Costa Brava en verano

Cadaqués, de paraíso bohemio a hervidero de turistas

La fuerte presión turística en el Cap de Creus provoca que no haya vivienda para alojar a los trabajadores y muchos locales históricos cierran porque no pueden competir con los inversores de fuera

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Dos familias haciéndose selfies en Cadaqués

Cadaqués (Alt Empordà)Prácticamente cualquier día de verano, algunas curvas antes de llegar a Cadaqués por carretera ya empieza a haber retención de coches. Y, al entrar en el pueblo, los párkings de pago están llenos, el acceso a las calles más céntricas está cortado y un municipal deriva a los vehículos hacia lo alto para que intenten aparcar en los arcenes de las afueras. Este recibimiento con atascos y controles no es circunstancial, sino el primer síntoma evidente de la fuerte presión turística que recibe Cadaqués en julio y agosto. Por estas fechas el pueblo ampurdanés, en el corazón del cabo de Creus, multiplica aproximadamente por 10 el volumen de población que tiene en invierno. El turismo es la principal actividad económica del pueblo con diferencia, pero vecinos y trabajadores del sector están sobrepasados y piden medidas para ponerle freno.

La llegada masiva de turistas condiciona sobre todo el mercado de la vivienda, ya que todas las ofertas de la zona van destinadas al alquiler de temporada. Ahora mismo en las principales plataformas online de arrendamiento no existe opción vigente de alquiler por más de un año. En cambio, en Airbnb pueden encontrarse decenas de anuncios para alquilar pisos o habitaciones –la mayoría con propietarios extranjeros– durante una semana pagando precio por noche. Actualmente, según datos de la Plataforma por la Vivienda de Cadaqués, 989 viviendas (el 28%) son de uso turístico –el Ayuntamiento sostiene que son 800– y 1.141 (32%) son segundas residencias, vacías en la mayoría de los días del año. Encontrar alojamiento fijo es pues misión casi imposible, por lo que ni siquiera los propios trabajadores que necesita el sector servicios para hacer frente a la demanda de los turistas pueden establecerse en Cadaqués si no tienen propiedades. Los restaurantes y hoteles están desesperados porque no encuentran mano de obra calificada.

Turistas bajando de un barco en Cadaqués.

Trabajar y dormir en una tienda

"Este verano he tenido trabajando a una chica que dormía en una tienda de campaña en el huerto de una amiga porque no encontraba nada mejor", relata Judit Canet, gerente del Café de La Habana, un local mítico del pueblo, que no encuentra personal. "Si la situación sigue así deberemos comprar robots que hagan de camareros, convertirnos en bufet libre u operar con un servicio automático para los coches", continúa. El Hostal Vehí está abierto desde 1944 y nunca se había encontrado en esta situación: "Los franceses compran casa en Cadaqués, la alquilan en Airbnb para financiar la hipoteca y no pagan ni un impuesto aquí, mientras que la gente de la hostelería se va porque no encuentra alquiler", denuncia la propietaria del establecimiento. Y añade con contundencia: "Estamos que trinamos, no se puede vivir así, los del Ayuntamiento hace cuatro años que se rascan los huevos".

El sector turístico pide al consistorio que ofrezca un servicio de alojamiento dotacional a los vecinos o trabajadores de fuera para que al menos puedan venir a hacer la temporada. El Ayuntamiento, que está trabajando en un nuevo POUM y un plan estratégico de vivienda y turismo, responde que no dispone de ningún equipamiento disponible y que la geografía del pueblo no permite construir obra nueva fácilmente. "Necesitamos el turismo porque vivimos, pero también es cierto que hay una masificación algo excesiva durante dos meses. Intentamos regularlo, pero no es fácil", defiende la concejala de turismo, Núria Duran. El Ayuntamiento, además, matiza que el pico de visitantes se produjo después de la pandemia, en 2021, con 126.000 vehículos contabilizados en la entrada del pueblo durante agosto, y que en los dos últimos veranos los datos han descendido un 15 %.

