Cómo nos conocimos

Una catedral de palabras para la mujer que quieres

Félix Solaguren-Beascoa, doctor en arquitectura

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Félix Solaguren-Beascoa y Maria Àngels Negre.

Quédate con quien hable de ti como el arquitecto Félix Solaguren-Beascoa habla de su mujer. Enseguida lo veréis. Antes, dejamos que explique cómo se conocieron mientras nos regala una lección de historia de la arquitectura. “Conocí a Maria Àngels Negre en la escalera de la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona (ETSAB): ella bajaba y yo subía. Creo que en el mundo de la arquitectura las escaleras son piezas fundamentales. En nuestra vida también lo fueron, a pesar de lo que Flaubert diría de los arquitectos en su Dictionnaire des idées reçues, publicado en 1913: «Los arquitectos, todos imbéciles. Olvidan siempre las escaleras de las casas». Evidentemente, habría que contextualizar esta definición en el París de Haussmann y Napoleón III, cuando en el nuevo trazado de la ciudad lo importante eran las fachadas (no importaba lo que pasara detrás) y un viario de bulevares y grandes avenidas para mostrar una magnificencia de poder. Esto serviría, además, para reprimir eficazmente las manifestaciones obreras. Quizás este era el propósito real. Pienso también en aquella exposición comisariada por Oscar Tusquets, Réquiem por la escalera, hecha ya hace muchos años… Y curiosamente conocí a Maria Àngels en una escalera, era en 1975 o 1976”. 

La relación entre los dos estudiantes de arquitectura se construyó poco a poco, como un monumento que necesita tiempo. El panteón romano es la construcción preferida del matrimonio, aunque ella “seguramente diría que es la Casa de la Cascada, de Frank Lloyd Wright”. La arquitectura fue lo que los unió en aquella escalera en 1975 y desde entonces los ha acompañado toda la vida, a ella desde el estudio y a él desde el mundo académico. “Lo que me impresionó de Maria Àngels fue su personalidad. Es una persona de convicciones, culta y con carácter. Ya entonces vi que tenía talento y potencial para regalar. Es muy lista, mucho más lista que yo. Las mujeres siempre son más listas”, dice Solaguren-Beascoa.  

Aparte de la arquitectura, comparten otras pasiones: el interés por la lectura, los viajes, la política, la poesía o el dibujo: “Ella dibuja con acuarela y lo hace muy bien, yo dibujo a lápiz”, dice el académico. Juntos tienen dos hijas, de 32 y 27 años: la mayor, doctora en física, y la pequeña, biomédica. “Han salido a la madre”, asegura Solaguren-Beascoa, que, para acabar, revela el que es su secreto para un matrimonio feliz: “Valorar las cosas que no parecen importantes, escucharse y respetarse”. Y ser generoso con las palabras, también.

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