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Ernest Cañada: "No vivimos del sector turístico sino que el sector turístico vive de nosotros"

Geógrafo del trabajo y experto en turismo

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Barcelona“Después de la pandemia, Barcelona no ha vuelto al 2019 sino al 2014, cuando se rompió el consenso social sobre el turismo en la ciudad: tenemos un sector desbocado, una saturación de muchos espacios, incrementos de precios, y a la vez, unos trabajadores quemadísimos”. Ernest Cañada se formó en geografía del trabajo y del 2004 al 2015 vivió en Centroamérica, donde vio cómo convergían dos factores: por un lado la precariedad laboral, una de sus fijaciones, y por el otro unas dinámicas de apertura turística parecidas a las que se habían vivido en España en los 60 y 70. Cuando volvió a Barcelona, publicó un libro muy crítico con las condiciones laborales de las camareras de hotel, Las que limpian los hoteles (Icaria), que provocó un cierta sacudida en el sector, y centró sus estudios en todo aquello que rodea el turismo y la precariedad. Alerta, por ejemplo, de los peligros que supone que ahora Barcelona presuma de captar un turismo “de calidad”. “Turismo de calidad es un eufemismo para no decir turismo de ricos. Este turismo elitista consume muchos recursos, tiene más costes medioambientales, y que deje más dinero no quiere decir que este dinero se redistribuya mejor; de hecho, es todo lo contrario: los trabajos continúan siendo tan precarios que este verano no se encontraban trabajadores dispuestos a hacerlos. Además, otras ciudades como Palma o Venecia también compiten por este tipo de turista y al final se darán cuenta que no hay bastantes ricos para todo el mundo. Es un suicidio que se esté promocionando esta idea con dinero público”. ¿Y cuál es la solución?

Cañada, que actualmente es investigador postdoctoral en la Universitat de les Illes Balears, propone diversificar la actividad económica en las ciudades, fomentar el turismo de proximidad –“apostar tanto por el turismo internacional nos ha hecho muy vulnerables ante las crisis”, precisa–, repensar la organización del espacio público y, sobre todo, transformar el sector turístico mejorando las condiciones de los trabajadores. “Pensemos que el turista no viene a Barcelona para estar en una habitación de hotel; viene porque en esta ciudad pasan cosas. No es que vivamos del sector turístico sino que el sector turístico vive de nosotros, literalmente.”

Ernest Cañada, geógrafo del trabajo e investigador en temas de turismo.

La investigación que hizo sobre las condiciones laborales en los hoteles lo llevó a escribir otro libro sobre precariedad publicado recientemente, Cuidadoras (Icaria), en este caso centrado en las personas que cuidan a la gente mayor en el hogar, a través de servicios domiciliarios o en residencias. Un análisis demoledor de un sector con mucha economía sumergida –muy ligada a la inmigración y a la ley de extranjería– y condiciones precarias. En el libro, los testigos hablan de sueldos irrisorios, jornadas interminables, esfuerzos físicos que desembocan en dolores y enfermedades, incluso de abusos sexuales, especialmente en el caso de mujeres que trabajan internas en domicilios particulares. “En un contexto de crisis de cuidados tan bestia como la que tenemos, y como la que tendremos, nada se podrá resolver sin dignificar las condiciones de las trabajadoras”, explica Cañada.

La vulnerabilidad de las mujeres que trabajan cuidando a mayores sin contrato es muy grande –“cuando un abuelo desgraciadamente muere, no solo pierden a una persona que aprecian sino que también se quedan sin trabajo”–, pero las conclusiones del libro también son crudas en cuanto a las residencias, de las cuales se ha hablado mucho a raíz de la pandemia. “Muchas trabajadoras hablan de escasez de material y de unas ratios que no permiten hacer bien el trabajo. También explican que los mayores cada vez llegan en peores condiciones de salud, debido a las listas de espera”, dice Cañada. En el libro, de hecho, se pueden leer relatos bastante duros sobre lo que sucede en algunas residencias, como el de María: “La sensación es que a los abuelos se les aparca, y da lástima, pero es que las cuidadoras no damos para más. [...] Y la falta de material... solo tenemos cuatro pañales al día por persona”. Un panorama bastante desolador que Cañada aprovecha para dar un toque de atención a la sociedad: “Con las trabajadoras de hotel la oleada de solidaridad de mucha gente de clase media o trabajadora fue grande porque era fácil construir un relato en el que te sintieras poco implicado: las cadenas hoteleras eran las responsables. Pero la problemática de las cuidadoras nos interpela bastante y es tentador mirar hacia otro lado”.

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