Del cerebro a la vagina: cómo las científicas revolucionan la investigación sobre salud femenina
Una oleada de investigaciones lideradas por mujeres combate el sesgo en el conocimiento sobre la fisiología del 50% de la población


BarcelonaLlega con la madre y la abuela, con los ojos bien abiertos y expresivos, mordisqueando un trozo de pan. A medida que avanzamos por el edificio para subir a la segunda planta del Centro de Investigación del Alzheimer BBRC, de la Fundación Pasqual Maragall, va haciendo, serio, miradas curiosas a su alrededor. Poco puede comprender a Nilo, un niño precioso de 15 meses, que hoy será el protagonista de un experimento que quiere cambiar lo que la ciencia sabe sobre la salud mental de la mujer durante una etapa crucial y vulnerable de su vida, el embarazo y el postparto.
"¿Has traído las muestras?", le pregunta la coordinadora de los experimentos a Neus Ramos, de 34 años, madre del Nilo y una de las más de 300 voluntarias de entre 25 y 45 años que participan desde hace al menos 30 meses cuando ocurre en el estudio cerrado por la que en un estudio liderado por . Para responder a esta cuestión indagan sobre los cambios estructurales y de función que tienen lugar y cómo influyen en el vínculo que establecen madre e hijo, así como en la salud emocional de la mujer después de parir.
Cuando hace unos años se enteró de la iniciativa de investigación colaborativa BeMother que llevaban a cabo científicos de la Universidad Autónoma de Barcelona, el Instituto de Investigación del Hospital del Mar (IMIM) y el hospital madrileño Gregorio Marañón, Neus se puso rápidamente en contacto con él. "Buscaban a mujeres que quisieran quedarse embarazadas por primera vez a corto plazo. Entonces, aunque yo todavía no me lo había planteado, sí tenía claro que quería participar. Me parecía muy fuerte que no hubiera mucho conocimiento de lo que nos sucede a las mujeres durante el embarazo", dice. La ocasión llegó un año y pico después, cuando Neus y su pareja decidieron que querían tener un hijo. Entonces, explica al ARA, volvió a ponerse en contacto con ella.
Mientras hablamos, Nilo se queja discretamente, buscando la atención de su madre. El recurso funciona y ella le da unos besos suaves en el capete y lo estrecha hacia ella. El niño sonríe, satisfecho. "A mí mi cuerpo me ha sorprendido mucho, todos los cambios físicos y mentales que he experimentado", añade esta mujer, quien también se dedica a la investigación. "Me gusta pensar que he contribuido a avanzar el conocimiento científico sobre esta etapa tan importante de la vida de la mujer", dice.
Investigadores catalanes, pioneros
Y lo ha hecho. Gracias a su participación ya la del resto de mujeres voluntarias, los investigadores de la UAB-IMIM, coordinados por los neurocientíficos Òscar Vilarroya y Susana Carmona, han podido comprobar cómo el 94% de la materia gris del cerebro de las mujeres durante la gestación cambia. En concreto, han visto que se reduce en un 5% en regiones vinculadas a la cognición social, aunque después, en el posparto, se recupera. Y esta recuperación se asocia a un mejor vínculo con el bebé y mayor bienestar emocional de las madres.
"No es que las mujeres pierdan capacidades o se vuelvan más tontas, como a veces me preguntan, ni mucho menos –especifica la investigadora predoctoral Camil Servin-Barthet, que ha liderado el estudio–, sino que el cerebro se especializa mucho para poder atender las necesidades del bebé y garantizar su supervisión."
Las conclusiones de este nuevo trabajo, publicado recientemente en Nature Communications, se añaden al corpus de conocimiento aportado por el estudio pionero que emprendió este grupo de investigación en 2008. Entonces en el laboratorio de Vilarroya estudiaban con resonancia magnética qué ocurría en el cerebro de niños con hiperactividad y, a diferencia de otras investigaciones, lo hacían a lo largo del tiempo, para ver cómo cambiaba. En ese contexto una de las estudiantes de doctorado en ese momento se quedó embarazada y junto a otras dos doctorandas, entre ellas Susana Carmona, que continúa implicada en la investigación, plantearon a Vilarroya investigar el cerebro de la mujer durante toda la gestación.
