Cómo nos conocimos

Enamorarse en una boda porque lo dice el destino

Miriam Ponsa, diseñadora

2 min
La Míriam y Enric.

La manera en la que la diseñadora Miriam Ponsa conoció a Enric podría haber salido de una comedia romántica de líos. De una divertida y bonita, quizás al estilo de Billy Wilder. “Yo trabajaba en una empresa de moda especializada en punto en Igualada y una de mis compañeras se casaba. Nos invitó a unas cuantas a la boda y semanas antes de la fecha empezó a decirme que asistiría un chico que me tenía que presentar. Estaba convencida de que estábamos hechos el uno para el otro”, explica Ponsa.

A la diseñadora la propuesta le dio bastante pereza. “Qué mal rollo que te digan esto antes de conocer alguien. Sabía que me crearía muchas expectativas y sería todo lo contrario a lo que me esperaba”. Además, se ve que al chico también le habían hablado de ella en los mismos términos. “Qué pereza, yo quería ir a la boda a pasarlo bien, no tener una cita preparadísima”, insiste Ponsa. 

El caso es que, cuando finalmente llegó la boda, todo el mundo se olvidó de hacer las presentaciones. Hacia el final de la noche, cuando todavía quedaba alguien bailando en la pista, pero la fiesta llegaba a su final, Ponsa vio a un chico que le llamó la atención. “Pensé que tenía algo diferente de los otros chicos y me acerqué. Nos pusimos a bailar juntos y desde el primer momento conectamos mucho”. 

La diseñadora no lo supo enseguida, pero aquel chico era Enric, al que le habían querido presentar todo aquel tiempo antes de olvidarse. “Yo creo que fue más bonito conocernos así. Quién sabe, si nos hubieran presentado quizás lo habríamos visto demasiado preparado y no nos habríamos gustado. Lo que pasó realmente fue cosa del destino”, dice.  

Desde entonces han pasado dos décadas: la pareja tiene dos hijos adolescentes y un negocio en común. “La paciencia y el respeto son claves en una relación, y también que cada uno tenga espacios para vivir aventuras solo o con otra gente”, reflexiona Ponsa. La ilusión por los proyectos en común, aun así, también es importante. “Cada fin de semana, tanto en invierno como en verano, cogemos la autocaravana y vamos a la montaña o a la playa con los niños. Lo hemos contado y en total pasamos más de tres meses en la autocaravana cada año”, dice la diseñadora, que añade: “Es nuestra segunda casa, es nuestro proyecto familiar: nos hace estar juntos en un espacio muy pequeño, a veces sin wifi ni datos, disfrutando del aire libre y conectando entre nosotros”. A los compañeros de trabajo a los cuales se les olvidó presentarlos, dice Ponsa, siempre les quedará la satisfacción de haber predicho la unión: “Os lo dijimos, estabais hechos el uno para el otro”.

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