Un 80% de los nuevos compradores de viviendas en la costa del Alt Empordà son franceses
El volumen de clientes galos ya era muy elevado y ha crecido un 10% desde la pospandemia
RosesMiles de turistas provenientes de diferentes regiones de Francia visitan cada año durante las vacaciones la costa del Alt Empordà. La mayoría de estos visitantes franceses no es la primera vez que vienen a Llançà, Cadaqués, el Port de la Selva o el Golf de Roses, sino que, enamorados de la belleza del entorno, la calidad de la gastronomía y los precios competentes, convierten esta zona en su destino de veraneo preferida. Es por eso que, en vez de establecerse cada vez en hoteles o apartamentos de alquiler, los turistas recurrentes optan finalmente por comprar una propiedad en el norte de la Costa Brava y tener una vivienda fija.
Esta práctica cada vez más frecuente ha aumentado notablemente en los últimos meses, hasta el punto que, ahora mismo, 8 de cada 10 nuevos compradores de viviendas en el litoral del Alt Empordà son de nacionalidad francesa. Así lo corroboran las inmobiliarias de la zona de Portbou a L'Escala, que atienden de media a más de un 80% de los clientes franceses que buscan comprar una casa o apartamento en la región. Los portales inmobiliarios también coinciden en señalar que el volumen de ventas a clientes galos ha crecido aproximadamente un 10% desde la reapertura pospandemia, coincidiendo con un descenso de compradores catalanes en el mismo porcentaje. Desde abril del 2022, el mercado francés, pues, ha subido en detrimento de los compradores nacionales, que, a raíz de la crisis del covid-19, han perdido poder adquisitivo y no pueden hacer frente a estas inversiones con la misma solvencia.
“Antes adquirían más propiedades las familias acomodadas de Barcelona y ahora les han pasado por delante los compradores de Tolosa, París, Besiers y Montpellier, que disponen de mucho capital para asumir estos precios”, declaran los responsables de Finques Corcoll & Mora de Cadaqués.
Más poder adquisitivo que los catalanes
Y es que, evidentemente, los precios de las viviendas en la Costa Brava son elevados y exclusivos, desde los 300.000 € en apartamentos cerca de la playa hasta casas con más de cuatro habitaciones que superan el millón de euros. Los terrenos para edificar también son muy preciados y los precios oscilan entre las mismas cantidades, en función de la extensión de la parcela y las vistas al mar. Pero, a pesar del precio de lujo de estos chalés, todavía resultan ser aproximadamente un 20% más baratos que las viviendas con encanto de la costa francesa, con un umbral de valor más elevado. Así, los posibles clientes de Catalunya no pueden competir con las ofertas de los compradores extranjeros, que de media reciben sueldos superiores y, además, acuden a las cotizaciones de los mercados vecinos más económicos.
Jubilados y familias que no necesitan hacer hipoteca
Además, las agencias inmobiliarias también destacan que estos compradores con alto poder adquisitivo, a diferencia de los clientes catalanes, disponen de mucha liquidez, puesto que pagan la casa, el apartamento o el terreno directamente al contado, sin necesidad de hacer ninguna hipoteca. “Son familias con criaturas o parejas de jubilados dispuestos a pagar grandes importes de golpe”, explican los responsables de Inmo Costa Brava, agencia de Empuriabrava con el francés como lengua dominante en todos los anuncios y transacciones.
La mayoría de adquisiciones son, en efecto, viviendas de segunda residencia, también en el caso de las parejas de jubilados, que, a pesar de que vienen muy a menudo y fuera de la temporada de verano, no se desvinculan de las propiedades principales en Francia. Por eso, el incremento continuado de venta de viviendas en los últimos meses no se ha traducido en ningún aumento del número de empadronamientos municipales, que, en Roses, por ejemplo, se mantiene estable alrededor de los 900 ciudadanos franceses, que, estos sí, viven y trabajan durando todo el año en la población.
Así mismo, como son segundas residencias, deshabitadas durante algunas épocas del año, los compradores también ven una oportunidad para hacer negocio y alquilarlas mientras no las utilizan. “Los extranjeros no solo compran porque les gusta la costa catalana, sino porque encuentran un negocio redondo para invertir el dinero de que disponen sin tener que recurrir a una hipoteca”, reconocen los agentes de Fincas Corcoll & Mora. Por lo tanto, la diferencia de precios entre el mercado francés y catalán no es el único incentivo económico que motiva estas operaciones, puesto que el alquiler temporal, disparado durante la temporada de verano, también se ve como una opción para sacar rédito a la inversión.
