Juan Alpuente: "No soy 'influencer', soy churrero"
Los albañiles de las obras de la plaza de las Glorias resoplan de calor. Son clientes asiduos de la churrería de Juan Alpuente (Barcelona, 43 años) en la calle Ribes, junto al mercado de los Encants. Los churros van a 1,40 euros los 100 gramos. Una pareja saluda al propietario con familiaridad. “Venimos de Mataró para probar los famosos churros”, comenta el chico. La chica graba con el móvil el puesto y dice que "es para Instagram". A Juan la situación ya no le sorprende. No desde que la churrería se ha convertido en la más famosa de TikTok, con más de 300.000 seguidores. “A veces vienen madres con sus hijos porque se quieren hacer una foto. Un día vino el equipo del Ada Colau para grabar un TikTok", explica medio riendo.
El puesto nunca está vacío, ni en una calurosa mañana de verano. "Vienen vecinos de toda la vida, pero ahora la gran mayoría es gente de TikTok", comenta Juan mientras sirve churros y una taza de chocolate (el termómetro marca 27 grados) a una señora que ha bajado a tirar la basura. "No lo he visto nacer, pero casi", comenta otra que se espera.
Un hombre no para de ir y venir alrededor de la churrería. Se está grabando con la cámara interior del móvil y habla todo el rato, ya sea con el aparato, Juan o cualquiera que pase por allí. "Saluda, que estamos en un directo con más de 12.000 personas". Es Rafa de TikTok. Juan lo conoció porque él también hacía vídeos y ahora es uno más de la churrería. "Viene cada día a las ocho de la mañana, almuerza un chucho y ya se queda hasta que me voy". Los vídeos dan fe.
Todavía no ha habido un momento en el que Juan se haya puesto a grabar. "Aprovecho los ratos muertos y después lo monto en casa. Publico unos tres vídeos cada día". Todavía no se explica como un vídeo haciendo la pasta de los churros puede viralizarse. "El primero que hice, que era friendo ruedas de patata, acumuló 10.000 visualizaciones". Como la gran mayoría, abrió la cuenta en TikTok durante el confinamiento y decidió aprovecharlo para dar visibilidad al negocio. Lo que no se esperaba es que llegaría a estos niveles.
"TikTok me ha permitido ir a lugares que antes ni me imaginaba", como por ejemplo subir a la planta número 20 de la torre Urquinaona después de que TikTok España lo llamara. "Aluciné. Querían que preparara churros para un encuentro con la prensa", relata, y añade que "todos quedaron encantados" con la comida. El éxito no se le ha subido a la cabeza y tampoco le quita el sueño pensar si puede perder seguidores o no. "Yo no soy influencer , soy churrero", asegura, a la vez que añade que le "gusta echar una mano a los negocios del barrio dándoles visibilidad". Pero sin ir "por la cara" y pedir que lo inviten a comer gratis, aclara. Calculando a ojo, explica que con los vídeos de TikTok, por cada millón de visualizaciones, puede ganar entre unos 10 o 12 euros.
Los churros y las porras están expuestos detrás de una vitrina donde ha escrito en rosa "TikTok: @xurrebcn". Al lado, una fotografía que amarillea de una churrería diferente de la de ahora, con un hombre abrazando a un niño por la espalda. "La churrería la abrió en los años 60 mi padre en la calle Dos de Maig, donde antes estaban los Encants", recuerda Juan, que empezó a trabajar con 7 años "medio obligado". Su padre vino de Valencia a Barcelona para montar el puesto. "Primero vino un amigo del pueblo y después mi padre y otros lo siguieron. Muchas de las primeras churrería de la ciudad vienen del mismo lugar, del Rincón de Ademuz".