"Recuerdo que cuando me lo propusieron pensé que ya debió investigarse, pero sorprendentemente no había nada", afirma Vilarroya, director de la Unidad de Investigación en Neurociencia Cognitiva de la UAB e investigador del IMIM. Así es que con el empuje de las tres investigadoras salieron adelante, "sin financiación": "Y finalmente en 2017 publicamos unos resultados espectaculares: por primera vez demostramos que se producían cambios estructurales en el cerebro de las mujeres antes y después del embarazo", dice. Desde entonces han continuado con la investigación intentando responder a muchas otras cuestiones que han ido surgiendo. En el último trabajo, por ejemplo, también han mirado el cerebro de madres no gestantes, y en futuros experimentos, afirman, buscarán identificar biomarcadores que puedan predecir qué mujeres tienen un riesgo incrementado de sufrir un trastorno mental.
Una hermandad de científicas
Resulta al menos sorprendente pensar que, a pesar de la gran cantidad de pruebas a las que se someten las mujeres durante la gestación, no se conociera qué ocurría a nivel neurológico y que nadie antes de que estos investigadores catalanes hubiera tenido la curiosidad y la iniciativa de estudiarlo. Sobre todo porque el baile hormonal que interviene en los cambios cerebrales que prepara las madres para cuidar a los niños influye en la salud mental de la mujer en el embarazo y en el postparto, un período de máxima vulnerabilidad durante el cual se estima que entre una y dos de cada 10 desarrollan algún tipo de problema neurológico que puede llegar a ser grave e incluso puede poner la gravedad.
Y es que aunque las mujeres son el 50% de la población, los estudios centrados y dirigidos a la salud femenina son todavía escasos. Y esta falta de conocimiento específico –los ejemplos son numerosos, desde los síntomas del infarto cardíaco en mujeres hasta muchos medicamentos con efectos secundarios deletéreos en mujeres– repercute negativamente sobre la calidad de vida femenina.
"Los cuerpos de las mujeres y el conocimiento sobre su salud han sido desatendidos, controlados y perseguidos durante siglos, lo que ha dado lugar a una disparidad en materia de salud que persiste en la actualidad", señala la bioingeniería Sarah Leeber, de la Universidad de Amberes que tiene la luz , un órgano que pese a que lo tiene la mitad de la población está bastante olvidado si lo comparamos con su equivalente masculino.
Como ocurre en el intestino, poblado por billones de microorganismos, la vagina también tiene una población de seres microscópicos, que forman la llamada microbiota vaginal. Y si sobre la microbiota intestinal hay miles de artículos científicos que la vinculan a prácticamente todas las enfermedades conocidas y se sabe su papel sobre la salud, de la vaginal sólo hay sospechas e indicios. Por ejemplo, se sabe que es clave para prevenir infecciones, tanto vaginales como de orina –más frecuentes en mujeres–, y para tener un embarazo saludable, y también que está implicada en el cáncer de cuello de útero. Sin embargo, no se sabe cómo es un microbioma vaginal saludable, ni qué bacterias son beneficiosas y cuáles perjudiciales.
Para acabar con esta laguna de desconocimiento, más de 6.000 científicas de cuatro continentes y nueve estados –incluyendo a España, donde desde el País Valenciano se lidera el proyecto Manuela–, además de miles de mujeres voluntarias, han puesto en marcha esta iniciativa a escala planetaria, Isala. En un artículo reciente que han publicado en Trends in Microbiology constatan la enorme desigualdad existente entre el conocimiento científico sobre la vagina y lo que existe sobre el pene (que también tiene un microbioma propio). Hacen un grito de alerta sobre las diferencias en investigación en este campo y remarcan que es necesario urgentemente entender cómo es una microbiota vaginal saludable. Porque, alegan en el artículo, sin una comprensión clara de la función y composición de esta microbiota vaginal, la capacidad de diagnosticar, tratar y prevenir una amplia variedad de enfermedades es más que limitada, lo que significa que las mujeres no pueden recibir una atención médica adecuada.
