La zona 0 de la crisis turística en Barcelona

La calle Ferran mantiene cerca de un 70% de locales cerrados y se despide de su establecimiento más antiguo: la farmacia La Estrella

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Persianes bajadas en la calle Ferran

BarcelonaHasta 47 persianas bajadas –nueve, con cartel anunciando el traspaso– en una calle con unos setenta locales. Es la imagen pandémica que ofrece todavía la calle Ferran, la arteria que conecta la Rambla de Barcelona con la plaza de Sant Jaume, y que, sin el dominio turístico habitual, vive con unos ritmos de recuperación de la actividad económica muy inferiores a la media de la ciudad, que ya funciona al 87%. El centro va a otra velocidad –con un nivel de recuperación de cerca del 60%– y esto se nota de manera flagrante en la calle Ferran, con una minoría de resistentes y sin el bullicio habitual de visitantes. "El problema es que esto ha ido dejando de ser un barrio y las tiendas se han ido enfocando al turista", lamenta Àngela Calvet, de la tienda de marroquinería artesana Calpa, después de hacer el recuento terrible de las persianas.

Continúan cerradas tiendas de souvenirs, de alimentación, bares y hoteles como el Rialto. Y quien no tardará en hacerlo de manera definitiva es la farmacia La Estrella, el establecimiento con más historia de la calle. Pero en este caso no por la falta de turistas, sino porque la propiedad no les renueva el alquiler, a pesar de que también han notado la fuerte bajada de ventas.

La farmacéutica Mónica Piñol en la farmacia La Estrella

La farmacia abrió en 1840 y, como recoge el libro de tiendas emblemáticas Guapos per sempre, la regentó, entre otros, el abuelo del político Manuel Carrasco i Formiguera y cuenta con elementos singulares como un rosetón de porcelana, suelo de mosaico bien conservado y techo de madera. El establecimiento tiene partes protegidas por el catálogo de patrimonio del Ayuntamiento, como la fachada y los menajes interiores, que se conservan. Todo este patrimonio, que hasta ahora no solo era historia, en los próximos días cerrará para siempre porque no se ha conseguido un acuerdo con el propietario del local y de todo el edificio. El adiós definitivo será seguramente la semana que viene.

Una farmacia "atípica"

"El propietario no quiere renovar. Hace más de un año que los titulares de la farmacia se esfuerzan por llegar a un acuerdo y no ha habido manera", explica Mónica Piñol, que sustituye a la farmacéutica titular, Anna Enrich. Ella cogió la licencia del establecimiento en 2010, cuando el anterior propietario, Carles Mallol, se jubiló. Y entonces ya hubo suspicacias sobre si en la nueva etapa se mantendrían los elementos originales. Ahora la licencia se traslada a una nueva farmacia en la Villa Olímpica y el personal continuará atendiendo a la clientela en el establecimiento que ya tienen en la calle Banys Nous. Hace años que la de la calle Ferran es una farmacia "atípica", como reconoce Piñol.

Aquí lo más habitual no es que los clientes entren con una receta de la seguridad social para llevarse los medicamentos que les han prescrito, sino que entren turistas que buscan crema solar o productos para digestiones difíciles. "Es una farmacia donde damos mucho consejo y recibimos poca receta", explica la farmacéutica en una especie de radiografía de la zona. Durante la pandemia, a pesar de poder estar abiertos, vieron como la clientela les caía en picado: no había turistas y en el barrio quedan pocos vecinos resistentes.

La farmacia cerrará y con ella un poco (más) de historia de la calle, donde quedan pocos supervivientes, como la Librería Sant Jordi, condenada también a trasladarse por una subida de alquiler, o la tienda de bellas artes, que está allí desde 1969. "Las que han plegado ya no volverán", diagnostica Enric Moj, de Belles Arts Ferran, que asegura que los que están abiertos son los pocos negocios de proximidad que se habían mantenido durante los años de la masificación turística, todos amenazados por posibles subidas de alquiler que les harían inviable continuar.

Moj explica que en la calle se han pedido alquileres de hasta 18.000 o 25.000 euros mensuales y que esto, obviamente, no está al alcance de cualquier comerciante. "Es la crónica de una muerte anunciada", asegura, y añade que muchos propietarios han preferido alquilar los locales a "mafias" que pueden pagar alquileres más altos y que las administraciones les han apoyado poco. "La pandemia ha hecho una selección natural", añade Josep Morales, de la Librería Sant Jordi, convencido de que los negocios que han cerrado tampoco ofrecían nada de demasiado valor para la ciudad.

"La calle Ferran es la zona 0 del impacto de la pandemia", asegura Gabriel Jené, de Barcelona Oberta, que no duda que los locales se volverán a llenar pronto porque, dice, aquí la ciudad se juega su futuro: "Si muere el centro, muere Barcelona". ¿Y que abrirá? "Dependerá del tipo de turismo que venga. Abrirá aquello que se adecúe a la nueva demanda", responde.

Este diagnóstico no lo comparte la Asociación de Vecinos del Gótico, que rechaza hablar en términos de calidad del turismo y pone el foco en la cantidad. "Lo que necesita el barrio son menos turistas y más vecinos", defiende Martí Cusó. Ve en la crisis de la pandemia el momento para cambiar "el modelo de ciudad" y abandonar el crecimiento exponencial del turismo de la última década: "No es posible cambiar el modelo comercial solo con planes de usos, sino que hace falta vivienda pública, regulación de precios de alquiler comercial, parar la promoción turística y proteger el comercio que ha resistido".

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