La llegada de los 200 migrantes a Tossa: "No nos afecta el negocio y, además, me parece muy bien que vengan"
El municipio mantiene la afluencia habitual de visitantes en esta época del año y el gremio de hoteleros no teme cancelaciones
Tossa de MarLa llegada de 200 migrantes subsaharianos demandantes de asilo en Tossa de Mar ha causado mucho alboroto mediático. El detonante de la polémica fueron las declaraciones del alcalde del pueblo, que criticaba que, a su juicio, la acogida de refugiados durante la recta final de la temporada turística afectaría negativamente a la llegada de visitantes. Por el momento, a las puertas del primer fin de semana de septiembre, ya con los migrantes instalados en el hotel donde se alojarán previsiblemente durante quince días o un mes, el pueblo respira un clima de normalidad absoluta, con cientos de extranjeros disfrutando de este destino idílico de sol y playa.
Ya no es el pico de agosto y el tiempo es rufol, pero, en las horas de claros, las calles están llenas, con mucha afluencia de gente en las tiendas, las terrazas y la playa. También en el trenecito, que tiene todas las plazas ocupadas para subir hasta el castillo de Tossa. Sobre el papel, desde el gremio de hoteles y apartamentos tampoco han notado ningún cambio substancial. De hecho, dudan de que un cliente potencial, al conocer la noticia de la llegada de migrantes, decida echarse atrás y cambiar de destino: "Tenemos las reservas habituales de esta época del año, los turistas ni hablan ni lo preguntan, y las únicas cancelaciones fueron el jueves por la lluvia", dice la recepcionista de un hotel céntrico, junto a donde se alojan los migrantes. Los restauradores tampoco temen que en los próximos días se les vacíen las mesas: "No nos afecta el negocio y, además, me parece muy bien que vengan", dice la propietaria de un restaurante marinero típico del pueblo.
Los turistas extranjeros desconocen la noticia
En la calle muchos de los turistas que pasean no están al caso de la situación, ya que el ruido de la noticia no ha trascendido fuera de Catalunya: "No lo sabíamos, en los periódicos o televisiones que nosotros seguimos no ha salido nada", dice el Oliver, que viene de Francia. Al explicarles los hechos, las opiniones de los extranjeros rehuyen el alarmismo: "No han provocado ningún incidente, así que no hay ningún problema que vengan", continúa Anna, una joven turista italiana. Entre los visitantes nacionales, sin embargo, la noticia sí ha corrido; hay voces a favor y en contra, pero, en general, todos coinciden en rebajar la repercusión de la crisis migratoria en el turismo: "Este verano he estado en Canarias. Allí la situación es mucho más crítica, pero las islas siguen llenas de turistas", afirma una turista del País Vasco.
Mientras tanto, los migrantes, la mayoría provenientes de Mali, sacan adelante con su día a día. Ocupan todas las plazas de un hotel sencillo pero con buen equipamiento, que tenía camas libres y que a pensión completa cuesta aproximadamente unos 60 euros por persona al día. El ministerio de Inclusión, que se encarga de la gestión del asilo, sin embargo, al tratarse de personas vulnerables y protegidas por el derecho internacional, no quiere dar cifras exactas del coste de la estancia, para no alimentar los debates xenófobos que ponen en duda el sistema de acogida. Los refugiados están dentro del hotel, en las habitaciones, el bar, la terraza y la piscina, que da al interior. También salen, solos o en pequeños grupos, a dar una vuelta por el pueblo o sentarse un rato en la playa. Al verlos pasar, los extranjeros ni se inmutan, mientras que los vecinos de Tossa sí les identifican rápidamente. La mayoría mantienen el respeto, observándolos con la misma naturalidad que cualquiera de los miles de turistas de nacionalidades diversas que pasean por el pueblo. Sin embargo, algunos sin morderse la lengua, dando por hecho que no entienden el catalán, sonríen con ironía y lanzan comentarios despectivos sobre su buena forma física, como si cuestionaran que huyen de la miseria.