Los mismos turistas que siempre
Ahora bien, además de las empresas del sector inmobiliario, los vecinos autóctonos de la zona no han notado ningún cambio significativo a raíz de la venta creciente de viviendas a ciudadanos extranjeros. En Cadaqués, por ejemplo, Carles manifiesta que “el turismo francés ha sido mayoritario desde la década de los 60 y para los vecinos no representa ningún cambio relevante que los visitantes se alojen en habitaciones de alquiler o en una segunda residencia de su propiedad”. Y continúa: “Aunque sea pesado, discutible e incómodo porque el pueblo no está dimensionado para acoger a tanta gente, es un hecho incuestionable que aquí todo el mundo vive de los turistas, sobre todo franceses, que no vienen a ocuparnos y quitarnos el trabajo, sino a dárnoslo”. En esta misma línea se expresa Mariane: “Es normal que a la gente que venga por primera vez les pueda extrañar o escandalizar, pero los cadaquenses ya estamos acostumbrados a acoger a tantos franceses. Lo aceptamos y no nos molesta”, concluye.
En Roses, los vecinos tampoco han experimentado ninguna sorpresa en cuanto al aumento de compra de viviendas de segundas residencias, puesto que desde hace años también están acostumbrados a convivir con extranjeros durante las vacaciones y los fines de semana. Pilar, vecina de la población, reconoce que “es innegable que el turismo aporta ocupación a mucha gente, pero también es verdad que es un trabajo intensivo y temporal, marcada por el calendario de días festivos, que vacía el pueblo en invierno y no consolida habitantes fijos durante todo el año”. “El interés turístico genera muchos beneficios a restauradores, hoteleros y comerciantes durante el verano, pero –continúa la vecina– no aporta suficientes ingresos para que nuevas familias puedan establecerse en la zona en primeras residencias”. Este modelo turístico que regula la oferta y la demanda del mercado inmobiliario en la costa, pues, dificulta el acceso a la vivienda a los residentes de todo el año, sobre todo a los más jóvenes, que, tal como destaca Yema, de 21 años, no pueden "volver a vivir en el pueblo después de ir a estudiar fuera, puesto que aquí toda la oferta laboral es esporádica, poco cualificada y no permite cubrir los gastos de una vivienda permanente”.
Fobia al turismo en Twitter
La llegada de turistas en el Alt Empordà también ha causado un cierto recelo en las redes sociales, sobre todo en Twitter, donde durante el verano varios usuarios han emitido, con más o menos repercusión, mensajes sobre la presencia de franceses en el norte de Catalunya. Algunos, con un tono despectivo que bordea la xenofobia, critican la “invasión gabacha”, peor que la “de los pixapins de Can Fanga”, o acusan a los visitantes de origen francés de venir expresamente para beneficiarse del descuento estatal del combustible cargando el coche de bidones de gasolina. También hay mensajes que, sin querer señalar públicamente ningún local, lamentan que “muchos bares y restaurantes solo atienen a los clientes en castellano o francés, y no en catalán”. Otros tuits bromean sobre el hecho de que “el único defecto del Alt Empordà es que está petado de franceses”, o reconocen: “Yo también querría tener un Empordà a 300 km de casa con precios un 30% más baratos”. En todo caso, son opiniones anónimas, generalizadas y descontextualizadas, que, a pesar del revuelo que generan en las redes, no se han traducido en ninguna queja oficial de los vecinos ni en ninguna reivindicación ciudadana concreta.
El turismo se acerca a datos prepandemia
Durante la crisis sanitaria del covid-19, el volumen de viajes de turistas extranjeros quedó totalmente paralizado. Este verano, sin embargo, con el levantamiento de prácticamente todas las medidas de restricción, la recuperación del sector turístico ya es evidente y Catalunya se acerca a las cifras de antes de la pandemia. Así lo confirman los primeros datos de la Agencia Catalana de Turismo, que recogen las estadísticas de visitantes e ingresos del mes de julio, a la espera de incorporar los recuentos de agosto y de saber los números concretos de cada comarca. De momento, durante julio, 2 millones de turistas extranjeros han viajado a Catalunya –un 16% menos que en 2019– y han hecho un gasto total de 2.580 millones de euros, un 13% menos que hace tres años, pero cerca del 200% más que el curso anterior. Entre estos visitantes, el país líder en desplazamientos al destino catalán continúa siendo Francia (23%), seguido de lejos por el turismo británico, que roza el 10%.
Con estos datos, Catalunya es el principal destino turístico del estado español después de las islas Baleares, líderes con más 2.200.000 visitantes, el 25% de los cuales son de nacionalidad británica, igual que en Andalucía o en el País Valenciano. De hecho, el turismo francés solo es mayoritario en Catalunya y, a pesar de que todavía no se han recogido los datos territoriales, parece evidente que, por proximidad y por las sensaciones de restauradores y hoteleros sobre el terreno, las comarcas gerundenses, y especialmente el Alt Empordà, destacan como regiones más visitadas por los turistas galos, que este julio han gastado más de 360 millones de euros en destinos catalanes.