Se pierde la esencia de los orígenes

Con tanto turismo extranjero, Cadaqués se va alejando progresivamente de aquella imagen idílica de pueblo humilde de pescadores y agricultores, que hablaban salado y convivían con personajes pintorescos, artistas seducidos por el cabo de Creus o hippies ilusionados venidos de todo el mundo. Durante el siglo XX, con figuras como Salvador Dalí, Josep Pla y Gabriel García Márquez, Cadaqués era referente mundial de la vida bohemia, pero con los años se ha ido pareciendo más a un macrocomplejo turístico sin espacio para el reposo y la inspiración.

Nano, guitarrista que toca cada sábado en el Café de La Habana, lleva 50 años viviendo en Cadaqués y ha sido testigo de esta transformación: "Siempre he pensado que me quiten lo bailao porque ahora no tiene nada que ver con la época de Dalí y compañía", dice. "Ahora bien –matiza–, cuando me voy a cualquier otro lugar de la Costa Brava veo que la cosa está peor y me consuelo". En comparación con Platja d'Aro, Palamós o Begur, Cadaqués no es el pueblo más explotado por el turismo, pero sí uno de los que más.

Espacios emblemáticos que cierran

Prueba de este cambio de paradigma es la lista de locales históricos vinculados a otra época que han cerrado últimamente. Ocuparon su sitio las concesiones del Ayuntamiento propietarios venidos de fuera con alto poder adquisitivo que abrieron bares exclusivos de cócteles o restaurantes de fórmula. "La especulación y el dinero son los que finalmente han ganado y, poco a poco, se van apoderando del pueblo", dice la propietaria del Chiringuito de la Mei, abierto desde 1949, que este año ha perdido el concurso público en favor de inversores con más dinero. El hostal de la platja gran o el curry del Bar Tao también han cerrado o cambiado de dueños, mientras que algunos resisten a la cuerda floja, como la marisquería Casa Anita, el Casino, el Marítim Bar y el restaurante libanés Beirut.

Uno de los que también aguanta, aunque se plantea dejarlo, es el Restaurant Cap de Creus, en el entorno privilegiado del faro del parque natural, que regenta Chris Little. "Hemos perdido cosas muy emblemáticas, fundamentales para conservar el ambiente, pero nadie se preocupa por cuidarlo, y los grupos de familia y los intereses económicos han trinchado al pueblo", afirma el propietario. Y certifica: "Vienen empresarios que abren negocios en Cadaqués para hacer dinero, no porque les encante la sensación y el espíritu libre de un lugar tan especial como este".

Restricciones en el Parque Natural, sólo para los coches

Por tercer verano consecutivo, en el Parc Natural del Cap de Creus no se puede acceder en vehículos motorizados. Del 1 de junio al 1 de septiembre en el faro sólo se puede llegar con buses lanzadera, y del 15 de julio al 31 de julio, de 10.30 ha 16.30 h, está prohibido avanzar por carretera hasta el Cap Norfeu. "Con estas medidas queremos evitar la masificación por una doble razón, porque perjudica al medio natural del parque y para mejorar la visita del visitante, que antes hacía colas kilométricas y se iba descontento", defiende Ponç Feliu, director del Parc.

Ahora bien, a pesar de estas duras restricciones en las pistas y en los accesos interiores al Parc, las barcas tienen manga ancha para llegar por mar a muchas de las calas protegidas. "Hay regulaciones que impiden la pesca submarina y la pesca de cerco, pero las normas de fondeo son todavía muy laxas, y las barcas tienen mucha afectación en la posidonia", argumenta Feliu. "Es por eso –continúa— que de cara al próximo verano estamos poniendo en marcha un plan de gestión para llegar a unos acuerdos para restringir los usos y actividades de las embarcaciones".

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