Demografía

"Con lo que aquí me he comprado una casa, en Barcelona no compro ni una puerta"

Miles de barceloneses se instalan en municipios del Penedès y el Tarragonès

Cartel publicitario del ayuntamiento de Calafell en la entrada del municipio.
25/07/2025
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Calafell"Hay ciudadanos que me reprochan que pienso en el pueblo como si fuera una ciudad grande", explica contrariado el alcalde de Calafell, Ramon Ferré. Y lo justifica: "La verdad es que hemos crecido mucho en poco tiempo y, en algunos casos, todavía tenemos una mentalidad de pueblo". El alcalde debe afrontar estos reproches, por ejemplo, cuando intenta explicar a los ciudadanos que hay que pagar por estacionar en la zona de playas, parte de la ciudad totalmente masificada y donde sin una zona azul sería imposible encontrar sitio donde dejar el coche porque no habría rotación. La medida, impopular, no tiene marcha atrás: "¡Pero si ya hemos superado a Salou y todo!", dice Ferré.

La realidad es que Calafell lleva ocho años siempre apareciendo en el podio de ciudades que más crecen. El cambio demográfico empezó en los años 90, con la llegada del tren de Cercanías y de la autopista C-32, pero a partir de 2000 rompió todas las estadísticas. Desde 2000 hasta 2023 la población de Calafell había crecido el 150%. Y sólo en los últimos diez años ha pasado de 24.333 habitantes a 31.567, casi un 30% más, según datos del padrón. Sin embargo, el consumo de agua de los hogares permite saber si los grifos se abren cada día o sólo los fines de semana, y los datos indican que, en realidad, en Calafell viven más de 50.000 personas, según explica el alcalde.

Todo este crecimiento ha pasado sin apenas construir nuevas viviendas. Sencillamente, las segundas residencias se han convertido en lugares en los que vivir. María forma parte de la primera gran ola. Hace 20 años abandonó Badalona y vino a vivir con su marido a la segunda residencia que se había hecho su suegro en Mas Romeu, una de las muchas urbanizaciones de Calafell. "Aquí no había nada", dice. En los últimos años, según asegura, "ha venido de todo", sobre todo gente del área metropolitana de Barcelona.

Uno de los nuevos vecinos es Alfonso Estepa, de 35 años, que vive en la propia urbanización. "Yo vine de Sant Adrià hace dos años y medio", explica. "Y con lo que aquí me he comprado una casa, en Barcelona no compro ni una puerta", dice. Los chalés unifamiliares costaban 90.000 euros hace cerca de 15 años. Subieron hasta los 120.000 después de la pandemia, y ahora por debajo de 150.000 euros cuesta encontrar cualquier cosa. Los chalés con aparcamiento rondan los 220.000 euros. Como todas las cosas, también está la parte negativa. "Dejamos el trabajo que teníamos porque esperábamos encontrar trabajo aquí... pero tuve que recuperar el trabajo que tenía antes", explica. Un mozo de almacén cobra en el área metropolitana de Barcelona cerca de 2.500 euros mensuales y ahí no llega a los 1.000, lamenta. También tuvo problemas de adaptación. "Aquí el invierno es muy triste... todo el mundo va del trabajo a su casa", dice. Al principio echaba mucho de menos a los amigos y "la vida de barrio", que permite salir de casa sin ningún destino y encontrar siempre algo. "Aquí todo debe calcularse, y solo tenemos un bar... Pero ahora ya estoy adaptado y no lo cambiaría por nada del mundo", dice.

Una de las vecinas de Alfonso es Verónica Illescas, que abandonó El Prat de Llobregat hace casi 20 años. Trabaja en una inmobiliaria que, sobre todo, vende chalés y apartamentos de Calafell que eran segundas residencias, pero ahora los compradores quieren el inmueble para venir a vivir. "Mira, tenemos una clienta que acaba de comprarse un loft con un balcón que tiene vistas al mar y paga menos de hipoteca que el que pagaba en Barcelona por el alquiler de una habitación". Según explica Illescas, también existe otro perfil de compradores, especialmente franceses y alemanes, que también buscan casas pero para seguir teniendo como segundas residencias.

El incremento poblacional de más del 29% que ha vivido Calafell en sólo diez años es similar al que han experimentado otros municipios cercanos, como Cunit (31%) y Roda de Berà (27%). También crece, aunque no tanto, Torredembarra (16%).

Vecinos no empadronados

"Nos hemos convertido en un pueblo grande o en una ciudad pequeña", explica el alcalde torrenco, Vale Pino, quien apunta que detrás de este incremento también hay muchas personas que van a vivir allá donde antes tenían la segunda residencia. La subida se empezó a notar a raíz de la copido y ya no ha parado. En diez años han llegado a 17.953 ciudadanos, pero en realidad hay muchos habitantes más que todavía no se han empadronado. Se trata, principalmente, de personas mayores que no quieren cambiar el padrón por no perder la asignación al médico especialista que han tenido toda su vida.

Este fenómeno, que afecta a muchos otros municipios que están absorbiendo población del área metropolitana de Barcelona, es un problema importante porque todas las aportaciones públicas se realizan en función del número de habitantes. Las subvenciones que dan la Generalitat y el Estado dependen de la población, y servicios públicos como el centro de atención primaria y las escuelas de música también se realizan teniendo en cuenta el padrón. Y estas ayudas se disparan cuando se alcanzan los 20.000 habitantes. Torredembarra, que está a 2.000 ciudadanos de alcanzar esa cifra, está impulsando una campaña de empadronamiento. Como el alcalde de Calafell, ha tenido que ampliar la zona de pago para estacionar el vehículo. En Torredembarra una hora de aparcamiento cuesta 75 céntimos, y en Calafell un euro.

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