¿Cómo afecta el espacio a la regla?
No sólo ha habido poco interés de la ciencia por el microbioma vaginal, sino también por otra cuestión primordial de la salud femenina como es la menstruación. Y esto tanto en la Tierra como en el espacio. Cierto es que las astronautas mujeres todavía son minoría en comparación con los hombres –un 10%–, pero en estos momentos ya han participado en misiones espaciales en la Estación Internacional Internacional más de un centenar de mujeres y se planea enviar a la Luna ya Marte. Y esto sin que se haya estudiado cómo afectan las condiciones espaciales en su organismo. Porque hasta ahora lo que han hecho las agencias espaciales es inducirles amenorrea mediante el uso de anticonceptivos. "De esta forma las ponían en equivalencia con sus compañeros, evitando lo que ellos consideraban un «trámite»", señala Carla Conejo, bióloga y comunicadora científica, presidenta deHypatia Mars.
Pero esto no tiene mucho sentido. Y estar sin regla durante años, como les ocurre a las astronautas, a quienes se les retira la menstruación mediante medicación desde que comienzan la preparación para la carrera espacial, puede tener un impacto sobre su salud. Al fin y al cabo, el ciclo hormonal regula un sinfín de factores en el cuerpo femenino. Es por eso que las investigadoras que estos días participan en la segunda misión del proyecto Hypatia Mars, y que están en la estación del proyecto ubicada en el desierto de Utah, en EE.UU., que recrea algunas de las condiciones que tendría una estación en Marte, están haciendo un pequeño estudio para poner luz sobre el ciclo menstrual en el espacio.
"Uno de los objetivos de Hypatia es generar conocimiento útil para futuras misiones lunares o marcianas, que pueda aprovechar la agencia espacial que sea que lidere estas primeras exploraciones", afirma Conejo, quien recuerda una anécdota que ejemplifica el desconocimiento –y el desinterés– de las agencias espaciales por la fisiología de la mujer. A la astronauta estadounidense Sally Ride la NASA le preguntó si para una estancia de seis días en la Estación Espacia Internacional le bastaría con 100 tampones. Y ella les respondió que con menos de la mitad ya haría. La anécdota inspiró una canción de una conocida humorista, Marcia Belsky: 100 tampones.
En la estación, las científicas de Hypatia recogerán en un diario cómo les afecta el ciclo menstrual en la toma de decisiones y en el estado de ánimo, en un estudio en colaboración con el Hospital de Sant Pau. Conejo explica que quieren proporcionar datos para que "si se va a Marte la única opción de las mujeres no sea hormonarse por no tener la regla". "También queremos conocer otros aspectos de salud femenina por ahora sin respuesta, como la calidad del sueño, de la nutrición y del estrés en las condiciones extremas en el espacio al que estarán sometidas", dice.
Asimismo, probarán una copa menstrual especialmente diseñada para astronautas, AstroCup, y harán un pequeño experimento con la sangre menstrual, un residuo en el espacio como son las heces y la orina, en las que intentarán evaluar su potencial como fertilizante para las plantas del pequeño huerto que hay en la planta de pequeño huerto.
Conejo destaca la importancia de los experimentos de las dos misiones Hypatia para aportar datos que combatan el sesgo en el conocimiento existente sobre los efectos de una misión espacial en la fisiología de la mujer. "Enviaremos a hombres y mujeres a la Luna ya Marte, y cualquier efecto que se haya podido ver sobre la salud antes se exacerbará precisamente por la duración de las misiones", afirma Conejo, quien alerta de que "para las mujeres hay muy pocos datos y seguro que sufrirán mucho más sus consecuencias".