haberle pasado a cualquiera de nosotros", reflexiona Josep López. Evenilda Saiz explica que para ella es muy doloroso lo que ha pasado, ya que una de las víctimas era familiar lejano y en la calle sólo se habla de eso.
Los municipios de la Segarra y la Noguera, que vieron esparcirse el violento fuego en cuestión de poco rato, desde Cabanabona hasta Guissona, pasando por Vilanova de l'Aguda, Torrefeta y Florejacs, Sanaüja y Guissona, explicaban este miércoles el angoixa. la arrastran y algunos de ellos reconocen que se jugaron la vida para salvar las propiedades o el ganado. "Me he salvado de milagro -explica-, no debía haber hecho lo que hice", admite. que ahora vive en Guissona, pero que acude regularmente. "Aquí tengo toda mi infancia", confiesa.
Rossend Pons es ganadero en Vilamajor (en Cabanabona) y vio cómo el incendio se acercaba a su granja de cerdos en el momento más fatídico. Con el tractor y una cisterna regó el perímetro de su explotación con los purines del ganado, una decisión inaudita que salvó a casi todos los animales. Su mujer, Neus Mangues, se quedó incomunicada cuando acompañaba a sus hijas a un curso de natación en Guissona. La impotencia que sintió por no poder volver a casa la desesperó: "Si la administración no nos cuida más a quienes cuidamos este territorio, el mundo rural acabará desapareciendo en nuestro país", añade.
En Vilamajor hay otro ganadero, Jaume Vilalta, que no pudo hacer nada por salvar a algunos de sus cerdos, que murieron asfixiados por el humo espeso del incendio. Sin embargo, asegura que las bajas no han sido excesivas gracias a la extremada rapidez con la que se movió el fuego. "Si lo piensas, que estemos aún vivos ha sido un milagro en una gran catástrofe", asegura Vilalta, que viajó anoche de Barcelona para ayudar en las labores de rescate.
Miedo y ansiedad
El fuego llegó al pie de las casas de algunos de los núcleos más pequeños, como Coscó, Renant y Vilamajor, y en muchos casos lo extinguían los Bomberos o los propios vecinos. Donde no acudieron los servicios de emergencia fue en Rovira, una enorme masía de seis generaciones de las afueras de Cabanabona donde viven dos familias. El fuego rodeó el edificio y aseguran que no recibieron asistencia alguna. "Admito que no tuvimos miedo, porque estábamos protegidos por la casa de piedra, pero lamento que nos hubieran dejado de la mano de dios –dice Joan Marquilles–. Ni siquiera los vehículos de emergencia paraban para preguntarnos si estábamos bien", denuncia. Lo vivieron con ansiedad. Los inquilinos de la Rovira todavía tienen muy presente el incendio que sufrieron también en julio de 2009, un episodio de unas características muy similares al actual. "La historia se ha repetido", concluye Marquilles.
La mayoría de masías y pequeños núcleos de la zona han sufrido, además de todo, un corte en los servicios de luz y fibra óptica. Técnicos de distintas empresas eléctricas y de suministro de agua están revisando hoy las instalaciones para su reparación.
Muchos campesinos, miembros de las diferentes ADF (Asociaciones de Defensa Forestal), han estado trabajando durante la madrugada ya lo largo de esta mañana labrando el perímetro de la zona devastada para evitar que el fuego reavive y afecte a nuevas áreas. "Nos recomendaban quedarnos en casa, pero todos queríamos salvar lo que pudiéramos", dicen algunos. "Ayer por la tarde ayudé a apagar el brote que se declaró primero en Ribelles, pero el segundo de Torrefeta y Florejacs ya fue imposible de detener", explica Ramon Gatnau, un agricultor de Vilanova de la Aguda.
Tanto él como muchos de sus compañeros del ADF, que hicieron todo lo posible para salvar masías, cubiertos y maquinaria, no pudieron evitar que sus campos de cebada, aún por cosechar, quedaran calcinados. "Ahora veremos cómo se llevan las compañías aseguradoras", comenta otro campesino de Cabanabona.
Larysa llegó a Agramunt como refugiada de la guerra en Ucrania y define el incendio como "el Apocalipsis": "Había humo por todas partes y no podías salir a la calle. El aviso al móvil de confinamiento nos llegó cuando ya estábamos en casa con las ventanas cerradas, pero suerte que aquí todo pasó muy deprisa". Se cuenta con un catalán bastante bueno, y dice que le sabe muy mal que esto haya pasado en un pueblo al que está "agradecida" por la acogida que le han hecho.